Florencia: El Centro del Saber
La Bóveda Geotérmica aterrizó con un estruendo amortiguado en un almacén de curtidores de pieles, cerca del Arno. El aire en la Florencia del Siglo XVI era un revoltijo de tinturas, pigmentos y genio artístico.
Kira usó una de las túnicas que había guardado en la Bóveda, ocultando su traje táctico. Vance vestía un atuendo simple de viajero, pero su confusión seguía siendo su peor enemigo.
—Esto... esto es sublime. Las proporciones, la luz... —murmuró Vance, mirando el Duomo a lo lejos. Su mente científica respondía a la arquitectura, aunque no recordara a Kira.
—Elías, el Protocolo de Cronos buscó aquí la concentración de conocimiento de la época. ¿Qué objeto crearía un científico obsesionado con el tiempo? —preguntó Kira, sosteniendo el escáner.
Vance frunció el ceño, el esfuerzo de pensar le causaba dolor. —Un reloj... pero no un reloj cualquiera. Una máquina. Algo que pueda medir la vida... como un orrery.
La Pista de los Médici.
El escáner de Kira se disparó, no en una plaza pública, sino en una dirección discreta: la Palazzo Vecchio, la sede del poder de los Médici.
—Está en el palacio. El Protocolo se incrustó en algo que el poder quiere proteger —dijo Kira.
Seraphina y Draco aparecieron en el extremo del callejón. Seraphina ahora viajaba con un pequeño equipo de arqueros mercenarios.
—¡Nos persigue, Elías! ¡Tenemos que usar el subterráneo!
Kira arrastró a Vance a través del laberinto de callejones florentinos, usando su conocimiento de las estructuras históricas para moverse sin ser detectados.
La Trampa del Reloj.
Entraron al Palazzo Vecchio bajo la tapadera de mendigos. El escáner de Kira los guio a una torre lateral.
El Protocolo se había incrustado en el reloj astrológico mecánico recién instalado. El reloj, una maravilla de ingeniería y arte, era el objeto más valioso del palacio.
Seraphina estaba junto al reloj, examinándolo. Ella había anticipado la jugada de Kira.
—¡Elías Aelarion! ¡Ven a mí! —gritó Seraphina—. ¡Te he traído tu pasado!
Seraphina activó una proyección holográfica directamente en el reloj. La imagen era la de Vance y Kira besándose apasionadamente frente a la Bóveda de La Vigilancia.
—¡Mírala, Profesor! ¡Tu amada esposa es una mentirosa! ¡Ella te ocultó tu vida para forzarte a servirla!
Vance miró la proyección, la imagen de la pasión era innegable, pero la acusación lo paralizó. —Kira... ¿es verdad?
El Duelo de la Memoria.
Kira sabía que no había tiempo para explicaciones. La duda de Vance era el arma de Seraphina.
—¡Elías, concéntrate! ¡Ella miente! —gritó Kira, mientras se enfrentaba a Draco y a los arqueros.
Seraphina se acercó al reloj. —¡El Protocolo me ha dado el conocimiento! Si lo activo con la fuerza del reloj astrológico, puedo revertir la memoria de tu esposo y convertirlo en mi esclavo.
Kira lanzó una bomba de humo. El caos cubrió la torre.
Mientras Kira luchaba contra los mercenarios, Vance, en un acto instintivo, se abalanzó sobre el reloj.
—¡No! ¡No la dejes tocar mi mente! —gritó Vance.
Vance luchó contra Seraphina. La mano de Seraphina se acercó al mecanismo central del reloj. Vance usó su cuerpo como escudo.
En el forcejeo, la mano de Seraphina tocó el mecanismo. Pero en lugar de ser absorbida, la energía del Protocolo saltó. El reloj estalló en pedazos.
El escáner de Kira parpadeó. El rastro del Protocolo se había movido de nuevo.
—¡Kira! ¡Se ha ido! —gritó Seraphina, frustrada, mientras su propio escáner confirmaba la pérdida.
Kira, exhausta, arrastró a Vance hacia la Bóveda oculta.
—¡Elías! ¡Otro salto! ¡Rápido!
La Bóveda se activó en un destello cegador. La última imagen de Florencia fue la de una furiosa Seraphina, rodeada de guardias de los Médici confundidos, maldiciendo el nombre de Kira Rourke.