Los Fragmentados: herencia de luz y sombra

CAPÍTULO 9: LA PROFECÍA DEL FUEGO BLANCO

CAPÍTULO 9: LA PROFECÍA DEL FUEGO BLANCO

La casa quedó en silencio, pero no en paz.
Algo había sido dejado atrás.

La mañana siguiente al ataque, cuando la luz del sol comenzó a colarse entre las cortinas, Gerardo fue el primero en ver las marcas. En el suelo del living, donde había estado el cráter que devoró el espacio, ahora había símbolos grabados con una precisión imposible. Ninguno los había notado hasta entonces.

Eran líneas circulares, como runas antiguas, pero hechas de ceniza que no se despegaba ni con el viento ni con el agua. José María intentó limpiarlas. No pudo. Eloy se sentó en cuclillas y murmuró:

—Esto... esto no es humano.

Esteban lo sabía. Y Tharion también.

—Es una escritura anterior a los hombres. Fue dejada por los que me sellaron.

—¿Te sellaron?

—Los Fragmentadores. Los que crearon mi cárcel... y también su llave.

En ese momento, la ceniza se levantó por sí sola. Se arremolinó en el aire, como si una mano invisible la guiara, y formó una frase frente a sus ojos, escrita en fuego blanco, que no quemaba, pero dolía mirar:

“CUANDO LOS CUATRO SANGREN EN UN MISMO SUELO, EL CIELO BAJARÁ A JUZGAR.”

Eloy dio un paso atrás.

—¿Eso somos nosotros? ¿Los cuatro?

Esteban asintió, sintiendo un escalofrío recorriéndole la espalda.

José María tragó saliva.

—¿Y qué quiere decir “el cielo bajará a juzgar”? ¿Qué... va a venir Dios?

Tharion habló, su voz cruzando la habitación entera:

—El Cielo no es lo que creen. El juicio no es misericordia. Es espada. Es fuego. Y si se cumple esa profecía, no solo seré yo el que despierte... vendrán otros. Antiguos. Implacables.

Gerardo, aún sin entender del todo, murmuró:

—Entonces no estamos luchando solo con demonios.

—No —respondió Esteban—. Estamos en medio de una guerra que estaba dormida. Y nosotros la despertamos.

La profecía se desvaneció, dejando solo ceniza en el aire y un silencio nuevo.
Uno que pesaba.

Y desde ese momento, cada uno de los hermanos entendió que ya no había vuelta atrás.
Sangre, juicio y cielo.
Tres palabras que empezarían a perseguirlos desde ese día… y que cambiarían todo lo que creían saber sobre el bien y el mal.




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