Los Escritos De Blake

5 Casa Holerman

 

 

         Blake preparó una mochila con provisiones de alimentos, algunas prendas de vestir y todo lo creyó que podía llegar a necesitar durante la travesía con sus amigos. El hecho de no saber cuál sería el día de la partida aumentó considerablemente su nivel de ansiedad. Blake revisaba su equipaje cada noche antes de dormir, y cada vez que lo hacía, agregaba nuevos objetos a su lista mental: cuerdas, el juego de dagas de su padre, y alguna que otra herramienta de trabajo que no estaba mal llevar por si acaso.

En el otro extremo del poblado, en la vivienda junto a la costa, Carol y Cinthia hacían lo mismo. Cada una llenaba su bolso de suministros, ropa de abrigo y varios frascos con brebajes que había preparado la señora Silverymoon para combatir malestares de todo tipo; como por ejemplo dolor muscular, jaquecas, resfriados, o incluso infusiones especiales para conciliar el sueño. Mery les enseñó a sus hijas algunas técnicas defensivas y también les hizo llevar algunos libros ilustrativos que explicaban cuáles hierbas eran comestibles y cuáles resultaban venenosas.

         Pol, como era de esperar, tenía su mochila de viaje preparada desde hacía varias semanas. El joven guardó muy bien la vara luego de examinarla por un largo tiempo. El Vislumbrador era un objeto realmente inaudito; que generaba la misma curiosidad y atracción que la mayoría de las cosas que encierran un misterio, sólo que de una manera mucho más atractiva. El cuerpo de la vara estaba conformado por lo que parecía ser una rama estilizada, pero Pol estaba seguro que ninguna plantación de aquellas características crecía en los bosques de la región. En secreto, el joven agitó el artefacto más de una vez esperando que algo magnífico suceda, pero nada ocurrió. Del solo hecho de pensar que aquel objeto podía concentrar magia, uno podía tomarlo e imaginarse realizando trucos y hechizos asombrosos… la sensación era indescriptible.

Mientras todo el grupo aguardaba expectante alguna señal de Pol, los días fueron pasando con lentitud, y en el medio, ninguno experimentó gran entretenimiento. Todos se pasaban el día pensando en qué tipo de sorpresas se encontrarían por el camino, o qué hallarían si lograban llegar a la frontera con éxito. Por las mañanas todos realizaban sus quehaceres: ir a pescar, alimentar animales, cuidar la casa o acomodar los jardines. Por la tarde destinaban tiempo a la recreación. Pol dedicaba gran parte de la jornada a releer libros que ya había leído hasta aprenderse de memoria. Carol y Cinthia pintaban en el balcón o salían a dar largas caminatas por la costa. Blake, en cambio, no creía tener un pasatiempo definido y toda esa tensión se le hacía incontrolable.

Camil guardaba en el establo una colección de armas. El hombre tenía algunas espadas de entrenamiento con las que practicaba ocasionalmente, y también poseía algunas de interesante aspecto que siempre habían llamado la atención de Blake. El joven observaba a su padre practicar aquella doctrina con atención, y luego a escondidas intentaba imitar sus movimientos. Blake era un muchacho sagaz, y poseía una gran habilidad para el dominio de la espada.

Blake guardó su espada favorita debajo de su cama. Era una pieza sugestiva y hermosa, como si la luna hubiera depositado en ella todo su fervor. Poseía incrustaciones de diamantes y un guardamano esculpido con escamas doradas. La vaina era de acero, y poseía grabados en escrituras antiguas y desconocidas. Desde que el joven desenvainó el arma por primera vez, y observó su hoja esculpida con ornamentos blanquecinos, sintió por la pieza especial afecto y absoluta admiración.

 

✭✭✭

 

         Cinco noches más tarde, Pol consideró que ya era momento de iniciar el viaje. El joven bajó desde su habitación en silencio, se acercó cuidadosamente hasta la jaula de Ildher, y la movió con suavidad.

 

—Shhh no hagas ruido —imploró el joven y luego agregó—: Perdona por asustarte, pero me urge que hagas una entrega.

 

         La paloma se mostró alegre de verlo. Ildher pareció comprender la situación, ya que apenas se limitó a mover su cabeza en muestra de aprobación. Pol buscó un pedazo de pergamino y anotó una frase corta pero contundente: «Nos vemos a la medianoche. A mitad de camino de nuestras casas y la suya, rodeando la Aldea». A continuación el joven abrió la jaula, le ató el mensaje al ave en una pata y realizó unos ruiditos con su silbato procurando que no sean demasiado fuertes. Pol llevó a Ildher hasta el jardín e instantes después la misma se encontraba en vuelo en dirección a la vivienda de las Silverymoon.




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