Los Errores Que Cometimos (y como los arreglamos)

33

 

HARRIET

— ¿Sabías que Albert tiene una enfermedad, no? —le pregunto a Elthon.

Asiente. —Lo sé, es complicado pero él hace su mejor esfuerzo.

Suspiro, viendo fuera de la ventana de su auto. —Es raro todo eso de las enfermedades, estuve buscando sobre esa en específico y me aparecieron más videos de todo tipo de personas con problemas incurables y, es triste.

Elthon asiente, viendo su camino. —Lo sé, es extraño —suspira—. Pero es una realidad y ojala más personas se interesen en esos temas, hay mucho desconocimiento. Albert pensaba que iba a morir cuando lo diagnosticaron porque no sabía nada de esa enfermedad.

Juego con las puntas de mi cabello. —Yo… no sé, ayer vi videos de niños con enfermedades muy raras, tipo, solo diez o menos personas en todo el mundo las tienen y me sentí culpable… me he quejado por estupideces.

Elthon sonríe. —No creo que debas sentirte culpable, es mejor agradecer por lo que tienes. Ahora mismo, tienes salud y eso es algo que no todos pueden decir —me da un vistazo—. Cuando Albert me contó sobre lo suyo me dijo que él siempre que puede, habla de eso. Quiere que la gente comprenda que lo que otros dan por sentado, es algo que él desearía tener.

—Eso me hace sentir más culpable —digo, recostándome en el asiento.

Ríe un poco. —No creo que esa sea su intención, él habla de cuidarnos. Es por eso que él está en contra de muchas cosas, como el cigarro y el alcohol. Sí cree en que cada quien haga lo que quiera pero él desearía que la gente pudiera ser consiente del daño que ellos mismos se están provocando.

—Sí… —aunque yo nunca he fumado y sí he probado un poco de alcohol, pienso en que quizás no los necesito.

Yo estoy sana y Albert está luchando contra su cerebro. Albert es agradecido y yo me quejo. Albert es buena persona y yo no.

—Um, entonces —miro el atardecer y pienso que es una linda tarde, demasiado linda como para quedarme en casa—. ¿Quieres ir a comer algo? Yo invito.

Junta sus cejas cuando me mira por un segundo. — ¿Tú vas a pagar?

—Sí —contesto lo obvio, lo estoy invitando.

—Pero, ¿Quieres ir a comer conmigo? ¿Ahora? —pregunta.

 Me encojo de hombros. —Sí, Elthon, ¿Quieres o no?

Bufa. — ¿Me estás invitando a una cita?

Abro mis ojos. — ¿Qué? No, yo no invito a chicos a citas, ellos me invitan a mí y no, no es una cita.

—Te estoy molestando —responde, divertido por la situación—. Está bien, ¿A dónde voy?

Me encojo de hombros. —Tú elige, te voy a invitar.

—Um, bien —me da un vistazo—. ¿Quieres ir al nuevo centro comercial? Hay un restaurante ahí que dicen que es bueno, no sé.

Miro mi ropa, es simple y aburrida. El tipo de atuendo que llevaría un sábado para no hacer nada. —Está bien, pero me compraré un vestido antes.

Resopla. — ¿Para qué?

Me enojo de hombros. —Porque quiero verme linda, ¿Algún problema? Yo puedo comprarme vestidos si yo quiero.

Levanta las manos en forma de rendición. —Tranquila, que agresiva.  Siempre has sido así, me recuerdas a los cachorros de leones.

Sonrío. —Tu siempre me has recordado a las cabras bebes, esas que ni pueden caminar.

Me mira con los ojos entrecerrados luego de detenerse en un semáforo. — ¿Cuándo has visto una cabra bebé?

—En internet —respondo—. Te pareces.

Toma mi rostro con una mano, aprieta suavemente mis mejillas. —Gracias por compararme con una cabra.

Algo sucede con mi corazón. No sé si se detuvo o si en realidad, está latiendo más rápido. No sé qué está pasando pero algo está sucediendo en mi interior.

Observo sus ojos, sus pestañas, sus labios.

—En realidad —su mano sigue sosteniendo mi rostro—. No te pareces a una cabra, eres más como un oso pequeño.

Y como si no fuera suficiente esto para que mi cuerpo reaccione de una manera extraña, Elthon se acerca a mi rostro. — ¿Ah, sí?

Trago saliva, ntentando calmarme. —Ajá, si, un oso.

Sonríe de lado, su pulgar se mueve lentamente contra mi mejilla y de nuevo, una corriente eléctrica recorre mi cuerpo. —No necesitas un vestido —baja la voz—. No necesitas ser diferente, siempre has sido odiosamente linda.

¿Por qué no puedo dejar de verlo?

¿Por qué cada día algo sucede dentro de mí?

¿Por qué Elthon se cuela en mis pensamientos ocasionalmente?

¿Por qué ha dejado de importarme que estemos en su auto y todo lo que puedo ver, es él?

—Pero me gustan los vestidos —respondo, intentando sonar normal.

Baja su mano, dejándola en mi hombro y podría jurar que se acercó un poco más. La luz roja cambia a verde, él se separa manteniendo su sonrisa y antes de encender el radio, dice: —Y a mí tus ojos.

Muerdo mi labio inferior mientras pienso en una respuesta creativa, con sarcasmo o algún chiste tonto pero no digo nada. Dejo que sus palabras junto con la canción de la radio sean lo último que quede en el aire.

Le doy un vistazo de reojo a Elthon y sonrío levemente.

Honestamente, a mi también me gustan sus ojos.

 

Luego llegamos al centro comercial y a pesar de todo, yo quería comprar un vestido. Lo vi por internet en la página de la tienda y espero que aun esté disponible. Pude haberlo ordenado en línea pero soy de las personas que aún les gusta ir a las tiendas.

—Mira, es ese —le digo a Elthon, señalando el escaparate—. Vamos, lo necesito en mi vida.

Es casual, en tonos rosados fríos y tirantes delgados negros. Siento que sería perfecto para ir a una boda o a un baile, o tal vez llevarlo a la escuela y lucir genial.

Una de las empleadas se acerca con una sonrisa. —Hola chicos, bienvenidos, ¿Necesitan algo?

Señalo al maniquí. —Necesito ese vestido.

Ella asiente. —Claro, por supuesto —se mueve a un lado, detrás de una columna y regresa con el vestido—. Creo que esta es tu talla.




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