Los gemelos traviesos y su papa

Episodio 14

DMITRY

Me siento al volante en silencio y enciendo el motor. No sé qué decirles a los niños.

—¿Papá, por qué estás callado? —pregunta Sonia, desconcertada, mirándome por el espejo retrovisor.

—¿La señorita Verónica dijo algo? —pregunta también mi hijo, curioso.

Resoplo, dándome cuenta de que tal vez los niños no se comportaron muy bien en clase, ya que me hacen este tipo de preguntas.

—¿Y por qué debería haberme dicho algo? —respondo mientras doy marcha atrás.

—No, nada —responden al unísono.

Suspiro. Intuyo que algo pasa, pero decido tranquilizarlos.

—La señorita Verónica dijo que se portaron muy bien, pero ahora está siendo reemplazada… —me detengo, y tomo la decisión de hablarles con franqueza sobre el cambio. Deben estar preparados y no armar otro escándalo. —Así que, mis pequeños, el lunes tendrán una nueva profesora particular.

—Pero no queremos otra —protesta Kostya con tono caprichoso.

Exhalo con fuerza y respondo con severidad.

—¡Sonia, Kostya, basta ya! ¿"Queremos" o "no queremos"? ¿Hasta cuándo? —acelero y, con molestia, añado: —Van a tener otra profesora. Se acabaron los caprichos. Lo importante es que aprendan, no quién les enseña. Estoy harto de sus rabietas.

—Papá, no es normal que en los últimos diez días ya sea la tercera profesora —replica mi hijo con firmeza y un toque de indignación.

Aunque es pequeño, tiene razón. Pero, lamentablemente, así se dieron las cosas.

—No es normal, lo sé. Pero no hay otra opción. Y deben comportarse bien, no como en la primera clase con Verónica.

—¿Y si no nos gusta? —murmura Sonia apenas audible.

—Entonces iré con ustedes a clase —respondo irritado—. Y ahí no habrá silencios, ¡van a trabajar! ¿Entendido?

Los niños guardan silencio. Sé que no les gusta cuando soy tan estricto, pero a veces no hay otra forma. Me callé muchas veces por ellos, pero ya se han pasado. Nada les gusta, todos les parecen malos. No puede seguir así. Deben aprender a respetar a las personas, les gusten o no.

—¿Entendido? —repito con firmeza.

—Entendido… —responden de mala gana.

—¡Perfecto! —digo con frialdad—. Hoy no habrá paseo. Tengo que ir a la oficina. Así que hoy verán una película en inglés.

—Pero, papá… —se queja Sonia.

—Si hacen lo que les pido, mañana les prometo un día entero de diversión conmigo.

—¿De verdad? —pregunta Kostya con tono serio.

—De verdad —aseguro. No puedo ser demasiado duro con mis pequeños. Los amo muchísimo.

—¿Qué película podemos ver?

—Pueden ver cuentos de los hermanos Grimm.

Los niños se alegran. Normalmente solo les dejo ver películas educativas o documentales.

Después de dejarlos en casa, me voy a la oficina. Tengo mucho trabajo aunque sea día libre.

Me quedé trabajando hasta la noche. Cuando regresé, los niños ya estaban en su habitación. Así que, sin cenar, fui a verlos.

La puerta de su cuarto está entreabierta y escucho susurros.

—No sé cómo comportarme el lunes —dice Sonia en voz baja—. Hubiera sido mejor que Verónica se quedara...

—Seguro que se fue por nuestra culpa —suspira Kostya—. Dijo que no logró conectar con nosotros...

—Debe ser buena persona si no nos delató con papá —dice Sonia con tristeza, y con desesperanza añade: —¿Y ahora qué? ¿Quién sabe quién vendrá el lunes...? Encima papá dijo que va a estar con nosotros en clase… ¿Y si llega alguien más guapa que Verónica? Ella era como… reservada. Kostya, ¿y si a papá le gusta la nueva profesora? ¿Qué hacemos?

—No lo sé —responde Kostya con voz apagada—. Tal vez si no hubiéramos arruinado la clase con Verónica, ella seguiría aquí...

Escucho cómo Sonia solloza, y enseguida la voz reconfortante de su hermano:

—No llores, Sonia. Es nuestra culpa. No pensamos en las consecuencias. Ahora ya está hecho.

—Ya no quiero estudiar inglés. Y tampoco quiero ser diplomática —dice Sonia con la voz quebrada—. ¡Y tampoco quiero una madrastra!

—Shhh, Sonia. Si la niñera te escucha llorar, se lo dirá a papá.

—Ya no lloro —dice Sonia, y se suena la nariz—. ¿Qué va a pasar ahora...?

Los niños siguen susurrando, y yo me quedo allí unos minutos, dudando qué hacer.

Decido fingir que no escuché nada. Me doy la vuelta con el mayor cuidado posible y bajo las escaleras.

Parece que mis hijos son muy listos. Saben analizar, reflexionar y admitir sus errores.

Por supuesto que no me gusta que Verónica haya renunciado por su culpa. Era una chica guapa y encantadora. Aunque no me había hecho muchas ilusiones, desde el primer momento sentí simpatía por ella. Pero ahora que mis hijos la han hecho sentirse mal, ya no tengo ninguna oportunidad con ella.

El lunes tendré que actuar con sensatez, para no seguir preocupando a mis pequeños sabiondos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.