La noche era pesada, sin viento.
José María se despertó de golpe, con el corazón latiendo como si hubiera corrido una maratón.
Soñó con fuego.
Pero no era fuego enemigo. Era la voz de su madre, susurrándole algo que no logró entender.
Se levantó y vio a Esteban en la cocina, bebiendo agua.
—¿No podés dormir tampoco? —preguntó.
Esteban negó, mirando por la ventana.
—Tharion está inquieto. No habla, pero… siento como si alguien estuviera recordándolo.
—¿Recordándolo?
Antes de que pudiera responder, Lucía apareció en el umbral, con la mirada extraviada.
—Lucía… —dijo Esteban—. ¿Estás bien?
—Yo estuve en su sueño —murmuró ella.
Ambos hermanos se tensaron.
—¿De quién?
Lucía los miró con ojos completamente blancos por un instante. Y luego murmuró:
—De tu madre, Esteban.
El silencio fue brutal.
—Ella me llevó a una iglesia rota. Dijo que tenía que darte algo. Algo que ella guardó mucho tiempo.
—Me pidió que te lo mostrara.
Lucía extendió la mano.
Entre sus dedos apareció una llave oxidada, con un grabado en forma de estrella de cinco puntas.
—La vi esconder esto en tu antigua casa —dijo—. Bajo el piso de la habitación que era de José María.
José retrocedió un paso, como si esa revelación le quemara.
—Eso es imposible… nunca vimos nada. Nunca la vimos a ella hacer algo así.
Esteban apretó la llave con fuerza.
—Tharion... ¿la recordás?
Por primera vez en mucho tiempo, Tharion respondió con dolor:
—Ella sabía. Más de lo que mostró. Más de lo que podía soportar.
Azarel se acercó al oír los murmullos. Miró la llave y palideció.
—Esto… esto es de un cofre celestial. Uno sellado por sangre y promesa.
—Si está en su poder… es porque ella también fue elegida alguna vez.
Los hermanos quedaron paralizados.
Lucía, temblando, añadió:
—Ella dijo que, cuando llegara el fuego verdadero, solo el vínculo entre ustedes podría abrir lo sellado.
Gerardo y Eloy se asomaron, despertados por la energía que flotaba en la cabaña.
José María, con la voz quebrada, susurró:
—¿Nuestra madre fue parte de esto?
Esteban apretó la llave en su puño.
Tharion brilló levemente en sus ojos.
—Y si lo fue…
—Entonces su sacrificio fue parte del camino.
—Y ahora nos toca a nosotros continuar lo que ella no pudo terminar.
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En el exterior, el cielo comenzó a cambiar.
Las nubes se arremolinaron sobre la cabaña.
El ataque se acercaba.
Pero ya no eran solo cuatro hermanos…
Eran herederos de una verdad enterrada.