Los Errores Que Cometimos (y como los arreglamos)

23

 

FLETCHER

Regreso a mi casa sin saber que esperar. Ahora el auto de Tomas está afuera y mis padres aún no han regresado. Entro a la casa y escucho voces en la cocina, tal vez ahí están hablando de mí.

Paso para asomarme y me encuentro con Tomas y con Mia, no con Harriet.

Pensé que estaría aquí.

—Hola —les saludo.

Mia levanta la mano antes de meterse una cuchara con helado. — ¿Qué tal?

Tomas me mira de reojo pero no me saluda. Sé que está molesto por el golpe accidental. Me siento a su lado y él suspira, moviéndose un poco lejos de mí.

—Creo que me voy —le dice Mia—. Nos vemos en la escuela mañana.

Mia señala su tazón con helado. —Pero no te lo has terminado.

—Lo sé —toma el tazón—. Me lo como en otra parte, entonces.

Y sale de la cocina.

Mia me mira y hace una cara. —Creo que está enojado contigo por lo de ayer.

Ruedo los ojos. —Ya estoy cansado que todos se enojen conmigo por nada.

Tomas entra del otro lado, donde está el comedor. — ¿Por nada? —se acerca a mí—. Golpeaste a mi hermana, ¿Eso es nada para ti? ¿Te tenemos que aplaudir cualquier cosa estúpida que hagas, Fletcher?

Me levanto. —Basta Tomas, no quiero pelear contigo.

Tomas aprieta la mandíbula. —Me tienes harto Fletcher —golpea la encimera con su puño—. ¿No te das cuenta de nada que pasa a tu alrededor, no? Siempre… eres un idiota.

Estoy tan cansado que no pienso en nada cuando respondo: —Entonces vete de mi casa.

Harriet me dijo un día que ella piensa como nosotros tenemos reglas no escritas que aplican para ambas familias y aunque me mencionó algunas, no recuerdo qué dijo. Lo único que sé es que entre nosotros no hay tal cosa como “mi casa” nuestros padres nos hicieron entender que somos una gran familia y que siempre tenemos que tener las puertas abiertas para cualquiera de nosotros.

Nunca me he sentido como un intruso en la casa de los Bona. Si estoy allá puedo ir libremente a la cocina y tomar su comida, puedo recostarme en el sofá y no tengo que pedir permiso para llegar. Ni yo, ni Mia ni Elthon.

Tomas me deja entrar a su habitación, tomar su ropa, usar sus cosas y acostarme en su cama. Él nunca me ha detenido, siempre me deja hacer lo que quiera.

Y ahora acabo de gritarle que se vaya de “mi” casa.

Tomas abre los ojos y asiente. —Claro, está bien —pasa sus manos por su cabello—. Si ese es el juego que vamos a jugar, no te quiero ver en mi casa de nuevo, Fletcher. No me importa si eres amigo de Harriet, no vuelves a esa casa nunca.

Y como soy un idiota, sigo hablando sin pensar. Sigo diciendo cosas de las cuales me voy a arrepentir después.

— ¡Ni siquiera es tu casa! —lo señalo—. ¡Eres adoptado!

Coincidentemente, de una forma muy cruel y absurda, se escucha un trueno anunciando que la tormenta está por llegar. Aquí adentro, ya comenzó.

Mia se levanta de un salto y camina frente a mí. — ¿Qué te pasa? —Toma a Tomas de la mano—. ¡Eres un tonto! ¿Cómo dices algo así?

Tomas me mira, es una mezcla de ira y de dolor. Tomas es como mi hermano, es mi compañero y lo ha sido desde siempre. Nunca he sentido distancia entre nosotros solo porque es adoptado, siempre ha sido parte de nosotros. No quería realmente decir eso.

Abro la boca pero Mia me empuja hacia atrás con una mano. —Eres un tonto, Fletcher.

Tira de él lejos y se lo lleva hacia afuera, me quedo en la cocina silenciosa y vacía, escuchando como vuelve a resonar un trueno. Me quedo parado pensando en nada y en todo a la vez. Hoy fue un día asombroso con Bianca pero todo lo demás, todos los demás, se destrozó a mí alrededor.

Veo el tazón de Mia, aún queda algo de helado pero ahora no es más que un líquido poco apetecible. Tal vez ese helado refleje mi vida ahora mismo, como en cuestión de nada se desarmó y ahora no hay nada por hacer.

Suspiro viendo hacia la ventana después de otro rayo.

Y luego comienza a llover.

 

Mia me ignora completamente, Tomas me odia, Harriet no vino a estudiar de nuevo y Elthon no salió de su habitación en la mañana. Genial.

Estoy al lado de Bianca en Química pues mi compañera, que es Harriet, no vino y aun si hubiera estado aquí no creo que quisiera trabajar conmigo. Bianca me mira preocupada, hoy he estado más callado.

— ¿Te sientes mal? —me pregunta.

Niego tratando de sonreír. —No, estoy bien.

Se supone que tenemos que hacer algo con las cosas que tenemos aquí, un microscopio y unos pequeños cuadritos de vidrio. No me importa nada de esto.

—Fletcher…

Coloco mi mano sobre su hombro. —Estoy bien, Bianca.

Ella asiente y comienza a trabajar en esto, dejo que ella se encargue y Bianca no me reclama por no trabajar. Pienso en lo que pasó ayer y en todas las cosas malas que dije. Sin duda soy un estúpido.

Terminamos antes que el resto, gracias a Bianca, así que ahora estamos libres y podemos platicar mientras los demás terminan.

—Lo arruiné —le digo.

Ella levanta su ceja. — ¿Qué cosa?

Me duele la cabeza. —Ayer me peleé con todos, básicamente. Bueno, con Elthon no pero él está enojado conmigo desde el día que golpeé accidentalmente a Harriet.

—Fletcher… —aclara su garganta—, oye, no sé qué decir.

—No entiendo porque Harriet se comportó así —le digo—. Tal vez no quiere que pase tiempo con alguien más, pero solo…

Bianca niega con una sonrisa leve. —No creo que sea eso —acomoda su cabello detrás de la oreja—. ¿Alguna vez has pensado que le gustas a Harriet?

Frunzo el ceño tanto como puedo. — ¿Gustarle? No le gusto.

Ella inclina la cabeza. —Yo creo que si le gustas y ayer solo estaba celosa.

Quiero reír. —No, Bianca. De verdad, no le gusto a Harriet. Somos mejores amigos y ya, ella siempre huye de mi cuando quiero abrazarla y cosas así, no le gusto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.