Los Errores Que Cometimos (y como los arreglamos)

3

HARRIET

— ¿Qué haces aquí? —le pregunto a Elthon quien está sentado en el sofá.

Son las diez de la mañana y luego de ayer, lo primero que hice al regresar fue tirarme en la cama y dormir.

Elthon me mira con cara de pocos amigos. —Buenos días, Harriet.

Me siento a su lado. — ¿Siempre tengo que decirte buenos días a pesar que desgraciadamente te veo casi todos los días?

Elthon lleva una camisa roja y unos pantalones oscuros, se ve como siempre, con un estilo muy aburrido y básico. —Pues sí, las personas normales dicen eso por educación.

—Ah mira, que interesante —digo sarcásticamente—. Ahora respóndeme qué haces aquí, ¿No tienes vida social?

Elthon suspira. —Tu padre me va a prestar unos libros y lo estoy esperando pues salió a correr.

Rasco mi cuello y doblo mis piernas. — ¿Papá es tu único amigo? —me burlo—. Elthon deberías comportarte como alguien de tu edad.

Me mira y niega. —Tú también deberías comportarte como alguien de tu edad. Tú y mi hermano.

Suelto una risa. —Tú no sabes nada de diversión —lo examino de arriba hacia abajo—. ¿Entonces te auto invitaste en mi casa hasta que papá regrese?

Suspira, siempre lo desespero. —Harriet, tu siempre llegas a mi casa y nadie te invita.

Me acomodo en el sofá levantando mis piernas para recostarlas en la mesa del centro. —Yo soy una invitada de tu hermano, es mi mejor amigo. No necesito una invitación para ir con mi mejor amigo, además tu familia me ama.

Elthon empuja mis piernas con su pierna derecha para que las baje de la mesa. —Me encanta que seas tan humilde.

Vuelvo a subir las piernas. —Y a mí me encanta que ocultes tu evidente amor por mí.

Elthon ahora sí se ríe. —Ni loco sentiría amor por ti, Harriet. Eres como… no sé, como un mosquito en medio de la noche. Eso siento por ti.

Con mi pie descalzo intento tocar su cara pero él se aleja quejándose de mí. —Me caes mal, Elthon. —le digo.

Elthon toma un cojín y me golpea suavemente la cabeza por detrás. —Tú tampoco me agradas mucho, eres una niña mimada.

— ¡No lo soy! —Acomodo mi cabello—. No soy mimada.

Niega con una sonrisa. —Lo eres, de todos nosotros tu eres la más fastidiosa y engreída. Te crees el centro del universo.

Me coloco de pie y doy la vuelta al sofá para pararme frente a él. —Soy el centro del universo, Elthon —sonrío y pestañeo varias veces.

Elthon abre la boca y saca la lengua como si estuviera a punto de vomitar. —En mi universo, estas muy lejos de ser el centro.

Ruedo los ojos y camino hasta la cocina, él me sigue y lo volteo a ver.

—Tengo hambre —me dice.

— ¿Y? —Abro la refrigeradora—. Ve a comer a tu casa o lo que sea.

—Hazme algo de comer, por favor —pide y por supuesto que no lo haré.

Escuchamos unos pasos y seguramente Tomas se acaba de levantar. Después de unos segundos entra con el cabello despeinado y bostezando, nos mira pero no se sorprende, como dije antes Elthon siempre parece estar aquí últimamente.

— ¿Y mamá? —pregunta restregándose los ojos con las manos.

Elthon le contesta: —Fue con mamá, se llevó a Jana.

Le tiro una manzana a Elthon y él la alcanza antes que caiga al piso. —Tu desayuno —le digo.

Tomas se sienta en una de las sillas que están en la encimera. —Hermana hazme unos panqueques.

Lo señalo. —Nunca cocinaré para un hombre.

Elthon suelta una carcajada antes de darle una mordida a la manzana. —Lo harías para Fletcher.

Bufo. —No lo haría para Fletcher, quizás papá sería el único hombre que aceptaría una orden pero él jamás me pide que cocine para él.

Tomas se acerca a la alacena y saca una caja de cereal. —Porque quemas hasta el agua hirviendo.

—Tu ni sabes como prender una estufa —lo ataco.

Elthon ríe de nuevo. —Me encanta lo bien que se llevan.

Tomas se sienta a su lado. —Ojala tu fueras mi hermano, te cambio a esta loca por Mia.

—Ojala no fueras mi hermano —le respondo quitándole el cereal y sirviéndome un poco en un plato—. Soy feliz solo con Jana.

Elthon sigue con su manzana. —Mia no te quiere de hermano, en todo caso se quedaría con Jana.

—Todos aman a Jana —concluye Tomas—. No puedo competir contra ella.

—Cambiando de tema —digo yo y me levanto para servirme un poco de café—. ¿Vas a ir al baile de bienvenida? —le pregunto a Tomas.

—Supongo —se encoje de hombros—. Pero Vanessa… aun no la he invitado.

Elthon lo mira y levanta sus cejas. — ¿Aun te gusta Vanessa?

—Sí —se llena la boca con un puñado de cereal.

Elthon suspira. —Sí que eres persistente, te gusta desde que entraste a la secundaria.

—Déjala ir, hermano —le digo tomando un sorbo de café.

Elthon suspira. — ¿Y tú con quien iras? —me mira y recuesta su brazo sobre la superficie.

Obviamente con Fletcher. —Con cualquiera o con todos, no importa. Estando ahí consigo cita, sabes lo popular que soy.

Tomas me mira y sonríe de lado. —Si claro, Fletcher es tu repelente de chicos. Ustedes dos siempre están pegados y todos creen que están saliendo.

Arrugo la nariz voluntariamente. —Qué horror —finjo desaprobación de ese comentario—. Además no es cierto, hace unos días alguien del equipo de baloncesto me invitó a una cita pero ya saben que estoy en contra de las relaciones.

—Te quedarás soltera por siempre —Tomas se burla.

—Pues tu obsesión con Vanessa no te está ayudando mucho, hermanito —respondo haciendo una cara de burla.

Elthon suspira. —Ya, no peleen. Me cuesta creer que son tan solo un año menor, ustedes son como niños pequeños, Mia es más madura que todos ustedes.

Ruedo los ojos. — ¿Siempre tienes que ser tan aburrido?

Tomas voltea a verlo. —Es ella la que empieza, siempre me molesta.

Me acerco a Tomas. — ¿Ahora te quejas con Elthon? Que bebé eres.




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