Los Frutos del Tiempo Relatos Cortos

El hijo perfecto de la madre perfecta

Él era un muchacho listo, de buen porte y muy educado, nunca faltaba a sus clases y tenía la máxima nota.

Era hijo de una madre amorosa, entregada y responsable, quien nunca lo había dejado solo desde que su padre desapareció misteriosamente un lunes por la mañana y del que no se han tenido noticias desde que la policía cerró su caso. Todos sabían que tanta perfección no era posible en un joven de su edad así que estuvieron pendientes a ver cuándo tropezaba el hijo perfecto de la madre perfecta, pero se quedaron con las ganas de averiguarlo, el nunca falló. O eso era lo que se veía de lejos, era el hijo el único capaz de entender por qué no podía fallar.

Como a cualquier chico de su edad, a él le gustaba cierta banda musical y comenzó a conocer a otros chicos que también gustaban de dicha música. De esta manera el llego a verse rodeado de gente de dudosa reputación debido a sus gustos y esto podría afectar a su rendimiento, pero nunca sucedió.

El chico siempre mantuvo su record limpio e incluso fue capaz de resistir la presión de grupo en cuanto a drogas, mujeres y alcohol. Esto a pesar del malestar que generaba su conducta en sus nuevos amigos.

También, el difícilmente salía en altas horas de la noche y regresaba a casa antes de las 10.

Si tenía algún inconveniente que lo hiciera demorar, siempre se dio unos minutos para llamar a casa y notificar del asunto a su madre, muy a pesar de que ella nunca se quejaba, confiaba completamente en el chico.

El asunto, sin embargo, se complicó cuando se enteró que habría un concierto en vivo en una ciudad cercana, pero para lo cual con los viajes de ida y regreso tal vez le lleve tres días de ausencia, así que la abordo una tarde después de la merienda.

La madre era una señora de muy buen ver, se casó muy joven así que aun manifiesta la belleza de su edad, caracterizándola siempre su personalidad jovial y alegre, con una sonrisa en su rostro casi permanente que a veces rayaba en lo anormal.

— Mamá, tengo que decirte algo – el chico titubeo un momento, pues, es la primera vez que le pedía algo a tan largo plazo.

— Lo sé – dijo la madre despreocupadamente mientras tarareaba una canción al lavar los platos y recoger la mesa.

— ¿Lo sabes? – replico confundido el chico

— Claro, puedes ir, tienes permiso.

El chico, quien nunca se había detenido a pensar en estos asuntos y consiente de lo que las otras madres piensan de sus nuevas compañías, se preocupó de tanta confianza que tenía su madre en el e insistió.

— ¿No te molesta que vaya con mis amigos?.

— No, confió completamente en ti.

Luego la madre aun sonriente se acercó al oído del chico y le dijo:

— Se quiénes son, donde viven y que hacen. Sé a dónde van y el tipo de droga que usan, quienes son sus proveedores y conozco a cada uno de sus familiares. — Abrió levemente sus ojos ampliando mas su sonrisa continuo – Se quién eres, de dónde vienes y a dónde vas. Si alguno de ellos quiere corromperte, solo tengo que eliminarlo y si algún día eres tu quien se corrompe, nadie te tocará, seré yo quien te elimine con mis propias manos, tu padre lo supo bien, así que, ve sin cuidado, tienes mi permiso.

La madre termino su voto de confianza desplazándose a la mejilla de su hijo y le dio un tierno beso, se levantó y continuo con sus labores domésticas mientras tarareaba una canción.



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En el texto hay: tristeza, ciencia ficcion, relatos cortos

Editado: 09.08.2018

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