Los Escritos De Blake

17 Espigas de Acero

 

 

         Luego de las confusas explicaciones de Remus, en Esgolia reinó la conmoción. Pensar en un engaño no era lo mismo que pensar en un ataque de dragones, aunque no por eso dejaba de considerarse un asunto grave, de los más graves que todos hayan tenido que enfrentar. Aquello tuvo una gran repercusión en Máreda; donde el tiempo transcurría a paso lento y las noticias muchas veces no sobrevivían las distancias que separaban los poblados. La gente continuó alborotada incluso una semana después de ocurridos los hechos, y los viejos armeros aún permanecían con las armas aferradas al cuerpo, ya que sufrían desconcierto y miedo al engaño. Pese a todo, desmanes y temores, los individuos más influyentes de los diferentes lugares lograron serenar el ambiente.

En el bosque Madinor pronto comenzaron a percibirse movimientos extraños. La ruta de los mercaderes nunca habían sido tan concurridas en el pasado, y en el mercado jamás se habían amontonado tanta cantidad de carruajes y caballos. Llegaron a Esgolia vecinos provenientes de los demás poblados, y luego de algunas semanas el primer grupo de bravíos irrumpió a galope en la Aldea. Los hombres pidieron hablar con los encargados de la seguridad y representantes del poblado costero.

         Los bravíos traían más furia que temor, pero los habitantes de la Aldea que conformaban el consenso transmitieron los mensajes que había comunicado el Rey, los mismos que los bravíos mismos habían oído de la boca de Remus semanas atrás. Desde que los Humanos habían llegado a Nasca, habían prometido actuar en complicidad y mantener la unidad para prosperar sin cometer los errores de antaño. Cuando en los años venideros se formaron los demás poblados, los tres acordaron apoyarse y protegerse. Era parte del convenio llegar siempre a un acuerdo que favorezca las tres partes, así como que no perjudique a ninguna de ellas. El debate entre miembros de los tres poblados fue acalorado, pero finalmente, miembros de Esgolia y poblado Nogal lograron apaciguar las débiles llamaradas de furia de los que sentían que todo había sido una burla y debían buscar venganza.

         Mery partió a rencontrarse con sus hijas algunas madrugadas después, y a ella se le unió Madox. Las noches previas habían sido una locura en Corazón de Dragón; las sillas no daban abasto y los individuos se amontonaban por todo el sitio, ansiosos por debatir y planear sus respectivos viajes con el amparo de viejos conocidos. Madox habló en cuanto pudo con Ashtor, su gran amigo, y trató de convencerlo para que él y su mujer los acompañen al destino que tantas veces habían anhelado descubrir en las épocas de juventud; pero debido a los últimos acontecimientos, Ashtor tenía más motivos para quedarse que para marcharse. El tabernero era uno de los hombres más respetados en todo Máreda, y su intervención en los asuntos en referencia a Nasca serían cruciales para desalentar un ataque por parte de los bravíos. El hombre prometió, sin embargo, que se uniría a su amigo en cuanto diera la posibilidad, ya que se sentía realmente impaciente por explorar aquellas tierras.

Madox era propietario de algunos caballos y también poseía un carruaje destartalado con el que solía realizar algunos viajes al año. Aunque de allí provenían sus principales ingresos, Madox decía que aquello no era más que un pasatiempo, ya que su verdadero trabajo era el arte. El hombre comercializaba botellones de la producción del señor Haugnen y de vuelta traía consigo suficientes insumos para la elaboración de las bebidas más fuertes que se fabricaba en el “laboratorio” de Corazón de Dragón —así lo llamaba su propio dueño—.

Madox y la señora Silverymoon se alejaron de la tranquilidad de Esgolia durante el alba, luego de que cesen un poco los disturbios, tal como les pidió el Rey. A ninguno de ellos le resultó difícil abandonar sus hogares y la vida que llevaban en la aldea, ya que estaban abiertos a las nuevas aventuras. Pensar en un mundo mágico era motivo suficiente para deshacerse de todo por tiempo indefinido. El grupo aceleró el recorrido a caballo y utilizaron el sendero de los mercaderes, que era el más seguro y conectaba los tres poblados para el intercambio de mercancías. Durante las paradas Madox declamaba sus cánticos y relataba increíbles historias sobre sus viajes y aventuras por la región. Les tomó algunas jornadas cruzar Río Lye y adentrarse por el bosque de los misterios, pero en cuanto lo hicieron, aquellos que acostumbraban a realizar exploraciones más a menudo, notaron en el ambiente un cambio de energía.

Al llegar al límite ya no predominaba la neblina fronteriza, ahora, en cambio, una decena de gigantes construían una monumento de varias columnas de mármol que rezaba: "Bienvenidos a Nasca, tierra de todos". Los gigantes saludaron alegres a los Humanos cuando los vieron acercarse a galope, y luego se volcaron de lleno otra vez en su trabajo. Mery y Madox atravesaron una de las enormes puertas que se dibujaba en el muro, donde los guardias mantenían sus puestos y sus habituales tareas de vigilancia. Allí dejaron los caballos y siguieron la última instancia del recorrido en carruaje. Los animales utilizaron el sendero más extenso, que desfilaba por los lindes de la ciudad y luego el camino zigzagueaba por la Montaña Morgan, llevando directo al castillo, la morada de los Reyes.




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