Los fantasmas del pasado

Capítulo 2 : Albert

Ya había conocido a un fantasma, pero al que me he familiarizado más era Albert. Un anciano de 97 años, pero aparenta de sesenta.

El siempre viene en las noches, cuando todos están durmiendo. Yo siempre permanecía despierta, a partir de las 00:00 horas.

Ya que desde allí, todo es posible con ellos.

Yo estaba en mi cama, tapada de la cabeza hasta los pies, en una noche tan fría como Alaska. Pero claro, yo no vivo allí sino en Washington DC. Aunque de todos modos tengo familia en Alaska.

Cada noche que él venía, siempre prendía una vela cerca de mí . Para cuando él este cerca, yo me diese cuenta. Escuche con atención sus pisadas que eran pesadas, cogía una pierna, se arrastraba con lentitud.

Hasta que lo oigo llamarme.

—Sasha...¿Querida estas despierta? — dijo Albert.

—Si abue....

—Ahh...pensé que tu mamá no te había dejado — dijo Albert.

Obviamente yo no soy la nieta de este pobre hombre. El murió en 1807. De tuberculosis, una enfermedad que ni yo quería saber...

Albert es un anciano amable, cariñoso pero lo único detalle es que siempre me confunde con la nieta que jamás volvió a ver.

—Tu mamá me dijo que durante este pequeña casa, permaneceré varios días...¿Cómo anda mi niña?— dijo Albert al tomar asiento.

—Estoy bien...¿Y tu?— le dije con una sonrisa.

—Oh mi niña, estoy bien. Este anciano todavía puede caminar, aunque esta pierna este en mal estado, mejor que tú padre...— dijo Albert.

Cada vez que escucho la palabra "padre" mi cabeza y mi cuerpo tratan de controlarlo, lo que para mi es doloroso.

«Padre...es lo que no tengo»

—¿Y como anda ese muchachito del que me hablabas? — dijo Albert al notarme distraída.

A veces intento descifrar lo que ellos me dicen, su pasado no es mío. Pero me intriga escucharlos, por eso todavía accedo a verlos.

—Nada, no lo veo— dije mintiendo.

—Es una pena Claris, él era un buen muchacho. Aunque debo advertirte que él está enfermo...lo notaba pálido, y demasiado flaco para mi. Debes encontrar alguien más adecuado— dijo Albert que siempre alegra a uno cuando está en sus penas.

—¿Quieres ir a afuera para ver su puedes mejorar la circulación de tú abuelo?.

—Claro, Abuelo— conteste.

Al bajar desde el segundo piso. Yo y Albert bajamos cuidadosamente. Cuando nos encontramos con la puerta le permití que pasará primero.

Camine sobre el pasto mojado, y desde allí sonaban las ramas sobre el techo de mi casa.

Albert me trajo cerca de él a la calle, pero como siempre el solo observaba el cielo nocturno.

—Ahh...mi niña...jamás olvidare cuando eras una bebé. Y también cuando...— se detuvo.

—¿Qué pasa?.

—¡Por qué!,¡Por qué! —dijo gritando con pánico.

—¿Qué sucede, porque actúas así ?— dije al intentar obtener su atención , pero el anciano lo único que hacía era prestar atención a lo desconocido de la noche.

—Él ..Él viene...¡El viene hacia aquí! — dijo Albert al tomarme de los hombros.

—¿Quién? — trate de calmarme.

—Si no te apresuras...no te salvaras de que te mate— dijo Albert al empujarme.

—Es que no entiendo.

—Lo entenderás...solo entra—suplico Albert al caminar en medio de la calle.

Yo sostuve la mirada de desesperación. Con mi aliento voltee. Sabía que si lo abandonaba algo saldría mal, no le dejaría así como así.

Albert camino de inmediato en el medio. Miro hacia donde estaba. Sus ojos eran llorosos, llenos de tristeza.

Dejo caer una gota de lágrima.

Como si pensada que el fuese lo único al que realmente me importaba. Me acerqué e intente decirle que se corriera.

—No, Claris, este anciano esta muy débil, no podre verte más...lo lamento te he decepcionado—dijo Albert.

Yo no le entendí pero note que mi alrededor no era mi propia época. El pasto que solía identificar no se encontraba en mis pies. Las casas que reconozco ya no estaban, solo eran casas en plena construcción.

A través de mi traspaso una señora corriendo con velocidad.

Albert llevaba otra ropa de lo que yo siempre frecuento verlo, ahora era mas elegante y de antes. Un traje de color negro con una bufanda larga. Estaba canoso.

La mujer que me había traspasado corrió en brazos del anciano. Pero el se resistía ante aquella mujer que le suplicaba que no haga.

Pero inútil su intento, la empujó cerca de mi y el emprendió lejos. Me empezó a doler la cabeza. Las imágenes que eran de ese pasado se esfumaron. Y cuando trate de localizar lo que era para mí el fantasma de Albert, no lo era.

Escuche que un auto se aproximaba hacia mi.

Cerré los ojos paralizada por el momento. Solo observe como los reflectores se acercaban cada segundo cegando mi mirada.




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