Los Errores Que Cometimos (y como los arreglamos)

39

 

HARRIET

Hoy ya no hay escuela y comienzan oficialmente las vacaciones de invierno.

Normalmente decoramos el primer día de vacaciones así tenemos tiempo y todo eso, era costumbre que primero decoráramos mi casa y luego la de los Moore.

Fletcher no está así que no será lo mismo pero mamá igualmente invitó a Mia y a Elthon para que nos ayuden. Fletcher usó su enfermedad como excusa, por suerte no estará hoy.

Me pregunto si Bianca le habrá dicho algo o si tal vez ella no me creyó después de todo. Sé que yo no inicié el beso y que Bianca tiene cierto derecho de saberlo pero, ¿Tenía que esperar a que Fletcher le dijera? ¿Hice bien?

Los pensamientos siguen golpeando mi mente una y otra vez. No debería sentirme mal y no debería arrepentirme por nada pues logré mi objetivo de hacerla sufrir aunque sea un poco, yo por ella la pasé mal. Pero me siento mal y me siento peor cuando Tomas y Mia no dejan de juzgarme con sus ojos.

Elthon los ve y sospecha pero aún no ha preguntado nada y así es mejor, no quiero que él se entere de todo este desastre. Le pedí que me ayudará a decorar la sala de estar mientras ellos están en la cocina, así no tengo que seguir lidiando con sus ojos llenos de crítica.

—Oye, ¿Por qué no has ido al albergue? —me pregunta.

Porque me peleé con los chicos. —Ah, la escuela se pone un poco difícil en estas épocas, sabes que estamos cada vez más cerca de la graduación.

Asiente. —Los chicos me han preguntado por ti.

Me concentro en colocar un Santa Claus en su trineo sobre un mueble. — ¿Ah, sí?

Elthon asiente. —Sí, en especial Albert, dice que ha estado preocupado por ti y espera que estés bien.

Respiro profundo. —Me cae bien Albert —le digo.

Elthon saca unas velas rojas de su caja. —Es agradable estar con él, siempre te hace sentir mejor.

Me siento culpable. — ¿Alguna vez lo has visto enojado? —recuerdo nuestra discusión.

Niega. —No, el raramente se enoja —ahora le coloca las fundas navideñas a los cojines—. Aunque un día me dijo que estaba molesto porque alguien que sabe que puede ser mejor, no lo reconoce.

Casi se me cae una bola de nieve. — ¿Qué? —volteo.

Sonríe. —Sí, algo como eso —se encoje de hombros—. Albert es bueno leyendo a las personas, sabe cuándo puedes hacer las cosas de otra manera y que eres capaz de ello pero se frustra si no lo haces.

Junto mis cejas. — ¿Enserio? ¿Lo ha hecho contigo?

Elthon suspira, viendo al techo. —Digamos que sí, él me ha dicho que no pierda el tiempo esperando el momento indicado, que siga a mi corazón pero… bueno, no soy tan valiente como él.

—Albert… creo que él piensa que no soy tan mala persona —afirmo.

Elthon toma otro adorno. —Lo sé, él siempre busca a las mejores personas para ser su amigo.

Giro y lo veo a los ojos. — ¿Acabas de decir que yo soy una de las mejores personas en el mundo?

Entorna sus ojos mientras una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro. —Oye, Harriet —deja el adorno a un lado—, um, ¿no quieres que hagamos algo mañana? Digo, podríamos ir a comer o a que compres otro vestido.

Entorno mis ojos. — ¿Quieres hacer eso? —sonrío—. Digo, um… suena a que tú podrías estar invitándome a salir.

Elthon mira al suelo y levanta los hombros. — ¿Es eso algo malo? Yo sé que ahora no quieres nada de eso, pero me refiero a que vayamos a pasar el rato, no hablo de citas.

Asiento, un tanto decepcionada. —Ah, sí, a eso me refería… no una cita, claro. Um, digo, sí, está bien.

Escuchamos un auto y nos vemos, mi padre está en el taller y mamá está aquí arriba con Jana. ¿Quién vendrá? Esperamos a que llamen a la puerta y yo aviso que iré a abrirá.

Abro y me encuentro con Fletcher, tiene la nariz roja y está llevando como tres suéteres. Se ve muy mal pero si está tan enfermo, ¿Qué hace aquí?

— ¿Fletcher? —pregunta Elthon.

Fletcher niega y atraviesa la puerta. — ¿Qué rayos hiciste Harriet?

Mi corazón se paraliza. — ¿Qué?

Cierro la puerta. — ¡¿Qué le dijiste a Bianca?!

Está muy enojado conmigo. —Fletcher… yo…

Él aprieta el puño. — ¿Qué hiciste? —se acerca a mí y doy un paso hacia atrás, sintiéndome nerviosa—. ¿Qué rayos le dijiste? ¿Por qué no me respondes?

— ¡Ey! —Elthon se acerca y lo separa un poco de mí.

Fletcher lo empuja. —No te metas, Elthon, esto es con ella —se vuelve a acercar—. ¿Qué rayos le dijiste, Harriet?

No me salen las palabras, solo quiero llorar. —Basta por favor, Fletcher —pide Elthon tomándolo del brazo—, regresa a casa.

Él se quita enojado y me señala. — ¿Por qué eres así? Harriet… yo…

— ¿Qué pasa aquí? —Tomas aparece con Mia detrás.

Yo comienzo a temblar, como si la temperatura hubiera bajado veinte grados. —Yo…

Fletcher se pasa la mano por la cara. — ¡Lo arruinaste, Harriet! ¡Arruinaste todo con Bianca! ¿Por qué hiciste eso? ¿Quién te crees que eres?

Tomas se acerca. — ¡Deja a mi hermana! —lo empuja pero Fletcher se defiende y le devuelve el empujón.

— ¡Fletcher! —grita Mia—. Basta, no hagas eso.

Fletcher ignora a todos, tiene los ojos clavados a los míos y su mirada irradia rabia. Nunca lo había visto tan molesto. — ¿Por qué, Harriet? ¿Por qué eres así conmigo? —Empuja a Elthon quien estaba tratando de moverlo lejos de mí—. ¿Por qué dices que me amas y luego haces algo para arruinarme? ¿Por qué piensas que puedes dañar a las personas sin asumir las consecuencias?

— ¿Y tú? —le respondo tomando fuerza—. ¿Y tú qué? ¿Crees que puedes besarme cuando se te da la gana para regresar con tu novia después?

Elthon abre la boca. — ¿Besaste a Harriet?

— ¡Lo sabía! —grita Mia—. ¡Eres como papá!

¿Qué dijo?

Fletcher frunce el ceño. — ¿Qué?

Tomas abraza a Mia. —Tu padre está engañando a tu madre, Fletcher. Lo sabrías si salieras de tu burbuja.




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