Los Errores Que Cometimos (y como los arreglamos)

31

 

HARRIET

—Gracias por ir por mí —le digo a Elthon frente de mi casa.

No tan lejos de aquí, un par de truenos se ejan escuchar.

Mis padres han salido hoy, se llevaron a Jana. Tomas está con Mia en su casa y bueno, Fletcher… qué importa.

Seguramente en poco tiempo comenzará a llover y solo estaré yo, sin nadie conmigo. Tendré que dormirme para olvidar todo lo malo y los posibles fantasmas que quizás existan en días como este.

—No hay de qué —responde, viendo hacia mi casa—. ¿No hay nadie más?

Niego. —Todos afuera, celebrando Halloween como si fuera el último.

Elthon asiente, sonriendo levemente. Sigue observando la casa y seguido a mí, parece que está pensando muchas cosas a la vez. — ¿Estarás bien?

Suelto una carcajada. —Claro, no tengo miedo a nada —esa es una mentira.

Asiente. —Lo sé, los fantasmas te tienen miedo a ti, no tu a ellos.

Tomo la tela de mi vestido y suspiro. —Pero, um —trago saliva—. Digo, si quieres pasar un rato, o bueno, tal vez no quieres.

Apaga el motor del auto. —Sí, está bien, puedo acompañarte.

Junto mis manos. —Sí, gracias.

Elthon abre su puerta para salir y yo también lo hago.

Fuera del auto caminamos hasta mi casa, mientras el viento mueve mis cabellos sueltos. Abro la puerta, busco  interruptor para iluminar la sala de estar.

— ¿A qué hora vienen tus padres? —pregunta Elthon.

Me encojo de hombros. —No sé, creo que en una hora.

—Está bien —dice—. Presiento que Tomas se quedará en mi casa por esta noche.

Me quito los zapatos y los dejo a un lado. —Seguramente, además Mia y él hacen su maratón de películas de miedo, ¿no?

Rueda los ojos. —Ambos aman esas películas aunque le tienen mucho miedo a la oscuridad.

Sonrío. —Lo sé —señalo hacia arriba—. Voy a cambiarme, ahora regreso.

—Claro —dice, sentándose en el sofá.

Mientras subo las escaleras pienso en todo lo que sucedió este día. En la fiesta, en mi conversación con Albert, en como ahora estoy aquí con Elthon.

Es tan extraño como la vida puede cambiar sin que te des cuenta. Hace muchos años, asumía que Fletcher y yo iríamos a cada fiesta que pudiéramos, que conduciríamos con las ventanas hacia abajo mientras la música nos acompañaría.

El tiempo de tu vida es como el agua entre tus manos, no importa cuanto lo intentes, se cae fuera de tus dedos. Puedes intentar contenerlo pero no durará para siempre, eventualmente, se va.

Tu pasado, tus sueños, tus anhelos y todo lo que imaginabas se va. Tienes que dejarlo ir.

Sé que debería dejar ir a Fletcher y mis esperanzas con él. Sé que debería intentar algo más, salirme de la pecera donde todo era por y sobre Fletcher.

Pero no puedo, o tal vez, no quiero.

No quiero rendirme aun. Siento que puedo obtener su corazón, que quizás solo está confundido y pronto se dará cuenta que siempre debimos ser él y yo. No él y Bianca.

Mientras guardo mi vestido, algunas lágrimas se deslizan de en mis mejillas.

Esto de estar enamorado, de sentir amor, es tan confuso. Se supone que el amor está relacionado con corazones, dulces y felicidad pero no estoy sintiendo nada de eso. Estoy sintiéndome abandonada y sola.

Perder a alguien que es todo lo que siempre quisiste, es muy doloroso y es peor ver como otra chica se convierte en la protagonista de la que se supone era tu historia de amor.

Justo después de colocarme mi camiseta amplia que uso para dormir, la luz de mi habitación se apaga. Primero pensé que el foco se había quemado pero luego, un trueno muy fuerte se escucha demasiado cerca.

— ¿Harriet? —escucho la voz de Elthon afuera.

Hay luna llena hoy por lo que puedo ver un poco a través de la iluminación que entra por mi ventana. Me acerco para abrir mi puerta y veo que Elthon se está acercando mientras usa su teléfono como linterna.

—Se fue la luz —me avisa—. Es probable que haya una fuerte tormenta.

Miro hacia la ventana. —Ah, um, entonces deberías irte.

Elthon niega, colocando la linterna de su teléfono y dejándolo sobre mi escritorio para que podamos ver un poco más. —No me iré, estás sola y si empieza la tempestad podría ser, pues, peligroso.

—Es solo agua —respondo, sentándome en la orilla de mi cama.

Suspira. —Sí es solo agua pero si alguien intenta entrar, no escucharás nada.

Cruzo mi pierna. — ¿Me vas a proteger? —Suelto una pequeña risa—. Vaya, que afortunada soy.

—Que graciosa —dice, acercándose a mí pero no se sienta todavía—. ¿Quieres bajar?

Niego. —Estoy cansada, además aquí está más calientito, en la sala es más frio.

—Calientito —repite, sonriendo—. A veces me pareces un poco tierna, solo un poco. No es tan seguido.

Ruedo los ojos y tomo su brazo. —Siéntate, ¿estarás ahí toda la noche?

Se sienta a mi lado y junta las manos sobre su regazo. — ¿Cómo te sientes, Harriet?

Antes que pudiera responderle, otro trueno me hace pegar un salto pequeño por el susto.

Elthon suelta varias carcajadas.

Lo empujo en el hombro. —No es gracioso, me asusté.

Elthon rasca su cuello. —Recuerdo que te daba mucho miedo cuando llovía de esta forma —fuera de la casa, empieza a caer la lluvia—. ¿Lo recuerdas?

Asiento, soltando aire por mi nariz lentamente. —Claro, lo recuerdo —me muevo dentro de la cama para poder cruzar las piernas—. Odiaba tanto los truenos y los rayos, pensaba que podían matarme.

—Técnicamente, sí pueden —dice, recostando una mano sobre el colchón—. Pero no creo que puedan hacerlo si estás en una casa, adentro.

Me encojo de hombros. —Pues, sí, pero antes no lo veía así. Tomas y Fletcher me molestaban mucho, pero no podía evitar llorar.

La mirada de Elthon se suaviza. —Lo sé, lo recuerdo —baja la voz—. Lo recuerdo —repite.

Tomo mis rodillas. —Um, sí, yo… creo que a veces te buscaba cuando lloraba.

Asiente, mueve una de sus piernas para subirla al colchón. —Lo hacías, todo el tiempo. Por alguna razón pensabas que porque tenía diez años era más fuerte que nadie y querías que te protegiera.




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