01/01/2024 07:30hs.
Jaidy, una adolescente de trece años, bajaba las escaleras de su casa muy emocionada. Era una jovencita muy simpática y optimista, que vivía con la curiosidad recorriendo sus venas. Tenía su cabellera de color rubio que le llegaba por debajo de los hombros, sus ojos de color miel que representaban su tan característica dulce alma, piel mixta y su baja estatura de alrededor de 155cm. Su vivienda quedaba en uno de los tantos pueblos del amplio mundo Lasmekdhyn y el nombre de este era Jerokuétava. Ella junto a su familia; que estaba formada por su padre, Kano, su madre, Grace y su hermano menor, Jack; habitaban una casa de dos pisos, con un patio lleno de flores y plantas que su padre había cultivado. Esta era de un color verde agua bastante desagradable a la vista de los demás por afuera y por adentro variaba según la habitación. La de Jaidy tenía las paredes amarillas desgatadas, pero una ventana muy grande junto a la cama por la que a veces se ponía a contemplar el cielo.
Al bajar las escaleras hacia el comedor tan desconcentrada, Jaidy se tropezó casi cayéndose. Sin embargo, ese día estaba tan emocionada que lo ignoro. Aunque parecía imposible que lo esté más que cualquier otro día, lo estaba. Se dirigió hacia la cocina en la cual se preparó un té verde, su favorito, y un pedazo de pan. Fue lo primero que encontró, su emoción le quitaba la paciencia. Tomo asiento en la mesa comenzando a comer mientras imaginaba la aventura que viviría ese día. Era un nuevo año, nuevas aventuras, más cosas por descubrir y aprender, pero no solo eso. Este año era por el que Jaidy había esperado toda su vida; a partir de hoy comenzaba su viaje por el mundo para conocer nuevas personas, cosas y encontrar a los dioses. Así entonces, se tomó su tiempo para seguir perdiéndose en su mundo ya que como eran casi las ocho de la mañana su familia estaba dormida. O por lo menos, su hermano lo estaría unos minutos más si es que no tenía suerte.
Poco después su hermano se levantó; un niño de nueve años, ojos color miel al igual que su hermana, piel blanca y de cabello castaño, midiendo a todo su furor 143cm. Jaidy al escucharlo salió de su ensueño. Todo el mundo le decía que soñar era para cuando dormía, pero ella se preguntaba porque entonces podía hacerlo despierta. Hasta había veces que mientras la regañaban por eso volvía a soñar imaginando que tenía un don y esa era la razón por la que podía hacerlo. Lo miro, y tragando el sorbo de té que contenía en su boca, procedió a saludarlo.
-¡Buenos días Jacky!- Sonrió.
-¡Hola Rosecita!-. Respondió y bostezo, desperezándose.
El verdadero nombre de su hermano si era Jack, pero el de nuestra protagonista no era Roce, solamente se llamaba Jaidy como se mencionó anteriormente. Aun así, ellos se apodaron de esa manera porque amaban la actuación y cuando se aburrían dramatizaban todo en modo de broma. Como allí había una película muy dramática y los protagonistas se llamaban Jack y Rose, no se les ocurrió mejor idea que esa.
Después de conllevar una corta conversación, su hermano tomo unos cereales y se sirvió yogurt de frutilla. Se dirigió a la sala y se sentó allí, prendiendo el televisor para ver mientras desayunaba. Por lo que Jaidy se colocó los auriculares y siguió imaginando distintas aventuras. Así, cada uno termino por su lado.
Cuando la protagonista acabó de desayunar fue hacia arriba para ir al baño y cepillarse los dientes. Después se dirigió a su cuarto para preparar una mochila y una maleta para ella. Puso ropa, paraguas y piloto, cargador, auriculares, celular, cepillo y demás. Se cambió de ropa, poniéndose un jardinero celeste, una remera blanca con un arcoíris en medio de esta, una colita de color roja y unas botas largas marrones. Esa fue su elección porque su estilo de vestir era el vintage.
Mientras se hacía una coleta entro Grace, su mamá; una locutora de radio con cabello rubio, cuarenta y cuatro años de edad, piel mixta, ojos color café que quita el sueño, y con su estatura de 165cm. Jaidy se giró hacia ella al escucharla entrar, ya que cuando la puerta de su habitación se abría o cerraba rechinaba tan fuertemente que era imposible no escuchar si alguien entraba o salía. Le pareció raro que su madre se levantase tan temprano, pero no dijo nada al respecto.
-Buenos días, Jai.- La saludo Grace al mismo tiempo que se acercaba y le daba un pequeño beso en la mejilla derecha.
Jaidy correspondió, poniéndole la mejilla para que le dé un beso de manera más cómoda.
-Buenos días, mami.- Devolvió el saludo con una sonrisa.
-¿Ya terminaste?- Preguntó su madre después de alejarse un poco y mirarla.
-Ya casi.- Dijo Jaidy mientras terminaba de darle la última vuelta a la colita de cabello.
-¿Qué te falta? ¿Ya guardaste la comida? ¿Tienes dinero?- Empezó su interrogatorio.
Jaidy sabía que su mamá lo hacía porque se preocupaba mucho por ella. Se alegraba de tener una madre que la quisiera tanto. Aunque no podía negar que a veces se enojaba o mareaba un poco por tantas preguntas. Sin embargo, ese día estaba tan contenta que nada le bajaría ni un poco su ánimo.
-¡AH, LA COMIDA!- Exclamo al recordar, ignorando las demás preguntas sin intención.- Casi me olvido…- Murmuro.
-Dios mío, menos mal. Solo que no grites que tu papá está durmiendo.- La regaño Grace algo enfadada a su hija.
-Perdón mami…- Susurró arrepentida, pero rápidamente su sonrisa volvió.
-¿Y tienes dinero?- Cambio rápidamente de tema, pues no podía ocultar su preocupación.
-Amm… Si, solo dos monedas para poder viajar.- Comento felizmente.
-¿No habías comprado ya el pasaje del crucero?- Pregunto confundida Grace, algo exaltada.
-Ah. Sí, sí.- Afirmo.- Lo que llevo es para poder ir en tren a la siguiente ciudad después.- Explico.
-¿Y cómo le harás con la comida? Solo llevas para ahora al mediodía y después ninguna otra comida completa.- Le recordó su madre.- Tienes que comer bien. No me quiero enterar de que no estas comiendo, eh.
-Quédate tranquila mami, me contacte con alguien de allí que tiene varias misiones para mí, y así podre conseguir algo de dinero.- Le conto.
En este mundo, como había tantos aventureros que tenían que recorrer las tan amplias tierras de Lasmekdhyn, había personas que ofrecían trabajos para los viajeros. Existían de todos los tipos; cocinero, ayudante, para mudanza, cortar el pasto, limpiar, entre muchas cosas más. Así los aventureros podían conseguir dinero de manera rápida para sus necesidades.
-No lo sé, Jai. No me parece que vayas a acampar sola y que lo tengas que hacer en un lugar sin vigilancia.- Le compartió Grace preocupada, pues si no tenía dinero debía acampar en un bosque.- Mira, ten.- Le entrego un monedero con varias monedas.
Jaidy lo observo por un momento.
-¿Eh?- Tartamudeo confundida.- No hace falta, mami, gracias.- Le devolvió el monedero.
-Quédatelo Jai.- Ordeno su madre, dejándole la bolsa con el dinero en la mano.- Si no lo tomas, no irás.- Declaro.
-Pero...- Murmuró Jaidy viendo a su madre y al dinero.
No pudo ni siquiera empezar a excusarse porque Grace la miró seriamente, lo cual, significaba que no estaba jugando y tampoco aceptaría una negación como respuesta.
-Gracias, mami, en serio.- Agradeció al ver que no le quedaba de otra.
Sonrió y abrazo a su madre. Procedió a dejarle un pequeño beso en la mejilla en forma de agradecimiento. Grace también sonrió, aliviada de que su hija, al menos, las primeras dos o tres noches podría dormir bajo un techo firme, en algún hotel por ahí. Después Grace la soltó, retrocediendo unos pasos.
-Termina de alistarte tranquila, no tardes mucho.- Dijo.
-Está bien.- Asintió y se dirigió hacia el costado de su armario para acercar la maleta a su cama.
Grace se retiró, cerrando la puerta con suavidad. Aunque, obviamente, por el chirrido Jaidy se percató de que se fue aun estando de espaldas.
-Bien. ¿Que más me falta?- Se preguntó a sí misma en su cabeza.- Tengo ropa, sogas, carpa...- Empezó a nombrar.
Su madre volvió a entrar unos minutos más tarde, trayendo consigo una bolsa. Jaidy al escuchar que entro, la miro.
-¿Que es esa bolsa?- Pregunto curiosa.
-La comida.- Le respondió entregándole la bolsa.
-¿Que comida?- Pronuncio confundida hasta que unos segundos después recordó.- ¡Ah! ¡La comida!
Su madre la miró y se dio un pequeño golpe a sí misma en la frente.
-Dios mío...- Murmuró.
-Gracias, mami.- Agradeció sonriente.
-De nada, hija. ¿Ya estás lista?- Le consulto Grace mientras Jaidy guardaba la bolsa.
-¡Sí!- Afirmo con entusiasmo.
-Bien. ¿Estas segura de que no quieres que te acompañemos?- Pregunto mientras miraba a Jaidy.
-Segura, segurísima-. Repitió ya que lo había dicho toda la noche anterior.- No te preocupes, el tramo hasta el puerto de donde saldrá mi crucero es corto. Iré en bicicleta y llegaré rápidamente.- Aclaro.
-Mmm....- Murmuró algo desconfiada Grace.- Está bien.- Suspiro, sintiendo que se arrepentiría.
Jaidy le dedicó una pequeña sonrisa a su madre nuevamente y se puso su mochila en la espalda. Subió la manija de la maleta y empezó a caminar hacia la puerta.
-¿Ya te vas?- Pregunto Grace.
-Sí, si no se me hará tarde.- Explico.
-¿No te estas olvidando de algo?- La miro y se cruzó de brazos.
-Mmm... ¿No?- Murmuró después de pensar por unos segundos.
Grace señaló su mejilla. Entonces, Jaidy se dio cuenta de aquello y soltó la maleta para abrazarla y darle un beso en la mejilla.
-Te quiero. ¡Nos vemos, mami!- Exclamo, y corriendo, bajo las escaleras.
-¡No corras!- La regaño.
-¡Perdón, mami!- Se disculpó mientras se alejaba.
-Nos vemos, hija…-Susurro, no creyó que sentiría melancolía de su hija tan rápido, aun no había cruzado la puerta de la casa.
Grace se quedó observándola por la ventana del cuarto de Jaidy. Mientras, nuestra protagonista después de saludar a su hermano menor, cruzo la puerta con emoción y al tomar la bicicleta encontró a su padre, Kano, saliendo del garaje con el auto. Él era carpintero, medía alrededor de 173cm, también tenía 44 años, su cabello era de color negro aunque estaba teñido casi por completo de blanco y su piel era café oscura.
-¡Nos vemos, papá!- Exclamo mientras lo saludaba con la mano y se subía a la bicicleta.
-¡Buen viaje!- Le deseo su padre, y la saludó también con la mano mientras se iba en dirección contraria a la del puerto ya que debía trabajar.
Jaidy comenzó su trayectoria hacia el puerto donde zarparía el crucero que la llevaría a su destino; El pueblo Whirdale. Condujo sintiendo la brisa pasar por su cara, como si se luciera con todo su esplendor. Miro a su alrededor, saludando a sus conocidos que ya no vería por un largo tiempo. Pensó que siendo tan pequeña no podría sentir melancolía, pero lo hizo, y ni siquiera se había subido al crucero. ¡No quería imaginar cómo sería cuando lo hiciera! Aunque bueno, era bien sabido que Jaidy sentía de verdad. En sus venas, en su ser, en su cuerpo.
Condujo a una velocidad media, mas tirando a rápida, pero cuando se daba cuenta relajaba nuevamente. Pasaba que su emoción era incontrolable para Jaidy, y a la vez, no quería llegar más. Fue demasiado extraño para nuestra protagonista, pues había deseado ese momento toda su corta, y al mismo tiempo larga, vida. Sin embargo, le generaba un pequeño revuelto en el estómago el pensar que estaba dejando todo atrás. Podía volver, pero… ¿Qué sentido tendría?
Después de unos quince minutos de andar en bicicleta y lagrimear un poco, llego al puerto. Se bajó de la bicicleta, y al estar frente a la puerta, respiro hondo. Cuando abrió los ojos, su mirada era desafiante y segura. Entro a paso lento al lugar, aunque por dentro saltaba de la emoción. Observo el lugar con rapidez. Había jóvenes de su edad o más grandes por todos lados. Algunos recién llegaban a su pueblo, otros volvían o se iban por una temporada a descansar de sus aventuras, mientras que otros empezaban.
-¡Qué bonito lugar!- Exclamo con felicidad.
Algunos chicos la miraron raro por eso, pero los más grandes sonreían con ternura al saber lo que sentía.
Camino al lado de su bicicleta por el puerto mientras iba buscando un reloj de pared para saber la hora, porque si sacaba su celular de la mochila, tardaría un montón. Eso se debía a que tenía que dejar la maleta, sacarse la mochila y rebuscar entre todo lo que metió. Y si era la hora, llegaría tarde. Caminaba tan distraída observando las paredes, que inevitablemente, se chocó con una persona, casi cayéndose al piso.
-¡Ay, perdón!- Se disculpó mientras retrocedía un poco.
-Agh...- Suspiro aquella persona.
Jaidy la miró. Era una chica llamada Riley de trece años que medía unos 159cm. Tenía el cabello de un rojo bordo brillante, pero las raíces de color negro, un corte y peinado llamado Messy Chic. Sus ojos tenían las pupilas rojas y su piel era tan blanca como la nieve. Además de que lucía una linda ropa. Se notaba que tenía muy buen gusto para la vestimenta, era el estilo Rock Chic. Llevaba puesto un top negro de cuello circular y mangas cortas, arriba una camisa roja holgada sin abrochar, unos pantalones grises largos y algo grandes, un cinturón negro y unos guantes que le llegaban un poco más allá de la muñeca sin dedos color negros
Riley, estaba de espaldas a Jaidy. No se molestó ni en darse la vuelta para ver si nuestra protagonista se encontraba bien. Solo resoplo con molestia, como si hubiera sido a propósito, tenido un mal día o ser la quinta vez que le pasara lo mismo. Jaidy entonces, no supo si hablarle nuevamente o hacer algo más.
Sin embargo, no pudo seguir pensando porque otra chica, que era hasta un poco más bajita que Jaidy, se aproximó corriendo. El nombre de ella era Bridget, una adolescente de también trece años. Tenía el cabello de un color beige teñido casi todo de un rosa pastel rizado natural, sus ojos de pupilas verdes como esmeraldas y su piel de un marrón oscuro. Medía alrededor de 150cm; y llevaba una vestimenta infantil porque su estilo de vestir era el Kawaii. Tenía una remera holgada bastante larga para su tan corto cuerpo de color amarillo pastel con la cabeza de un oso tierno en el medio, una falda que le llegaba por arriba de la mitad de los muslos azulada y gris, unas medias can blancas casi transparentes y unos zapatos negros bastante grandes.
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aventuras, dioses de los elementos, protagonistas adolescentes
Editado: 13.02.2025