Los Errabundos

Tiempo

El sol comenzaba a asomarse por el horizonte, lanzando sus retazos de oro sobre toda superficie, tiñendo de amarillo las pieles resecas de los no muertos que deambulaban, y de blanco las hinchadas carnes de aquellos más recientes.

Freud entró al baño, y se quitó el pasamontañas. Parte de su labio superior estaba roto. Tenía un rostro tosco de mandíbula cuadrada y nariz recta. Portaba una corta cabellera rubia, y en su cara le estaba creciendo una barba dorada. Sus ojos brillaban celestes mientras lavaba el pasamontañas. El agua de la canilla salía, dentro de todo, limpia. No era potable, para nada, pero al menos le sirvió para sacar aquella mancha de sangre. Luego, subió al techo, donde se quedó sentado esperando a que se secara para volver a colocársela. Hasta entonces, no sería Freud.

Minutos más tarde, Miguel abrió los ojos. Se había acostado sobre un montón de sacos vacíos que lo amortiguaban del suelo. A su lado estaba Daiya, quien dormía sobre su lado izquierdo para no tocarse el brazo. Se puso en pie, y caminó hasta el baño, donde vio a Benjamín, quien terminaba de secarse las manos.

—Miguel, ¿confías en ellos? ¿No crees que es precipitado unirnos a su grupo? —preguntó cuando lo vio por el espejo, uno ya grisáceo.

—No lo creo —dijo mientras se acercaba a los lavamanos. Allí, sobre el mármol, halló una maquinita de afeitar ya desgastada—. Tú comenzaste a viajar con mi hermano porque lo sacaste de un tren —abrió la canilla para mojar la maquinita—, y Freud viajó con ustedes porque se encontraron en una farmacia. Supongo que así se forman los grupos, simplemente por azar.

—Aquello fue muy diferente —dijo Benjamín mientras agitaba las manos para secárselas. Miguel comenzó a afeitarse, a pesar de que apenas sí se veían bellos en su rostro. Benjamín reflexionó que, en esas tres semanas, solo se había afeitado dos veces, y en ninguna se le notaba la barba—. Ellos intentaron matarnos —agitó la cabeza para no perder el hilo. Aún se hallaba somnoliento, y tendía a desvariar en sus pensamientos.

Ariel oyó todo desde el pasillo. Asomó la cabeza hacia el baño, viendo a Miguel enjuagarse el rostro. Se posó a un lado de la puerta, y se quedó oyendo. Algo le decía que debía aguantarse las ganas de orinar con tal de oírlos.

—¿Quieres saber cómo conocí a mi primer novia? —preguntó Miguel.

—No.

—Vete a la mierda. Iba a hacer una analogía de cómo estamos destinados a pelearnos —dijo con una risilla—. Es nuestra mejor oportunidad, Benjamín. Piénsalo, así como llegaron ellos, pueden venir más, y los siguientes quizás no sean tan amables.

—Uno de ellos es un militar, Miguel. Ya sabes de lo que son capaces —dijo Benjamín mientras le posó la mano en el hombro izquierdo—. ¿Qué te hace pensar que esta es diferente?

—Que le curó la herida a Daiya, y que no los mató. Mira, ustedes no están obligados a seguirnos. Pueden quedarse si quieren, pero yo iré, y me llevaré a Daiya conmigo. Si lo que dice ese Dante es cierto, es el mejor lugar para ella: muros altos, fuerza militar. Quizás el camino sea difícil, pero hay más futuro allí que en este lugar. Nos estamos quedando sin agua, y ésta ya no se puede consumir, no importa cuánto la hirvamos.

Benjamín suspiró, cruzándose de brazos.

—Me pregunto qué habría pasado si hubiese usado esto —dijo mientras sacaba un pequeño cuchillo de su bolsillo trasero.

—Habrías matado a Riza. Y luego nos habrían matado —concluyó Miguel—. Si yo sacaba esto, ese chico, Ariel, me habría matado —comentó mientras sacaba una navaja estilete del bolsillo. Ariel se puso más atento—. Aunque por un segundo pensé en entregárselo, pero ya no importa, supongo. Lo que sí me pregunto es qué hacía esta navaja dentro de un cajón...

—Seguro la usaban de abrecartas —contestó Benjamín mientras volvía a guardar el cuchillo—. Miguel, ¿confías en ellos?

—Bueno, solo diré que tienen el beneficio de la duda.

Miguel se secó el rostro con la camisa, y se dispuso a salir del baño. Volvió sobre sus pasos, mientras que Benjamín simplemente se quedaba allí, mirando la puerta. Fue entonces cuando vio entrar a Ariel, quien simplemente caminó en silencio hasta uno de los cubículos, intercambiando únicamente un «buen día» con el joven de rastas, quien no le respondió.

Dentro del cubículo, se bajó los pantalones y se sentó sobre el inodoro, relajando su vejiga mientras se rascaba los lagrimales con el dedo anular. Al abrir los ojos, logró observar la sombra de Benjamín por debajo de la puerta.

—¿Necesitas algo? —preguntó Ariel—. Es incómodo orinar así, ¿sabes?

—No. Ya me iba —dijo Benjamín en tono frío.

Ariel oyó los pasos mientras se alejaba. Suspiró, y siguió en lo suyo. De pronto reflexionó sobre aquella nostalgia que le acariciaba el pecho, y llegó a la tonta deducción de que, de cierta forma, extrañaba orinar en un inodoro. ¿Cuántas cosas nostálgicas le resultarán extrañas en un futuro? No lo sabía, pero pensó en que incluso cepillarse los dientes se le haría un habito extranjero. Exhaló un poco de aliento sobre su mano, intentando sentirlo. Tres semanas sin lavarse los dientes seguro le había dado cierto olor a huevo podrido, aunque no podía sentir nada.

Al terminar, simplemente se subió los pantalones y tiró de la cadena. Luego, se lavó las manos, observando la figura de Miguel parada en la puerta, apoyado en el marco.

—Buen día —dijo Ariel. De cierta forma, se estaba hartando de saludar.

—Buen día —dijo Miguel—. Oye, sé que apenas nos conocemos, pero necesito un pequeño favor. A lo mucho tardará media hora.

—No hago trabajos sexuales, no cambio pañales ni cuido niños —contestó mientras agitaba las manos para secárselas.

—No, no es eso. ¿Conoces la iglesia San Ferluci? Seguro que no... Necesito ir ahí, pero a pie no es que llegue muy rápido, así que necesito transporte...

—Detente ahí, camisa de lesbiana. Pasamos por esa iglesia al venir, y habían como diez errabundos allí. Por la horda de ayer, quizás hayan más. ¿Por qué no le preguntas a Dante o a Riza? Son los mandamás aquí, y seguro te llevan si hay algo que valga la pena. No puedo llevarme una motocicleta así como si nada.



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En el texto hay: zombies, accion, gore

Editado: 13.09.2023

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