Los Escritos De Blake

10 El Rey de Nasca

10 El Rey de Nasca

 

         Se había iniciado una nueva semana. La claridad despertaba la ciudad poco a poco y los suelos se veían cristalizados por la escarcha. Un guardia llamó a la puerta de la torre donde los chicos aguardaban desde hacía algún rato. Blake había despertado en medio de la noche con la sensación de no haber dormido nada, y desde entonces no había vuelto a conciliar el sueño. El joven abrió la puerta con prisa, más por reflejo que por entusiasmo. Un gran carruaje aguardaba en la calzada y todos se apresuraron para cargar sus pertenencias.

         Los caballos comenzaron a trotar rumbo al castillo y el joven futuro Rey tuvo la impresión de que aquel sería el viaje más largo de toda su vida. Pol y Cinthia se durmieron al poco tiempo, cuando el camino aún era de adoquines y las torres empinadas se amontonaban en lo que parecía ser una competencia de altura, dejando poco horizonte visible, ocultando con su presencia los picos montañosos. Carol y Blake no se dejaron vencer por el traqueteo del carruaje, ni por los cantos y silbidos armoniosos que entonaba su conductor. Ambos jóvenes prefirieron ser espectadores del fabuloso amanecer. Las montañas blancas se veían primorosas en contraste con el cielo, mientras que los rayos del sol se asomaban por detrás de los picos nevados, haciendo resurgir con ellos el habitual encanto.

En las zonas linderas a la ciudad los animales recién comenzaban a salir de los grandes establos, procurando permanecer agrupados para resguardarse del frío. La mayoría de los individuos continuaban sumergidos en el descanso, pero muchos otros se alistaban para comenzar la jornada, y eso implicaba también, elaborar y hornear alimentos para agasajar a la familia durante el desayuno. La tranquilidad que se percibía en el campo era cautivadora y las costumbres hogareñas no diferían demasiado a los hábitos de Máreda. Aquella sensación trasladó a Blake por unos momentos a su antiguo hogar, y el joven sintió que su voluntad se vigorizaba.

         Durante el último tramo del viaje Blake notó que sus temores se acentuaron. Por momentos la espesura del bosque parecía ser un sitio ideal para perderse y desaparecer. El joven deseaba delegarle aquella responsabilidad a uno de sus amigos. Pol era un joven culto y capaz; y seguramente se habría sentido honrado de cumplir esa tarea. Pero Remus lo había elegido a él, y no podía desperdiciar la única oportunidad que tenía de cambiar la realidad. Blake respiró hondo y se volvió a convencer a sí mismo de que la confianza que Remus había depositado en él debía bastarle.

         El carruaje se detuvo en frente del castillo, lugar que sería su nuevo hogar a partir de ahora. Los cuatro jóvenes se bajaron y se dirigieron hasta el vestíbulo, donde el consejero aguardaba por ellos para escoltarlos hasta el salón de reuniones especiales. Aquel sitio era el salón más importante y exclusivo del recinto. Para llegar hasta allí tuvieron que cruzar los invernaderos, algunos puentes y tomar un atajo especial. El salón se encontraba en la torre más alejada de la sala de trono, y contaba con un único acceso, a diferencia de todos los demás.

Allí se encontraban ambos Reyes. El lugar era enorme, y las paredes estaban recubiertas por ventanales en su totalidad. Remus no vestía sus túnicas espectaculares, que realzaban su aspecto; llevaba vestimenta típica de Aldeano y se veía como un sujeto corriente. Lo único relevante en la figura del hombre era el Zar, que ahora se encontraba oculto bajo un grueso tapado. La Reina también vestía un grueso abrigo y se veía lista para realizar un viaje.

 

— ¿Bastante bien, verdad? Utilicé la ropa que dejaron en el castillo como modelo —comentó el Rey sonriente.

—Con esa apariencia jamás imaginaría que eres un Rey —dijo Pol, impresionado.

—Mi carruaje debe estar listo. Aprovecharé la ausencia de mi marido para visitar a mi familia en el poblado vecino de Malior. Deseo que todo se resuelva de la manera más justa —comentó Alexia, luego besó a su esposo en la frente y se retiró.

—Ella me hace sentir un hombre afortunado… su apoyo y consejo han sido fundamentales para tomar una decisión —exclamó el Rey mientras la veía alejarse.

—Disculpe por interrumpirlo, Majestad, pero ya es hora —dijo un sujeto extraño acercándose tímidamente al umbral de la puerta.

 

         Se trataba de un Stonger, y los chicos se mostraron impresionados ya que era la primera vez que veían uno en el castillo. Los jóvenes habían escuchado a su amigo Andy hablar sobre ellos, pero a pesar de las descripciones nunca hubieran podido imaginarlo de esa manera. Sólo unos pocos Stongers residían en Nasca —la mayoría vivía en Tales o en las ciudades ubicadas al sur del continente—, y casi todos eran introvertidos y se desempeñaban en Alquimia o Neussel (rama antigua de la magia que comprende la investigación de la magia negra y los modos de protección ante la misma).




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