Los gemelos del millonario

Capítulo 9: La dueña

Serena

El auto se mueve con lentitud por la concurrida calle, desde que salimos de casa no hemos hablado nada, yo sigo enfadada y los gemelos avergonzados, pero me dolió las cosas que le dijeron a Scott, él no merece ese trato, ha sido un hombre maravilloso que desde el primer momento en que le conocí me dejó claro que podía confiar en él, aun recuerdo ese día, prácticamente había acabado de llegar a la casa de Richard y entonces este me presentó a su médico, amable, carismático y con un gran sentido del humor, eso por no hablar de su físico que parece no tener ningún defecto en su cara o cuerpo, respiro hondo cuando el auto se detiene en un semáforo y miro mi reloj, ya estaba nerviosa antes de salir de casa pero ahora mucho más.

—Lo sentimos mamá —miro a mi lado cuando Dean habla, ya habían tardado, ambos están con la cabeza gacha

—Entiendo que no quieran que tenga pareja, pero no pueden tratar así a Scott —ambos me miran —¿acaso él les ha hecho algo malo? —niegan rápido

—Siempre ha sido bueno —bufa Dylan

—Y por qué hablarle así

—Es verdad que no salvó al abuelo —respiro hondo al escuchar las palabras de Dylan

—Hijos, Scott es médico, hizo todo lo que pudo, pero Richard estaba muy enfermo, hacía años que lo estaba, los cuidados de Scott fueron los que nos permitieron vivir con él más tiempo —mi hijo mira sus manos —pero sé que no solo por eso trataron así a Scott

—¿Le quieres? —ambos me miran

—Mucho y él a mí, y a ustedes también

—¿Y si papá volviera? —sonrío mirándolos

—Aunque Scott no estuviera en mi vida no podría tener una vida con el padre de ustedes —ambos me miran tristes —entenderán cuando sean adultos

—¿Por qué? ¿Ya no le quieres?

—No Dean, ya no, quiero a Scott —ellos asienten —y no quiero que ustedes estén enfadados con él, quiero que los cuatro seamos felices juntos —acaricio el rostro de Dylan —¿entienden eso?

—¿Debemos pedirles disculpas a Scott? —mi hijo hace una mueca de mal gusto

—Deberían hacerlo, cuando hacemos algo mal debemos pedir disculpas —el auto vuelve a ponerse en marcha y suspiro —no quiero que estén tristes, yo los amo a ustedes, son mi vida —ellos sonríen y rápido asienten.

El auto se detiene frente al imponente edificio que en letras grandes tiene el nombre de mi hijo, los gemelos quedan boquiabiertos cuando bajan del auto mirando hacia arriba, es enorme y precioso, había visto fotos, pero esto se queda bastante corto, Richard lo había dejado en manos de sus hijos y de abogados, nunca entendí por qué lo hizo si era claro que no confiaba en sus hijos, pero creo que intentaba ver si cambiaban, nunca lo hicieron y ahora me envía a mí a tratar de hacerles cambiar o si no a hacerles pagar, suspiro tomando las manos de los gemelos y sigo al abogado que entra al lugar, dentro el edificio es mucho más bonito, no hay ruido, las personas van bien vestidas y aunque se mueven con prisa parecen trabajar felices, subimos a un ascensor y mis hijos ríen queriendo ya conocer todo el lugar.

—Los llevaré a una oficina a la que nadie va —habla Milton que mira su reloj —ahí los gemelos pueden quedarse y luego tú irás a la sala de juntas en donde todos estarán reunidos.

—Dios

—Serena no debes temer, estaré contigo, además, los guardaespaldas de tu padre están abajo y algunos estarán en la planta a la que vamos, por si eso fuera poco todos los guardias del edificio ya están informados de tu llegada, todo está listo.

—¿En quién puedo confiar en este lugar Milton? —le miro y él sonríe

—En mí y en los guardias —bufo

—No quiero que Owen vea a los niños —susurro sin mirarle

—Descuida, si permanecen en la oficina no los verá

—¿La esposa de Owen trabaja también aquí? —cuestiono mirándole y él niega con la cabeza

—No y muy pronto dejará de ser su esposa, Owen le pidió el divorcio —alzo mis cejas cuando le escucho.

—¿Se cansó de jugar las cartas de su madre?

—Nunca es tarde para cambiar

—A veces si —pronuncio saliendo del ascensor y sigo a Milton hasta una puerta, este la abre y los gemelos y yo entramos, mi boca se abre en un O al ver las vistas que tiene y los gemelos se apresuran a ir hacia el cristal, se puede ver prácticamente toda la ciudad, la oficina es grande y está pintada de blanco, tiene un enorme sofá en una esquina y un escritorio nuevo con todo lo necesario encima, miro el lugar aún con la boca abierta.

—Es tuya —volteo a ver a Milton cuando habla —Richard la mandó a preparar para ti hace mucho tiempo ya, pero la decoramos hace poco —mis ojos se llenan de lágrimas.

—Es preciosa —miro hacia una esquina a donde han ido los gemelos, hay dos asientos pequeños ahí y una mesa también, sonrío mirando a mis hijos, Richard incluso les puso escritorios a ellos.

—Serena —miro al abogado —Richard no solo te quería a ti aquí, también a ellos —señala a los niños —su voluntad es que este lugar sea de esos niños y por esa razón antes de morir dejó un proyecto hecho

—¿Un proyecto?

—Una nueva marca de ropa —él sonríe —llamada Dylan —sonrío al escucharle y mis lágrimas salen —será todo ropa de niños, era en lo que él trabajaba —limpio mis lágrimas con las manos.

—Gracias Milton, seguiremos con ese proyecto

—Por supuesto, ahora debemos ir a la sala de juntas.

—Dame un segundo —él asiente y camino hacia los gemelos.

—¡Mamá este lugar es precioso! —exclama Dean feliz —y mi nombre está enfrente

—El mío no —musita enfadado Dylan y río

—Dylan el nombre de la empresa es viejo, pero descuida, pronto el tuyo también estará aquí —sus ojos brillan —ahora debo salir, estaré unos minutos fuera, necesito que se queden aquí.

—¿No podemos salir? —niego ante la pregunta de Dean

—Habrá alguien en la puerta, no deben salir

—Pero queremos conocer todo —habla Dylan y suspiro

—Lo harán, más tarde conmigo —ellos se miran entre sí —necesito que sean obedientes —asienten con lentitud —y no deben salir de aquí —dejo claro mirando a ambos —¿entienden? —vuelven a asentir, beso las mejillas de ambos y voy hacia la puerta, ha llegado la hora y es una lástima que Richard no pueda verlo.

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