Los Errores Que Cometimos (y como los arreglamos)

5

 

HARRIET

—Señorita Bona, ¿Dónde está su informe? —pregunta el profesor de filosofía cruzado de brazos.

Señalo mi corazón. —Aquí, señor Merl.

Escucho como algunos de mis compañeros se ríen, Fletcher sonríe y baja la mirada para que no lo vea el profesor. —No se haga la graciosa conmigo.

Pongo mi mejor cara de cachorro. —De verdad señor Merl, creo que la filosofía está en lo más profundo del ser humano ósea su corazón.

Mas risas, pero no se ríen de mí sino conmigo. —Bien, si hoy viene tan dispuesta a hablar desde su corazón, pase al frente por favor.

Suspiro y lo hago arrastrando los pies. Me paro al frente, justo en medio. Fletcher levanta las cejas y sonríe, yo pongo los ojos en blanco.

—Ya estoy aquí.

El señor Merl se sienta sobre su escritorio y empieza a preguntar: — ¿Qué es la diferencia entre lo bueno y lo correcto, señorita Bona? —De eso trataba el informe, hablar sobre la diferencia entre lo correcto y lo que está bien. Una tontería en mi opinión pero no responderé eso.

—Eh, veamos —llevo mi mano hasta el mentón y elevo la mirada al techo imitando la pose de los pensadores en las esculturas—. Lo bueno es, ya sabe, lo que a cada uno le gusta.

— ¿Y lo correcto? —me pregunta.

Me encojo de hombros. —Creo que… —vuelvo a fingir estar pensando—, creo que lo correcto no siempre es lo bueno para cada quien.

El señor Merl asiente y mueve su mano en círculos. —Siga, explíquemelo a detalle.

—Es como este momento —digo sonriendo—. Lo bueno sería estar en cualquier lugar menos en la escuela —toda la clase ríe y algunos asienten, el profesor les pide silencio—, pero lo correcto según las reglas de la escuela y todo eso, es estar en clase.

El profesor se levanta del escritorio y camina hasta el otro lado del aula mientras me pregunta: — ¿Entonces usted define lo correcto como algo impuesto pero no voluntario?

—Algo así —señalo al piso—, si hubiera un billete de cien podría solo tomarlo y ya pero lo correcto sería preguntar si es de alguien, los billetes no aparecen de la nada.

— ¿Y quién le enseñó sobre eso, señorita Bona? —se recuesta en la pared de atrás, cruza las piernas una frente a otra y sus brazos también—, entonces sigue siendo impuesto por las normas de conducta.

Vuelvo a encogerme de hombros. —Creo que es imposible no asociar lo correcto con lo que la sociedad nos ha impuesto como lo que se debe hacer —explico viéndolo—, pero también creo que algunas veces solo hacemos lo que hacemos porque nuestra conciencia nos manda a hacerlo.

— ¿Alguna vez ha hecho algo bueno para usted pero no necesariamente correcto? —me pregunta.

Asiento. —Copié en un examen —vuelven las risas—, tranquilo, no era de usted —sonrío.

— ¿Cómo era eso bueno para usted? ¿Acaso no sirve para que aprenda?

Niego. —Los exámenes solo nos enseñan a como copiar o como retener información durante un corto periodo de tiempo, apuesto que usted no recuerda todo lo que aprendió en la escuela.

—Es cierto —entrecierra los ojos—, ahora dígame, ¿Ha hecho algo correcto pero que no se sentía bien para usted en particular?

Muevo un segundo mis ojos a Fletcher. —Sí —regreso la mirada a él.

Ahora el profesor camina entre las filas. —Dígame, ¿Qué sintió?

No poder decirle a Fletcher mis sentimientos por estos años me lastima algunas veces.

—Pues se siente mal —suspiro y muevo mi mirada al fondo del lugar, la pared blanca—. Sé que estoy haciendo lo correcto pero es injusto, ¿Por qué no puedo hacer lo que me hace sentir bien?

— ¿Qué pasaría si hace las cosas que le hacen sentir bien? —pregunta deteniéndose al llegar hasta el frente, del lado izquierdo y me mira.

—Muchas cosas —si digo lo que siento y Fletcher me acepta sé que las cosas con nuestras familias no seguirían como siempre. Nos dejan salir y hacer muchas cosas juntos porque piensan que nos consideramos nada más que familia—. Cosas malas, creo.

— ¿Y si son malas para otras personas pero no para usted, qué la detiene a no hacerlas?

Aun si nadie sabe de lo que estoy hablando me siento expuesta, Fletcher me mira intrigado por mis palabras, tiene el rostro un poco ladeado. Los demás me observan con atención, ya no tienen la misma expresión de siempre como si estuvieran esperando mi siguiente chiste, ahora solo me escuchan.

—Creo que prefiero hacer lo correcto antes de arruinar todo —le digo.

— ¿Entonces, qué hará? —me pregunta.

Yo también me lo pregunto a diario y me cuestiono si mi plan es el mejor. Si espero hasta que estemos a punto de ir a la universidad, muchas cosas podrían suceder pero también estoy segura que Fletcher y yo estamos destinados a estar juntos.

—No tengo idea —respondo y suelto un suspiro.

—Eso —me señala—, es parte de ser un humano, señorita Bona. No siempre tendremos la respuesta a todo, no siempre hacer lo correcto es lo mejor ni lo mejor será lo bueno. Lo bueno es subjetivo y lo correcto ha sido predeterminado por un conjunto de normas sociales, religiosas y legales.

—Entonces, ¿no hay respuesta? —pregunto.

Él asiente. —La hay, según la conciencia y análisis de cada quien. La respuesta es individual, de lo bueno. Para lo correcto, según nuestro entorno y cultura, tendremos los parámetros.

La campana suena y yo veo hacia la puerta, el señor Bona nos pide que leamos el siguiente capítulo de nuestro libro y antes que yo me vaya me pide que me acerque.

—Te espero afuera —Fletcher me dice antes de salir.

— ¿Si? —pregunto tocando las puntas de mi cabello.

El señor Merl se quita sus anteojos. —Si hubiera hecho el informe, hubiera sacado un diez.

Asiento. —Sí, lo siento… se me olvidó —confieso.

—Le pondré un ocho, lo mereces —me dice—, me gustó que comprendiera personalmente sobre la diferencia y el conflicto que se genera entre elegir lo correcto o lo bueno.




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