Los elegidos: La ciudad de Vampiros

25

Albhadur intentaba mantener el aroma a sangre fuera de sus narices y aquel color fuera de su mente, pero por alguna razón no lo conseguía, era como si ya no supiera como seguir controlando el cambio, nuevamente la bestia en él parecía estar surgiendo desde las profundidades de la oscuridad dentro de si, luchaba con ganas y gritaba tanto que incluso el mantenerlo a raya le estaba siendo imposible, nuevamente parecía que la bestia era quien domaba al domador...

— Mierda — Bufó con molestia y corrió lejos del lugar donde estaban.

— ¡Albhadur!

Astaroth por alguna razón ya no estaba siendo influenciado por la sangre sino que está vez lo que estaba llamando su atención era el pelinegro, sin darse cuenta del por qué ya estaba corriendo detrás de Albhadur desapareciendo de la vista de sus dos amigos y del hombre con las manos manchadas de sangre.

— ¿No irás tras de ellos?— Cuestionó Amon preocupado.

Sin embargo Franco le importo por muy poco el que ambos chicos se marcharán, a decir verdad no les dedicó ni una sola mirada de por lo menos curiosidad.

— Ustedes sigan con lo que estaban haciendo, déjenlos, puede que se ayuden a encontrar un método.

— ¿A qué te refieres con eso?

— A que ambos sigan respirando profundamente y no desvíen su mirada de la sangre, recuerden, mientras más estén acostumbrados al aroma puro de la sangre más fácil les será controlar su cambio.

— Me agradaba más el profesor ñoño de química

Atenea carraspeo y se movió inquieta en su lugar como si la blusa roja que traía fuera demasiado pequeña para ella.

Franco se sintió insultado, aún que, bueno... Su apariencia en esos momentos daba mucho que desear.

— ¿ñoño? Yo no soy-

— Si lo eres — dijeron los dos jóvenes al mismo tiempo haciendo que el mayor callara al instante y bufara indignado.

— Creo que no es suficiente sangre, debería derramar un poco más ¿Les  apetece un venado?

— ¡No!

Los días pasaron con lentitud, era como si los mismos cosmos se alinearan para hacer creer a los jóvenes que aquellos días habían sido meses e incluso años, con cada día que pasaba, más pesado era su entrenamiento y más confuso se volvía, sin embargo eso los estaba uniendo cada vez más.

Extrañamente Astaroth y Atenea habían vuelto hablar como lo solían hacer, se hacían bromas e insultaban el uno al otro como muestra de cariño, en cambio la amistad entre Amon y Astaroth se fortalecía cada vez más, sin embargo lo que más extraño a todos fue que tanto Albhadur como Amon habían optado por llevar la fiesta en paz y dejaron de agredirse e incluso de insultarse, era como si los cuatro al fin hubiesen encontrado la forma de sobrellevarse los unos a los otros, de una forma extraña pero funcional, justo lo que los mayores deseaban con desesperación, para ellos aquellos chicos representaban más que "esperanza".

Sin embargo había algo que atormentaba a cada uno, algo que los hacia seguir dudando de todo, razón por la que todas las noches cuando el reloj marcaba a la media noche los cuatro chicos se encontraban en secreto en las cima de los árboles enlazados que alguna vez fueron la escondite de dos pequeños niños.

— ¿No les parece muy misterioso?

— Si, ¿Por qué seguir ocultando al quinto elegido si se supone que  nos han revelado "todo"?

— No sé por qué creo que el quinto está más cerca de lo que creemos.

— ¿Por qué crees eso Atenea?

La chica soltó un suspiro pesado y se recargo en una de las ramas del inmenso árbol, posando sus brazos en este y recargado su cara con una expresión dudosa la cuál mantuvo durante todo el tiempo en que habló.

— En estos días nuestra amistad se ha fortalecido, no solo físicamente sino emocionalmente, cada vez que estamos los cuatro juntos puedo sentir una vibración particular de todos, es como si esa vibración se percibiera de todos al mismos tiempo, al mismo ritmo, misma intensidad y mismo sentimiento, pero últimamente no solo siento la de nosotros, sino la de alguien más, es como si ese alguien no solo quisiera ser parte de nosotros, es como si lo necesitara.

— ¿En donde has sentido esas vibraciones?

Amon parecía estar inquieto ya que la simple idea de descubrir al "miembro fantasma" lo hacía sentirse emocionado.

— En el instituto, es el lugar donde las siento más que en cualquier otro lugar y...— se detuvo un momento para después reincorporarse y señalar hacia lo lejos, exactamente hacia el oeste — Justo ahora lo siento provenir de allá.

Los tres jóvenes se miraron entre si y bajaron del árbol de un solo salto y comenzaron a correr apresurados hacia la dirección señalada por Atenea aún apesar de las advertencias de la chica quien no tuvo de otra más que seguir a los tres desesperados.

Una vez cercas del lugar donde apuntó Atenea , todos comenzaron a buscar tanto rastros de pisadas como algún sonido o aroma que los hiciera dar con la persona que parecía estarlos observando.

— ¿Por qué ocultarse?

— Sus razones ha de tener.

— No logro percibir nada, no hay nada aquí más que el aroma a humedad y pasto.




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