Los elegidos: La ciudad de Vampiros

MENTIRAS

Amon se encontraba asustado. Movía a sus dos amigos con ambas manos y los llamaba esperando a que estos reaccionarán. Insistía tanto que incluso por un momento la idea de que ambos estaban muertos cruzó por su mente.

Por otro lado Albhadur continuaba sentado en el sofá mirando la escena, sin ni siquiera apartar la mirada.

>> ¿Y así querías llevarme en brazos?, ¡Tsk! realmente molesto<<

Los pensamientos de Albhadur se dedicaban únicamente a insultar al peligris, lo miraba con desaprobación y cierta molestia, hasta que un pequeño susurro lo distrajo, volteó a ver a todos lados en busca del origen de la voz, pero en el lugar solo estaban las dos personas inconcientes en el suelo, el castaño que aún insistía para que despertarán y él, quien continuaba sentado.

>> Cállate<<

Gritó en su interior, intentado hacer que el susurro desapareciera pero este continuaba con mayor intensidad, pero de un momento a otro su atención se desvió nuevamente hacia las personas en el piso, quienes parecían estar despertando.

— ¿Están bien?

Amon estaba mas que preocupado, se podría decir que estaba asustado, miraba a ambos con los ojos llorosos como si estuviera a punto de llorar.

Lo que estaba sintiendo era comprensible, por primera vez en su vida tenía a alguien a quien poder llamar amigo e incluso poder llamarle hermano y cuando creía que no podía ser mejor, encontró a alguien más, encontró a Atenea, quien ahora la consideraba más que una amiga, aquella chica tenía algo que lo hacía sentir seguro y con solo su mirada lo hacía olvidar su horrible pasado en el bosque de Rusia, para él, ella también se había convertido en su hermana, ambos chicos en el suelo se habían convertido en tan poco tiempo en su familia.

Se suponía que ambos eran igual a él, no enfermaban y no se lastimaban, sin embargo minutos antes ambos se habían desplomado y quedado inconcientes quejándose por lo bajo hasta que se habían guardado silencio.

Con un pequeño quejido Atenea se reincorporó y con la vista nublada miró a su alrededor, aquella acción fue imitada al instante por Astaroth, cuando sus miradas se encontraron fue como si una pequeña chispa hubiese iluminado una pequeña parte de ellos, querían hablar pero las palabras no salían, querían moverse pero sus cuerpos no respondían.

Amon los tomó de sus hombros ocasionando que estos desviaran sus miradas y se concentrarán en el castaño, el cual con angustia preguntó— ¿Están bien? ¿Que fue lo que les pasó?

Atenea con un pequeño suspiro quiso hablar pero fue callada al momento en que escuchó la ronca voz de Astaroth — Estamos bien, concentremonos en lo que nos hizo venir aquí.

Tanto Albhadur como Amon fruncieron el ceño extrañados.

El peligris se puso de pie y se dirigió hacia el sofá donde tomó asiento, en cambio Atenea fue ayudada por Amon dado a qué la chica continuaba con la mirada perdida como si estuviese en algún tipo de trance. Una vez que todos estuvieron sentados en la sala se dedicaron pequeñas miradas ocasionando que el ambiente se volviera más tenso e incómodo.

— ¿Que eres? — dijo Astaroth rompiendo al instante el silencio intensificando la tensión en todos.

Albhadur le volvió a ver, mirándolo de pies a cabeza. Al cabo de unos momentos se decidió hablar — No se a que te refieres.

Amon rodó los ojos molesto, no sabía por qué pero aquel chico delante suyo le parecía irritante y en cierta forma le era fácil odiarlo.

— Debería irme — el pelinegro se puso de pie y con dificultad comenzó a caminar, abrió la puerta pero antes de poder cruzar el umbral de la misma algo lo devolvió con fuerza al interior de la casa cerrando de forma estruendosa la puerta.

Amon se había acercado al chico quien ahora estaba sentado en el suelo mirandolo furioso.

— El amuleto en tu cuello... ¿De dónde lo sacaste? — la forma en que había preguntado era amenazante e intimidante.

Atenea miró extrañada a su amigo ya que por primera vez podía sentir algo proviniendo de él; Amon estaba mas que furioso.

Albhadur se reincorporó y sin alguna expresión en el rostro habló — Apartate

— No irás a ningún lado.

Albhadur molesto se acercó en un santiamén al castaño y lo tomó del cuello poniendo en alerta extrema a los dos jóvenes sentados en el sofá quienes ahora se encontraban a su costado observando detenidamente que es lo que haría.

— Apartate si no quieres salir lastimado.

Amon soltó un respingo y sonrió sarcrastico.

Sin darse cuenta en qué momento, Amon había perdido la compostura y estrellado al chico contra la pared justo donde se encontraba el televisor.

Astaroth tomó a su amigo del brazo y le obligó a verle.

— ¿ Que crees que haces?— preguntó agitada Atenea.

Extrañamente se sentía alterada y cansada, sus emociones estaban confusas y revueltas, algunas iban y venían al punto de que ya no sabía cómo era que se sentía en verdad o si era de ella las sensaciones que estaba percibiendo.

— Amon, cálmate — Astaroth no soltaba a su amigo, sus ojos estaban exaltados y con dificultad podía apartar la vista del joven recargado en la pared.

El pelinegro se levantó y se quitó los escombros de la pared y plásticos de encima, para después mirar sorprendido a su atacante.

— Así que en verdad hay más — comentó con seriedad — Veamos que puedes hacer.

Nuevamente se acercó hacia Amon el cual se logró deshacer del agarre del peligris y corrió hacia el más bajo.

Una pelea se había hecho presente. Los golpes que recibían el uno del otro les ocasionaban dolor, al punto en que en cierto momento les pareció placentero. Ambos parecían tener conocimientos de Artes marciales ya que ninguno de ellos dos parecía ser afectado por las habilidades del otro.

Durante la pelea parte de la sala y cocina estaban siendo destrozadas.

Un mar de emociones se formó a su alrededor, una confusión inexplicable estaba invadiendo a Atenea, podía sentir ira, dolor, tristeza, angustia y de entre todas ellas una emoción más se escabullia.




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