Los Fragmentados: herencia de luz y sombra

CAPÍTULO 7: SOMBRAS EN LA PIEL

CAPÍTULO 7: SOMBRAS EN LA PIEL

Los días posteriores a la noche del Recolector se sintieron extraños.

La madre no notó nada. Se limitó a regañarlos por los vidrios rotos y la puerta descuadrada. Atribuyó todo al viento o a los gatos del vecino. Pero Eloy no tragó esa excusa. Gerardo tampoco.

Algo no cerraba.

Había marcas en el piso que no podían ser de zapatos.
Las paredes olían a quemado, aunque no hubo fuego.
Y Esteban... Esteban dormía demasiado.

Demasiado profundo.

Lo encontraron una noche con el cuerpo lleno de marcas rojizas, como símbolos dibujados con sangre vieja. José María las había visto antes, pero esta vez no supo disimular su terror.

—Se cayó en la bici —dijo rápidamente—. Lo arrastró un poco el pavimento.

Gerardo frunció el ceño.

—¿En la espalda también?

Silencio.

Esa noche, Eloy se despertó solo. Caminó por la casa, sintiendo algo raro en el aire. Como una electricidad que le erizaba los brazos. Al llegar al cuarto de Esteban, lo encontró temblando, enredado en las sábanas. Murmuraba nombres en un idioma extraño. Uno de ellos se repitió varias veces:

Tharion.

Eloy no entendía, pero lo apuntó mentalmente. A la mañana siguiente, lo escribió en su cuaderno, rodeado de signos de pregunta.

Gerardo, por su parte, comenzó a ver cosas en los espejos. Sombras que no correspondían con nadie en la habitación. Una vez vio una silueta al lado de Esteban mientras éste dormía. Grande, alada, con una espada flotando detrás.

—¿Viste eso? —le preguntó a Eloy una tarde.

—¿Qué cosa?

—Esa cosa que se para atrás de Esteban cuando no lo mira nadie.

Eloy se quedó callado.
Luego sacó su cuaderno y le mostró una palabra.

—Tharion.

Gerardo lo leyó en voz baja. Algo en su interior se encogió. Como si su alma recordara algo que su mente aún no sabía.

Desde ese día, los dos hermanos menores dejaron de mirar a Esteban como al hermano mayor. Empezaron a observarlo como a un misterio. Como un enigma viviente que dormía entre ellos, que los protegía… pero que también los asustaba.

Y mientras tanto, el mundo a su alrededor comenzaba a mostrar fisuras.
Una iglesia abandonada que se incendió sin causa.
Vecinos que hablaban de "ángeles negros".
Un hombre en bicicleta que los seguía a distancia, con un anillo de hueso en el dedo.

Y cada vez que Esteban cerraba los ojos, el nombre volvía:

Tharion.



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En el texto hay: fantasia angeles y demonios, fantasía ficción

Editado: 02.06.2025

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