Sentado en la cama, jadeando, Hervé intentó terminar de despabilarse mientras se pasaba las manos húmedas por las líneas que le quemaban en la piel. Había vuelto a arañarse la cara. Abrió bien los ojos y, aunque se odió por ser tan estúpido, necesitó asegurarse de que no hubiera nadie más en su cama.
Se secó los ojos con la mano. Mierda, odiaba llorar. Aunque fuera solo cuando dormía. No podía permitirse esas debilidades. La chica que había matado en el bosquecito no estaba allí, había sido solo otra pesadilla. Al parpadear vio claramente la imagen de las uñas llenas de tierra y sangre que se clavaban en sus ojos y le deshacían a jirones la piel: había soñado que, esta vez, ganaban ellos. Sus víctimas.
Sintió ruidos en el pasillo y automáticamente se acostó y fingió dormir. La puerta se abrió, chirriando. ¿Habría gritado? La cara le ardía. Mañana, aunque no dijera nada, Mario se daría cuenta de que había tenido pesadillas.
Después de un rato escuchó un suspiro y la puerta chirrió hasta quedar entornada. Intentó acompasar su respiración mientras los pasos se alejaban, calmarla, controlarla. Tenía que fortalecerse en su poder. Ser invulnerable.
Apretó la mano alrededor del medallón que siempre llevaba al cuello. Sintió su frío metálico aliviando el ardor del miedo. Tenía que ser lo que era: peligroso, poderoso, solitario.
Inspiró profundamente y la calma volvió a él, aterciopelada, pesada sobre sus hombros y su cabeza.
Estaba a salvo.
Había ganado él.
~ Fin del capítulo 1 ~
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Editado: 08.04.2025