Los Estigmas y Demonios de Jessica

Capítulo 9: La Sombra y la Luz

El sol se filtraba suavemente por las ventanas de la casa de los Quiñones. La vida había retomado su ritmo cotidiano, pero nadie se engañaba: algo seguía presente. La batalla contra el demonio había terminado por ahora, pero el eco del mal permanecía, acechando entre los recuerdos y secretos de la familia.

Jessica caminaba por el jardín, respirando el aire fresco de la mañana. La cicatriz en su frente, vestigio de la corona de espinas, aún recordaba la intensidad de la posesión. Cada paso que daba era un recordatorio de la fragilidad humana y de la fuerza que había encontrado dentro de sí misma.

—Mamá, papá —dijo suavemente—. Sé que esto no ha terminado del todo. Hay un pacto antiguo que debemos romper, y eso significa enfrentarnos a lo que aún nos acecha.

Clara y su esposo asintieron, conscientes de que la seguridad total era imposible mientras quedara la sombra del pasado. Pero esta vez, había algo diferente: no había miedo paralizante, sino determinación.

El padre Pablo y el padre Tarsiso permanecían cerca, preparados para guiar a la familia en los pasos necesarios para romper definitivamente el pacto ancestral. Loyda, convertida ahora en creyente y aliada, había adoptado un rol activo: su conocimiento médico y su recién descubierta fe se complementaban, creando un equilibrio entre ciencia y espiritualidad.

José, aunque todavía cargaba con la culpa de su hermano, sentía que había aprendido a perdonarse y a enfrentar la vida sin esconderse detrás del miedo. Su vínculo con Jessica se había fortalecido: no solo como protector, sino como compañero de resiliencia frente a la oscuridad.

Afuera, el viento movía suavemente las hojas, y un leve susurro parecía recorrer el jardín, un recordatorio de que el mal aún existía. Jessica cerró los ojos y sintió ese frío familiar, pero esta vez no la paralizó. En su interior había aprendido algo fundamental: la luz no existe sin la sombra, y la esperanza no surge sin la lucha.

—No importa cuánto nos observe o nos intente detener —dijo con voz firme—. Podemos romper esto, paso a paso, con fe y unidad.

Pablo asintió, colocando una mano sobre su hombro.

—La batalla final no siempre es inmediata. A veces se libra lentamente, en cada acto de amor, en cada oración sincera, en cada gesto de perdón.

Tarsiso añadió, con su habitual seriedad pero con un brillo de esperanza en los ojos:

—El mal puede acechar, pero no puede destruir lo que está cimentado en la fe y en la verdad.

Esa noche, mientras la familia se reunía para cenar, Jessica observó a sus seres queridos y respiró hondo. Había sobrevivido a algo que muchos considerarían imposible, había enfrentado siglos de oscuridad acumulada y, aunque el pacto antiguo seguía siendo un riesgo, había algo que el demonio jamás podría tocar: la fuerza que se había forjado en sus corazones.

—No hemos terminado —susurró Jessica para sí misma—. Pero esta vez, estamos listos.

La luna iluminaba suavemente la casa, proyectando sombras que bailaban en las paredes. Algunos podrían ver miedo en esas sombras; ellos veían un recordatorio: la vida siempre estará llena de desafíos, de peligros invisibles, pero también de oportunidades para la redención y el amor.

Y así, mientras el mal seguía acechando en silencio, la familia Rodríguez aprendió la lección más importante: no podían controlar la oscuridad, pero sí podían elegir cómo enfrentarse a ella, juntos, con fe, esperanza y la certeza de que cada acto de bondad y perdón debilitaba el poder de cualquier sombra.

La batalla no había terminado, pero ahora tenían la luz necesaria para seguir adelante, sabiendo que incluso en la tragedia, la esperanza siempre encuentra un camino.

FIN




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