De los 7 colores tradicionales del arcoíris, uno suele ser el más olvidado: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta.
¿Y el índigo qué?
Algo similar se podría decir de Teilor: Wilson es conocido por la clase popular; Jilton, si bien le encantan los chismes, es amante de la geografía; Luitor tenía dotes para la cocina y en ocasiones regalaba magdalenas; Yeison, aunque irritable, cuando no estaba de mal humor tenía un buen manejo de palabras y Deimon, a pesar de su timidez, era conocido por el profesor de Artística por sus habilidades expresivas.
¿Y Teilor qué?
Solo era conocido como el vago del grupo, el que jugaba con consolas y simulaba indiferencia ante los demás, sin ningún tipo de habilidad o interés particular. No era del todo su culpa pues, a diferencia de sus hermanos, Teilor sentía siempre una falta de energía que restringía sus ganas de hacer algo, incluso su estado de ánimo, hasta el punto de no mostrar su molestia porque implicaba mucho esfuerzo.
Eso no significaba que no tuviera intereses, solo le era difícil llevarlo a cabo.
Tal vez por eso sí quisiera estar junto a sus hermanos en este asunto empíreo. Luchar junto a ellos defendiendo la ciudad utilizando ataques elementales como si fuese un personaje de videojuegos era una idea muy atractiva, toda una experiencia.
También consideraba que sería una labor bastante peligrosa; no comprendía cómo Deimon había accedido a hacer algo tan riesgoso, pues si perdían, sería bastante grave tanto para ellos como para el mundo. Además, la ironía no ayudaba: el espíritu restante era el de la electricidad, y él no era muy enérgico.
Aunque quizá, debería intentarlo, ¿no?
Pero eso sería mucho trabajo, he aquí el dilema para Teilor.
Por otra parte, el miércoles no hubo indicios de los konranos, lo cual desalentó al águelo; no solo porque no podría aparecer el otro espíritu, también por Ízîka y su sustento a través del éter de Sōül… Si ellos no atacaban, los águelos desaparecerían muy lentamente.
Lo que sí había pasado es que aparentemente Aida había sido chismosa, pues ya se conversaban respecto a los cinco héroes de Santo Domingo; ella tenía un sello para no revelar su identidad, pero no restringía sobre lo épica que, para ella, resultó la pelea.
Los héroes estaban en la boca de todos, y la aparente unión que los hermanos poseían entre ellos se fortalecía dada esta responsabilidad. Puede que hiciera sentir desplazado a Teilor, y más porque Lîf mostraba miedo de que el espíritu del rayo no quisiera manifestarse.
Todo este contexto nos lleva a lo sucedido del jueves en el atardecer.
Ese era otro de los días que Deimon tomaba para ir a sus clases de música. Sin embargo, no era específicamente a recibir clases, sino darlas. Meses atrás un profesor que daba nociones de música a los más pequeños había faltado por enfermedad, por lo que pidieron dos alumnos de alguno de los salones mayores para suplantarlo, siendo los escogidos Deimon y Aida. Desde entonces ambos chicos daban clases a los niños, lo cual ayudaba a los nervios escénicos del gemelo de azul.
Ese jueves, una vez las clases del día terminaron, los sextillizos se reunieron tras salir de sus aulas y, tras despedirse de Haicol, se reunieron a una pequeña esquina alejados de todos a discutir lo que harían.
Estaba algo nublado, con altas probabilidades de precipitaciones, por lo que debían darse rápido; la ruta a casa tardaba mucho, podría agarrarles la lluvia. Esta vez, a diferencia de la primera ocasión en que estaban con Lîf, sí tenían sus abrigos con los respectos colores que los identificaban. El águelo dormía en la mochila de Wilson, la más espaciosa entre la de los muchachos.
Los chicos fueron precavidos. Si ya cierta atención ellos ganaban por la rareza que es que nazcan sextillizos idénticos, todo el asunto de los héroes —como es el tema de moda—, la discreción era más requerida. Caminaron hasta el portón para los estudiantes (que quedaba después de la zona donde se tiraba la basura), salieron de la escuela y se dirigieron hasta la calle, habiendo muchos alumnos aún por ahí conversando.
Deimon empezaba a tomar una dirección opuesta a ellos, momento en que Teilor se volteó para verlo alejarse.
«Si voy con él puede ser que obtenga el espíritu que falta...», pensó sin percatarse de que se detuvo.
—Teilor, ¿pasa algo? —inquirió Yeison acercándose al susodicho junto a los otros, pues se dieron cuenta de que el hermano de índigo no los seguía.
Teilor notó que el hermano de azul no estaba tan lejos; si gritara, lo escucharía. Hablar fuerte cansaría, y probablemente se arrepentiría más adelante, pero nada...
Sin miedo al éxito.
—¡Deimon! —vociferó Teilor; ante el llamado el muchacho se paró, claramente asustado. Se volteó y regresó a sus hermanos a paso rápido y ansioso.
—¿Qu-qué pasó, Teilor?
—¿Tú… tú crees que yo podría acompañarte? Es que yo no tengo nada que hacer... —Ante esa respuesta los otros cuatro gemelos se miraron entre sí confundidos.
—Bueno… —Deimon estaba por hablar, mas Yeison sujetó a Teilor de los hombros y Luitor procedió a tocar su frente y cuello.