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El Rayo Atrapado en un Cubo

En un atardecer de torrencial lluvia, los moradores se escondían atemorizados por la gran cantidad de rayos que caían del cielo. Buscando refugio donde más pudieron, alcanzaron el fondo de una cueva y se acurrucaron en la parte más profunda de esta.

La tormenta comenzaba a calmarse cuando en la agonía del día un rayo se asomó a la entrada, cegando a todos los que allí estaban, cayendo dentro de la cueva pero no logrando alcanzarlos pues, fue desviado por alguna fuerza sobrenatural.

Observaron pues, el lugar donde asumieron que cayó.

Con los ojos irritados por la deslumbrante luz que los cegó, encontraron una mancha negra en el suelo y una pequeña roca cubica dorada, justo en el centro de donde cayó el rayo. Creyeron pues, que sus ojos aún no se habían aliviado, o tal vez algo más serio acababa de ocurrir y se alejaron temerosos de aquel raro objeto, uno que al parecer, había atrapado al rayo antes de que el los atrape a ellos.

Un olor sulfuroso inundaba el aire, y el brillo del objeto se iba apagando hasta finalmente quedar en un deslumbrante cubo color dorado, caliente aun, pero ya no tanto como el principio. Uno de ellos, el más osado por su juventud, se lanzó en precipitada curiosidad, pero con tímido miedo ante lo desconocido, caminando a paso rápido y deteniéndose a cada momento que consideraba propicio, llegando por fin al cubo y examinándolo con las manos.

Nunca había sentido calor así. El dolor fue insoportable, pero el objeto seguía enfriándose desde que le cayó el rayo. Estaba incrustado en la roca y muy caliente, los demás también se acercaron, lo tocaron y se quemaron.

Los gritos de dolor se mezclaban con las exclamaciones de fascinación y curiosidad, llegando todos a la conclusión de que el rayo había quedado atrapado allí, él y todo su poder.

Durante varios días, la comunidad visitaba la cueva para observar al rayo atrapado en el cubo.

Tal era la fascinación que estaba dispuesto a adorarlo en culto, pero el anciano, haciéndose una idea de lo que era, les advertía que no se acerquen, pues, podría ser peligroso. Entre oír a un viejo decrepito y observar a un dios, sin duda los miembros de la comunidad prefirieron seguir observando aquella maravilla fantástica.

Pensaron en que ahora, tal vez, estén a salvo de los rayos, pues, su defensor estaba aquí para atraparlos cada vez que venga uno. La admiración seguía creciendo y le asignaron un nombre, una leyenda.

El anciano observaba con pesar como su autoridad se había perdido ante una simple roca. El temía por la seguridad de la comunidad, pero, puesto que estaba incrustada en la roca de la cueva, se sentía seguro, con la confianza de que con un objetivo en común, las personas se encuentren más unidas y con mayor confianza en el futuro, después de todo, la vida era dura.

Hubo también, otro que sentía que su poder disminuía.

El mismo joven osado que se atrevió a tocar el cubo primero, hijo del anciano, vio que el cubo podría quitarle el poder del padre y, para cuando lo tenga, ya no sea de ventaja alguna. Pensó en miles de planes para llamar la atención, abandonando sus anteriores planes de asesinar a su padre para ascender al poder. Incluso dejo de encerrar a su hermano menor, de quien temía, podría quitarle la honra en el futuro si se lo dejaba crecer.

Cierta noche, cuando todos dormían, tomo una roca grande y fue a la cueva. Con furia descontrolada, azoto al cubo, a su alrededor y donde cayera su torpe pulso, desencajándolo de donde estaba entre montones de chispas y un olor sulfuroso. Aterrado en primera instancia, corrió lo más que pudo, pero no se fue de allí. El cubo no se movía ni chispeaba más, y poco a poco volvió a acercarse y a tomarlo.

A la mañana siguiente, apareció en la comunidad con el cubo en sus manos. Este, visiblemente estropeado y con trozos faltantes, aun brillaba con su deslumbrante color dorado.

Mientras lo sostenía en lo alto con sus manos, alardeaba haber ganado una batalla contra el cubo y ahora poseer su poder, para acto seguido, golpearlo contra una piedra y conseguir que saltaran montones de chispas que cayeron sobre la hierba, quemándola instantáneamente.

Los demás sorprendido, no reprendieron al joven, más bien, pensaron en remover el cargo del anciano, quien se lo había ganado con esfuerzo, cariño y dedicación, para dárselo a su hijo, quien gobernaría con el poder del dios del rayo encerrado en un cubo.

El anciano comprendió que esta vez, la comunidad estaba en peligro por las acciones de su estúpido hijo. Pero espero callado, en silencio y observando hasta el momento en que se iba a celebrar el traspaso de poderes.

Previamente, antes del evento, seguía haciendo alarde de sus "poderes" encendiendo hojas y levantando chispas. El cubo ahora tenía una punta afilada por el desgaste y no brillaba tanto como al principio, también era más pequeño. Repentinamente se desato una tormenta que derivó en una tormenta eléctrica, causando que se suspendiera por huir al lugar de refugio más cercano.

Todos, aterrados, incluso el joven, temblaban de miedo al fondo de la cueva. Una voz, por otra parte, desafiante le instaba al joven a usar el poder del cubo para salvarlos. Los demás, oyendo esta declaración, le apoyaron y terminaron forzándolo a salir con el cubo en mano para demostrar su poder.



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En el texto hay: tristeza, ciencia ficcion, relatos cortos

Editado: 09.08.2018

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