Los fantasmas del pasado

 Capítulo 13 : El sótano

Según mi madre los fantasmas no existen, que la gente fantasiosa los creaban para asustar a los niños. Para hacerles creer a alguien más como el hombre de la bolsa existe.

Y que de algún modo lo hacen para que nos comportemos bien.

En mi caso, yo los veo.

Una maldición, una bendición. Con sensatez no lo considero ninguna de ambas.

¿Y por que lo digo de este modo? . La respuesta está en que además de ellos, siempre habrá alguien que te cree una loca.

Cuando tenía apenas 8 años veía gente muerta. Estos caminaban por el patio trasero, vestían ropa diferente.

De eso apenas se lo contaba a mi madre, pero ella me mencionaba nuevamente.

"Sasha , es tu imaginación". No, no lo eran. Si fuesen producto de mi imaginación no me estarían pidiendo ayuda; y que a la vez sus fechas (de las cuales me dicen los mismos), coinciden. En decir, que ellos realmente habían existido.

Janice Thompson, Albert Lewis y Claris Lewis. Fueron y serán importantes.

Pero del modo en qué los conocí nunca se lo he contado a nadie, solo a mi hermano. Ellias Lewis.

Con tan sólo 10 años él fue el único en escucharme.

Aunque nuestra relación no sea de las mejores, él me comprendió.

Un día, tuvimos charlando sobre ellos, para ese entonces yo tenía 9 años y él 6 años.

—¿Y cómo es Albert? — pregunto.

—Es un anciano encorvado, coge de una pierna. Canoso y de ojos celestes como los tuyos.

—¿En serio? — dijo con alegría.

—Así es, ¿Y sabes una cosa?

—¿Qué?

—Él quiere verte más de cerca—musite al mirar al rincón de la habitación, donde él estaba.

Ellias quedó petrificado como si lo que había dicho era propio de una película de terror.

—Tranquilo, él solo te puede ver. Cuando te toque sentirás escalofríos .

—ok.

Apenas se lo dije lo sintió.

Albert le acariciaba la mejilla y luego me dijo mientras se sostenía del bastón.

— Sasha, es tan parecido a mi hijo. Es sorprendente ver que la descendencia sea fuerte.

Para ese entonces no sabía de qué hablaba, ya que no sabía que era mi familia.

— Lo siento...no sé a qué te refieres.

Albert río en bajo.

Lo miré sin entender, pero después de un rato se había ido.

—Sasha, ¿Qué pasa? —dijo al notarme distraída— ¿Se fue?

— Si.

Después de eso, mi madre lo supo, se había enojado conmigo porque decía que eran fantasías y que no debía decirle más. Pues, claro está que ella no creía en nada de lo que yo decía.

Ellias y yo la pasamos con menos contacto.

Hubo una vez que nos encontramos en época de visitas de familia. Mi madre quería que conociera primos de mi edad pero para su mala suerte, la mayoría llevaba más años que yo.

Jess Lewis de 24 años, Peter Lewis de 28 años, Kate Mary Lewis 17 años y Paula Lewis de 16 años.

Ellos eran mis primos y de los que menos socializaba hasta que pasaron varios días en que pase con Paula.

— Así que aquí están mis primitos —dijo Paula en tono dulce.

— Hola Pau , ¿Cómo estás?

— Bien, me sorprende que ya tengas 9 años, pareces de 11.

—Si...eso me han dicho— susurre.

Ellias se ocultaban detrás mío, como de costumbre.

—Oye Ellias no me temas, soy tu prima no un monstruo—sonrió ella.

—Él es así, solo se abre con pocos.

— Tu también lo eras Sasha. —se fijó en él nuevamente— Me parece...que esos ojitos me buscan ¿ O no?.

Le hizo cosquillas, lo que provocó que él se riera.

Mientras ella jugaba con mi hermano, pude conseguir estar a solas en otra habitación.

Apenas cerré la puerta pude acostarme en el suelo, cerca de la ventana donde sin querer el sueño ya habían llegado a mi.

En el sueño parecía que yo estaba en mi casa, pero en realidad me encontraba afuera de ella.

Mire extrañada, no supe como es que llegue allí.

—OK... ¿son los sueños o soy una sonámbula?.

Caminé hasta llegar a la puerta donde busqué la llave de repuesto.

Al encontrarlo cerca de unos floreros, pase.

Note que el ambiente era diferente. Afuera era agradable, pero al llegar a la cocina cambió bruscamente.

«Esto es raro, nunca me paso esto»

De repente alguien susurró a mi oído, algunas palabras como si estuvieran pegadas entre sí. De lo único que había entendido era la frase última que decía:

"El sótano"

—¿Sótano?

Sin pensarlo me dirigí a ella. Cuando intente abrirlo , este, se abrió sola.

Sorprendida, toque con algunos dedos y al entrar mis oídos escucharon el farfullar de muchas voces que no paraban de hablar.

Llegó un momento que esas voces se hacían tan fuertes que los sentía hasta muy cerca de mi cuerpo.

El lugar no se podía ver claramente, más que el reflejo nítido de las luces del exterior, que se proyectaban a través de una ventana hacia algunos muebles cercanos a mi.

De repente la lámpara se encendió. Apenas lo hizo una figura de un hombre apareció ante mis ojos, este estaba agachado , mirando al suelo.

A primera impresión me había asustado, pero luego algo en él se me hacía familiar.

Trague saliva, di algunos pasos. A medida que lo hacía , no cambiaba en nada. No se movía.

Por lo tanto camine de puntillas con un poco de más velocidad. Al estar a un metro de él me anime a decir:

—¿Quién eres tú?

No respondió a la pregunta.

Pero después de un rato volteo hacia a mi.

Mi piel al igual que mi garganta se estremecieron, a aquel hombre le sobresalía sangre de las manos y estómago. Algo en su mirada me ponía nerviosa, aquellos se volvían oscuros que luego combinó con una sonrisa psicópata.

De allí fue donde desapareció.

Sentía como si mi alma volvía al cuerpo, producto del miedo que había sentido en aquel momento.

Pero no acababa allí, en el propio suelo se oyó el grito de alguien. Para ser más exactos, la de una niña.




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