Los Escritos De Blake

14 Verdades al descubierto

 

 

         Habían pasado seis semanas desde que Remus residía en Máreda. La abuela de Pol estaba cada vez más apenada por la ausencia de su nieto. Anna casi no salía de su casa y las malezas invadían su jardín. Tamara se levantaba muy temprano por la mañana y se dirigía hacia la vivienda de la anciana para ventilar los ambientes y prepararle el desayuno. Luego, ella se encaminaba en dirección al mercado donde realizaba una jornada menos extensa junto a Mery.

         Todos hacían un gran sacrificio. Debían ocuparse de cumplir con sus responsabilidades y al mismo tiempo fingir normalidad ante el resto de los individuos. El único consuelo era pensar que todo cambiaría dentro de poco tiempo, cuando sus hijos retornen a Esgolia. Camil y Remus se encargaban de atender los animales y demás actividades en casa de los Alfarin. Aquel trabajo extra les resultaba desgastante; excepto cuando Remus pedía hacerse cargo de los quehaceres más demandantes y terminaba en tiempo récord.

         Era inicios de semana y ambos hombres trabajaban en el establo de la familia vecina. La tarde estaba fría y descolorida. Mientras cumplían con los deberes, Camil trataba de pensar junto a Remus en una excusa creíble para la próxima vez que Anna pregunte por su nieto. Los hombres no tuvieron demasiado tiempo para planear una mentira, ya que en ese momento ella los sorprendió.

                                                                                     

—Sea lo que sea que haya sucedido, necesito que me lo digan ahora. No dejaré pasar más tiempo —dijo Anna a Camil.

—Tiene que permanecer tranquila, jamás le ocultaría algo malo. Pol y Blake están juntos, sanos y salvos —aseguró Camil.

— ¿Entonces por qué no puedo ver a mi nieto? Ya han pasado varios meses y aún continúan sin regresar. Si ustedes no me dicen la verdad, entonces me veré obligada a salir en busca del señor Haugnen para exigirle una explicación  —dijo la mujer angustiada.

—Camil, ¿me permites un momento a solas con Anna? —preguntó Remus a su amigo. Camil accedió y les otorgó privacidad. El Rey ya no podía soportar aquella situación de saber demasiado y tener que callar, mientras todos a su alrededor parecían desmoronarse por la angustia.

—Pedí que habláramos a solas porque debo confesarle algo —comenzó Remus—. Conozco a su nieto, y también conozco a Blake. Camil no puede saber nada sobre esto. Pol es un joven valiente, que escucha su corazón y no teme enfrentar ningún peligro. Ahora mismo ellos se encuentran realizando un trabajo importante… pero tenga certeza que ambos están seguros y no se encuentran muy lejos de aquí. Prometo que todo acabará en cuestión de días y usted podrá verlo —agregó Remus, y sus ojos se humedecieron bajo la tenue luz del granero.

—Por lo visto nunca han ido a ese tal campamento —afirmó la mujer frunciendo el entrecejo.

—Es una especie de campamento… pero con finalidades mucho más transcendentales —contestó el hombre.

—A ver si comprendo… Camil no sabe nada sobre esto y ahora mismo él y su mujer están desesperados, sin embargo, usted parece saber mucho más de lo que calla. ¿Por qué lo hace? —prosiguió Anna.

—Le aseguro que ver su pesadumbre me acongoja. Camil se ha convertido en un gran amigo para mí. Él pronto conocerá toda la verdad, pero aún necesito ultimar algunas cuestiones. Por favor, le pido que guarde este secreto —pidió Remus.

—Hay algo raro en usted. En el pasado he viajado mucho, podría decirse que conozco a casi todas las familias que viven en ésta región… muchos se han ido, y otros han llegado; a otros tantos uno le pierde el rastro, pero cuando los vuelve a ver los reconoce de inmediato. Sin embargo, estoy segura de que nunca antes había visto a ningún sujeto como usted, con sus facciones… puede ser extraño lo que digo, pero es como si realmente usted no perteneciera a Máreda… o mejor aún, como si no fuese uno de nosotros —susurró la mujer mientras examinaba a Remus pensativa y luego agregó—: No diré una sola palabra al respecto, pero a cambio debe prometerme que me informará sobre cualquier cosa que suceda, sea buena o mala.

—Lo haré, lo prometo —concluyó Remus formulando una débil sonrisa.




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