"-¿Tienes cinco mil euros?-. Preguntó apoyando los antebrazos en la mesa.
-No-. Contesté.
La gente comenzó a murmurar.
-¿Y cómo piensas apostar?-. Habló Pietro.
Su voz era grave y muy tranquila. Era relajante.
Esa era una excelente pregunta. No tenía nada en la mente. ¿Qué iba a apostar? Entreabrí los labios para decir algo, cuando fui interrumpida...
Enrico soltó una sonrisa breve pero a la vez maliciosa. Supongo que está maquinando algo.
-Te lo pondré fácil porque nadie se había atrevido-. Decia como si me estuviese haciendo un favor.- Apostarás un espectáculo privado.
Eso me ofendió y mucho. Él piensa que soy una puta o una stripper. Pero apostaría eso, solo para verlo perder.
-De acuerdo, apostaré eso.
-Bien, nueva mano-. Añadió Enrico. Se hizo como él quiso. Mientras entregaba las cartas, sentí que las piernas me flaqueaban. Estaba nerviosa, y eso era absurdo. Ya había jugado póquer cientos de veces con mis mamás. Pero ahí estaba delante del gorila y el miedo de no ganar y tener que hacerle un espectáculo privado que simplemente terminará en sexo, eso hacía que el ambiente se pusiera tenso. Si perdía tendré que dejar que ese simio me toque y haga conmigo lo que le diera la gana. No podía darle ese gusto. Pietro, Enrico, el otro chico y yo nos mirábamos las caras. Bueno, y Enrico se limitaba a verme solo a mí. Le eché un vistazo a las cartas y las oculté. No hice ningún gesto. Me mantuve serena.- Vaya...-. Dijo viendo sus cartas. En ese momento supe que tenía una buena mano. E hizo lo que temía.
Se inclinó hacia delante y dobló la apuesta. El silencio era ensordecedor. El resto debíamos igualar la apuesta y eran siete mil
-Voy-. Dijo Pietro sin dudar, doblando la apuesta.
El chico que estaba a mi lado miró alrededor nervioso. No le quedaba nada, su billetera solo tenía tarjetas y eso no se apostaba. Pensé que se retiraría, pero resopló con resignación y comenzó a quitarse el reloj que era un Rolex plateado.
-Voy-. Dijo apostando el reloj.
Los tres me miraron.
-¿Qué puedo apostar?-. Pregunté tímida.
Quería hacerles parecer que era una inexperta en esto del póquer.
-Sorpréndeme-. Respondió Enrico, encogiéndose de hombros. Así que una idea se me pasó por la cabeza. Comencé a quitarme mi Cartier dorado, también mi collar de Louis Vuitton. Mi chaqueta Prada. Y, por último y más importante, mi top de Prada también. Quedando en mi bralette negro. Literalmente, los sorprendí. Aunque, fue mala idea haberme quitado un porcentaje de mi ropa, ya que el frío comenzó a erizarme la piel y entumeciéndola. Enrico me contemplaba. Detallaba mi torso.- Lindos tatuajes-. Dijo frunciendo los labios, reprimiendo una risa mientras se llevaba una mano y pasándola en su mentón, se estaba divirtiendo. Se refirió al tatuaje que tengo en la costilla izquierda "طفل الكرز: Cherry Baby". A la estrella que tengo en el hombro y la mano de Fátima que tengo en el brazo derecho.
-No son los únicos que tengo...-. Me mordí el labio en un plan coqueta y enarqué una ceja. Y es verdad no son los únicos que tengo.
-¿Ah sí?-. Enarcó las cejas.- ¿Cuántos más?
-Tendrás que ganar para verlos-. Alcé una ceja y sonreí provocativa.
-Voy-. Dobló la apuesta. Ahora eran nueve mil. Mientras ponía los billetes me miraba fijamente, me guiñó el ojo y me tiró un beso.- Esto es por ver tus otros tatuajes.
-Voy-. Pietro dobló la apuesta.
El otro chico, al parecer, se le había acabado las pertenencias. Así que apostó su celular.
-Voy-. Dijo antes de colocarlo en la mesa.
Otra vez la atención estaba sobre mí. Ya se me agotaban las pertenencias.
-¿Qué otra cosa puedo apostar?
-Yo preferiría que te quitaras tus otras prendas, no lo sé... Creo que sería mejor-. Dijo vacilante y con ironía.
Torcí el gesto. Sabía a lo que quería llegar. Quería seguir doblando la apuesta para que yo me encontrara en aprietos y sacarme la ropa. Pero no, esta vez no apostaría mi ropa.
-¿Qué te parece una sorpresa? Si, puedo apostar una sorpresa.
-¿Y qué es?-. Preguntó Enrico, curioso e incrédulo.
-Lo que tú estás pensando en este momento, pero... El triple o... más-. Respondí empleando mi voz de coqueta y de misteriosa.
Enrico comenzó a pensar. Apostar una sorpresa no era algo permitido en un juego legal ni en el ilegal, pero aquel Giordano era un ambicioso, arriesgado y no le gustaba lo convencional. Se podía notar en su mirada. Además, él mandaba. Si se le apetecía apostar, aseguro que si lo haría.
-Bien, vas con esa sorpresa-. Accedió. Ahora es el momento de la verdad. Teníamos que mostrar las cartas. Los nervios y la desesperación casi se podían palpar en aquel momento. Quien tuviera la mejor mano, se llevaba todo en la mesa. Y si no era yo, tenía que pensar. En mi vida yo nunca había dado un espectáculo privado. Sabía que le podía mostrar mucho, ya le estaba mostrando mi torso. El primero en mostrar las cartas fue el chico. Tenía un trío. Tres cartas del mismo valor, con esa habrían ganado si estuviera jugando con unos novatos. Después, fue Pietro, tenía una escalera cinco cartas consecutivas. Era bueno, superaba al chico, pero... ¿Superaba a Enrico? Clave mis dedos en mi muslo derecho, estaba inquieta y ansiosa. Le tocaba ahora a él. Durante un momento no dejó de mirarme con esa sonrisa de idoneidad y melodiosa. Hasta que supe descifrar el mensaje que me mandaba sus ojos y era: "Lo siento, nena. Hoy te voy a quitar hasta el alma". En solo pensar en eso me ponía incomoda. Lentamente, Enrico mostró las cartas y pronunció lo que tenía en la mano.- Póker