Los futuros dioses.

Interludios divinos VIII.

-¿Qué pasa, Lu?- Consulto, mirándolo fijamente.
-Esa pregunta yo te la hago a ti.
La diosa de la oscuridad suspiro pesadamente, como si eso le quitara de encima la tan grande bolsa de piedras que cargaba sobre sus hombros. Deseaba que lo hiciera, pero no. Eso sí era imposible a su parecer.
-Ya lo dije, me hicieron enojar.- Respondió con molestia.
-Está bien, ahora debes calmarte.- Dijo para luego sonreírle.
-Eres un ser de luz, en serio…- Murmuro y se levantó de su asiento.
Lilith lo abrazo y Lukyan correspondió a la acción de su esposa con calidez.
-Los chicos no querían…
-Lo se.- No lo dejo terminar, aferrándose a él.
-Soy consciente de que lo sabes, te lo recordaba.- Acaricio su cabello.
-Ya, lo siento…- Se disculpó, apoyando su cabeza sobre el pecho del dios de la luz, podía oír los latidos de su corazón.
-No te disculpes, quienes deberíamos hacerlo somos nosotros.- La corrigió.- Tienes razón con lo que dijiste, y es muy válido que te hayas enojado.
-Aun así…- Intento excusarse.
-¿Aun así estuvo mal gritarles? Tal vez, pero tampoco pensaban escucharte, y ellos ya te estaban gritando.- Adivino.- De todas formas ellos no están enojados contigo, entienden porque lo hiciste.
-Mmm…- Murmuro sin creerle mucho, pero al observar la deslumbrante sonrisa de su marido decidió suspirar y devolvérsela.- Bien…- Acepto resignada.
La mueca que mantenía el dios de la luz se extendió al escuchar a Lilith. Le dejo un pequeño beso en la mejilla y retrocedió, soltándola.
-¿Iras, verdad?- Consulto, adivinando nuevamente. Su mujer era de esas personas misteriosas que no decían nada, pero con sus pequeños gestos podías saberlo todo.
-Sabes que si.- Afirmo, comenzando a dar pequeños, pero seguros, pasos hacia la puerta del dormitorio.
-Eres consciente de que no es necesario.
-Sí, lo soy. ¿Lo dudas?- Pregunto, mirándolo de reojo mientras tomaba el mango de la puerta.
-No, te lo recuerdo.- Negó observándola fijamente.- Pareces su madre, y…
-Son mis niños.- Lo interrumpió Lilith para luego abrir la puerta del cuarto y salir, dirigiéndose hacia la sala de estar.
Dejo el objeto que tapaba la salida entre abierto, como si lo invitara a seguirla, si es que lo deseaba. Lukyan, obviamente, tomo aire y también camino hacia afuera, siguiéndola. Claro que quería estar con ella. Eso pensaba el mientras iba atrás.
Cuando la diosa de la oscuridad llego a la habitación que había programado mentalmente como destino, pudo observar a los cuatro dioses restantes sentados mirando la pared en una esquina.
-¿Y esto?- Consulto, confundida.
Al escuchar la voz de Lilith, los castigados se dieron media vuelta, aun sentados en el suelo. Así se pudo ver como Syren se encontraba con lágrimas cayendo por sus mejillas; a Khalid con expresión de molestia, pero una distinta, como si fuera consigo mismo; a Evania con los cabellos todos revueltos por sus pensamientos y preocupación; y a Metiory con expresión de ansiedad y nerviosismo.
-Ese idiota nos puso aquí.- Señalo el dios del fuego a Lukyan, quien habitaba un espacio al lado de su esposa.
-Perdón…- Se disculpó Syren, aun llorando.
-¿Qué hiciste, Lu?- Consulto mirando a su marido.- No te preocupes, bonita…
-Era para que se tranquilizaran y reflexionaran.- Se excusó el dios de la luz, asintiéndose a sí mismo.
-¿Sigues enojada?- Pregunto la diosa del viento, muy preocupada.
-No, quédense…- Intento calmarlos, pero fue interrumpida por la ansiedad de Metiory.
-Sé que nos equivocamos, pero… No queríamos hacerte sentir todo esto, Lili… Pasa que…- Comenzó, tartamudeando.
-Oye, tranquilo…- Se acercó, hablando con voz dulce, y acaricio su cabello.
-Sí, eso, que no estas arreglando nada.- Soltó Khalid, cruzado de brazos mirando hacia otro lado.
-Kai…- Lo llamo, posando su vista en él.
-¿Qué?- Consulto con su tono enojado.
-Ven.- Ordeno, soltando al dios de la tierra y abriendo sus brazos.
Khalid la observo y pareció dudar, desvió su vista a los demás dioses como si tuviera miedo de algo. Tal vez de que se pusieran celosos, o tal vez de que luego se burlaran de él. Aun así, se levantó con rapidez y se acercó a ella con la misma velocidad, para luego abrazarla.
Lilith sabía que lo único que necesitaba era contención, que él no era alguien malo o cualquier otra cosa. Aunque mucho no sabían sobre su pasado, sobre cuando no era un dios, la diosa de la oscuridad presentía que no fue fácil o algo lindo para él. Por eso no preguntaban al respecto. Así que se dedicó a solo acariciar su cabello.
-Yo también quiero…- Susurro con un hilo fino de voz Syren, aun con algunas lágrimas en su rostro.
-Ven, pequeña.- La invito, colocando al dios del fuego a un costado y abriendo su otro brazo.
La diosa del agua rápidamente fue y la abrazo, a lo que Lilith correspondió la acción.
-¿Y nosotros?- Consultaron en sonora los dos dioses restantes mirando a la diosa de la oscuridad.
-Claro que si.- Afirmo, sonriéndoles.
Evania y Metiory fueron a copiar el acto que hacían sus compañeros, haciendo que entre los cuatro casi hagan caer a la diosa de la oscuridad, quien los abrazaba con dulzura y una maternidad extraña.
-Perdónanos, Lili…- Pidió la diosa del viento.
-Ya lo he hecho, chicos.- Asintió con voz dulce.
El equipo de revoltosos se aferró más a ella, como si no la quisieran soltar nunca. Ese abrazo les parecía sumamente cómodo. Khalid no había cambiado su postura y mantenía los ojos cerrados. ¿Era miedo? La diosa de la oscuridad desconocía ese hecho con certeza.
-¡Oigan, es mi esposa! ¡Ya estuvo!- Aclamo el dios de la luz algo celoso, pero en forma de broma para que ese ambiente triste se disipe.
Los cuatro dioses le sacaron la lengua, asomándose por los hombros de Lilith para hacerse ver. Por su lado, la diosa de la oscuridad rio un poco. Ella se consultaba mentalmente que haría si ellos no estuvieran. Tal vez no fuese tan feliz como lo era en esos momentos. Aunque no podía negar el hecho de que de vez en cuando la sacaban de sus casillas, ellos con sus cosas provocaban diversión en el día a día. Era una rutina que tenía pequeños cambios, eso hacia todo más fácil. Era consciente de que estaba bien acompañada por quienes la rodeaban, que realmente la querían.
-Bueno, bueno…- Dijo, separándose y viendo la sonrisita del equipo revoltoso que tenía al frente.- Ahora a trabajar, tengo una misión para ustedes…- Comenzó, y la expresión de los cinco restantes cambio un poco, pero sabía que no podían perder más tiempo.




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