Los Fuegos de Niohöggr -Relato corto-

3. Luz y tiniebla

Por la noche, la travesía había continuado, aunque el ritmo era menor. Los cielos grises habían quedado atrás y un manto de estrellas cubría la embarcación, que se mecía al arrullo de las aguas revoltosas. Con el viento soplando y llenando las velas, habían podido permitirse el lujo de darle descanso a los remos. Thorir viajaba sentado sobre la regala, admirando los hermosos contornos de la proa. El dragón tallado era enorme y su rostro, tan minucioso, que la primera vez que lo había visto, creyó que abriría la boca para achicharrarlo.

—Llevamos un ritmo fantástico.

La voz de Urd lo despertó de su deleite.

—Bien —respondió.

—¿Quién te ha enseñado a navegar?

—Mi hermano. Él me lo ha enseñado todo acerca de... todo.

—Pronto volverás a estar con él.

—Con él y sin su espada. Me va a matar.

—La espada no es suya —repuso Urd, con calma—. De hecho, ni siquiera debería ser una espada.

—¿Quién robó ese material con el que está forjada? —preguntó Thorir. Dio un saltito desde la regala y apoyó los brazos sobre ella, notablemente interesado en la cuestión que había formulado.

—Todos creen que fue Niohöggr, el dragón que habita en el helado mundo de Niflheim. Es un enemigo declarado de Yggdrasil y lleva tiempo luchando por destruir el árbol.

—Nifhlheim... ¿No es allí adonde nos dirigimos? Adalsteinn habló de los fuego de Niohöggr.

—Allí es. Solo su fuego puede fundir el metal de gullsølv. Lo hizo para destruir las posibilidades de que los elfos pudieran crear su escudo y ahora... deberá hacerlo para revertir el efecto.

—¿Y crees que aceptará?

—Lo que cero que es tenemos lo necesario para hacerle escupir un poco de ese fuego.

—Genial... —respondió Thorir. El silencio y la risa socarrona de Urd le hicieron comprender la situación. Deberían luchar contra Nihöggr y destruir la espada en su fuego. Se asomó más por la borda y observó la espuma que chocaba contra los tablones del drakkar—. ¿Qué posibilidades tenemos?

—Pocas, supongo. Pero mira, estoy dispuesto a lo que sea para arrancarle el mal humor a Helga. No hay quien la soporte. Cualquier noche me despedazará. Duermo con una daga bajo el brazo, ¿sabes?

—¿Así son los elfos? Tenía entendido que eran amables y calmados...

—Así era. Una hermosa elfa de luz que resplandecía tanto como debía de hacerlo el Skjerme, el escudo. Créeme, no había una más bonita en toda Alfheim. Pero ahora, la oscuridad la ha arrastrado y la ha ligado a la amargura.

—Bueno... —Thorir alzó la mirada al oscuro horizonte y masticó las palabras antes de soltarlas—. A mí me parece muy hermosa.

—¿Hablas en serio?

—Sí, tiene un carácter endemoniado, pero... Esa luz de la que hablas no es más que una proyección. Te muestra de una forma u otra, según él ángulo, la fuerza... pero sigues siendo tú. Era hermosa, según dices y es hermosa, según veo. Si tan solo fuera...

Guardó silencio al percatarse de que Helga estaba detrás de ellos, con el rostro cincelado en una expresión inescrutable. La joven carraspeó y aquello fue como si hubiera desenvainado la más fiera espada. Urd corrió a través de la cubierta y tomó asiento en la última banca, despertando a Adalsteinn. Pero Thorir se mantuvo allí, agradecido ante la oscuridad que cubría su rubor y decidido a no mostrar flaqueza. Helga lo miró largamente hasta que al fin extendió el brazo, entregándole la espada de su hermano.

—Supongo que puedes llevarla hasta que lleguemos.

Thorir la tomó y se limitó a asentir. ¿Qué más podía decir?

 

****

La oscuridad había quedado atrás y ahora los abrazaba algo más profundo aún, capaz de engullir a las propias tinieblas. El reino de Nifhlheim. Se oían susurros en la negrura y, por momentos, Thorir había creído ver algo moviéndose, emergiendo de las aguas para volver a hundirse con un sigilo envidiable para el tamaño que adivinaba.

El drakkar avanzaba despacio en un brazo de mar que se había estrechado y emulaba un río de aguas calmas. El frío era diferente allí, menos crudo, pero más estremecedor. De pronto, el drakkar se quedó clavado. Las aguas eran profundas y no se atisbaba obstáculo alguno que justificase lo sucedido, pero los cuatro sabían bien a qué se debía.



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En el texto hay: fantasia, mitos, vikingos

Editado: 24.05.2019

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