Los gemelos traviesos y su papa

Episodio 18

VERÓNICA

Me siento totalmente incómoda, porque noto claramente la mirada insistente del hombre frente a mí. Un leve temblor recorre mi cuerpo y la ansiedad crece. Y justo cuando la puerta se cierra tras Yaroslav, Dmytro se dirige a mí.

— La escucho, Verónica Serguéievna. ¿Por qué se niega a colaborar conmigo?

Bajo la mirada, intento encontrar una respuesta lógica en mi cabeza, pero no la encuentro. Estoy nerviosa y simplemente guardo silencio.

— Verónica Serguéievna, ¿por qué no dice nada? Dígame al menos una razón para negarse.

Mi corazón late tan fuerte que me retumba en los oídos. No sé cómo explicarlo. Simplemente no quiero trabajar con este hombre. Sé que si me niego, mi jefe me llamará la atención. Y probablemente su abogado se niegue a llevar mi caso. Pero estoy dispuesta a asumir las consecuencias.

Levanto la vista con timidez hacia el padre de los gemelos.

— Dmytro Oleksándrovich, no tengo nada que explicar. Le conviene buscar a otra persona, porque yo...

— ¿Cree que es tan fácil? —salta él, interrumpiéndome—. Me costó mucho encontrarla. Yaroslav Antónovich dijo que usted había aceptado colaborar. No entiendo por qué ahora se echa atrás. ¿O acaso está tratando de hacerse la difícil?

Lo miro con rabia. Su arrogancia me saca de quicio. Me levanto de golpe y le sostengo la mirada, directo a sus ojos celestes. Ahora entiendo por qué sus hijos son tan descarados. Aprendieron de alguien.

— ¿¡Sabe qué!? —exclamo, perdiendo la paciencia.

— ¿Qué? —responde él, también poniéndose de pie y sin apartar sus ojos de los míos.

— Ahora sí que no pienso trabajar con usted. Búsquese a alguien que no sepa hacerse valer... —resoplo con rabia. Ya no me importa lo que diga Yaroslav. Tomo mi chaqueta, el móvil y el bolso, y me dirijo a la puerta.

Me sobresalto cuando, de pronto, él toma mi brazo y me mira fijamente a los ojos. Me detengo, sin saber qué hacer, y parpadeo confundida. Entonces él habla.

— Verónica Serguéievna, explíqueme su actitud. Está dejándose llevar por las emociones, y eso va en contra del protocolo profesional. Podrían descalificarla, incluso siendo una buena trabajadora.

— Pues que me descalifiquen, así al menos no tendré que trabajar con usted —le suelto con nerviosismo y, liberando mi brazo de su agarre, me alejo un paso.

Dmytro me atraviesa con la mirada, y con una curiosidad que no oculta, pregunta:

— ¿Es por los gemelos?

Parpadeo nerviosa y bajo la mirada. No quiero delatar a los niños. No tengo derecho. Ya no estoy a cargo de ellos, así que no deberían importarme. Me encojo de hombros y niego con firmeza.

— No.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.