Stella:
-Un dato te daré del instintuto universitario Santa Dorotea-. Advirtipo Larissa.
Cogí una caja y Larissa cogió otra. Larissa me ayudaba con las cajas, debido a que me mudaba con ella. Me había dicho que por un año no tuvo una compañera de piso y que yo era su salvación.
-¿Qué dato me dirás de este instituto?-. Dije sonriente y luchando con la caja, había tomado la pesada. Era muy pesada para mis brazos delgados.
-Tienes que tener cuidado con quién hablas o con quién te juntas-. Respondió.- Tienes que ser juiciosa al momento de que alguien se te acerque para hablarte o decirte algo bonito. Y vas a tener que acostumbrarte a que los demás no te hablen.
Bueno, es un dato curioso y muy preocupante a la vez.
-¿Y qué es esto?-. Pregunté con incredulidad.- ¿Es como la película "Nada es lo que parece"?
-Si, es exactamente así-. Asintió.- Solo que los trucos de aquí no son de magia ni alucinación. Aquí los trucos son sucios te pueden perjudicar muy mal-. Su voz sonó como una advertencia.
Larissa es mi compañera de piso. Se había ofrecido a ayudarme con la mudanza. Es una chica muy amable y agradable. Es una rubia cabello por los hombros, ojos acaramelados. Nariz refinada y usaba lentes estilo hípster. Vestía unos jeans y una camiseta azul celeste y unas Converse negras con blanco.
-Larissa, ya estás haciendo que me obvie la idea de venir aquí y me regrese a mi casa-. Dije con algo de burla.
Caminamos hacia el ascensor. Y nos metimos en él. Me contemplé en el espejo del ascensor. Vestía un short de jean rasgados. Una camiseta con abertura en los costados tanto que se podía ver mi tatuaje que está escrito en árabe. No llevaba sujetador. Tenía un suéter amarrado en mi cintura, y calzaba unas Vans negrad con blancas.
-No, vale, no quiero que te vayas, no me dejes sola-. Su tono de voz fingió suplica mientras recostaba su cabeza en mi hombro.
Solté una carcajada breve.
-Tranquila, no te dejaré, ya estoy aquí-. Puse mi cabeza sobre la suya.
-Después que termine de subir tus cosas, vamos a ir a la cafetería que queda cerca de aquí y aprovecharé de darte un tour por el campus, ¿de acuerdo?-. Propuso.
-Claro.
Después de unos minutos ocupadas subiendo las últimas cosas del camión. Habíamos terminado.
Estábamos caminando por la acera. Íbamos hablando sobre todos los horarios, las clases y de los profesores.
Nosotras caminamos frente a un edificio más alto y más grande que el resto. Larissa me decía cosas sobre de cómo es el ambiente en Santa Dorotea. Que los chicos al igual que las chicas no son muy confiables y que no tengo que ser bocaza.
Afuera del edificio estaba aparcadas unas... Audi Q5 2.0T, una era negra y la otra roja. Las reconocí debido a que mi ex novio tenía ese mismo modelo de coche. Tenía las cajuelas abiertas y sonaba Stay de Mac Miller a todo volumen por las bocinas instaladas en el interior. Había un montón de cajas en el pavimento detrás de los coches. Alguien, al parecer, estaba desempacando. El que debía ser el dueño salió del edificio con su torso desnudo. Era alto corpulento y muy fornido, en su parte frontal vi tatuajes eran pocos y dejaban ver su piel.
Apenas cuando dio la vuelta para ir a su coche, observamos que su espalda también estaba tatuada al igual que sus brazos, en esos lugares no se veían el color de su piel. Su cara era otro asunto, era muy varonil e impresionante, tenía una barba de leñador tipo hípster. En todo él decía que era un salvaje y un dominante. Llevaba unos jeans y su cabello castaño y caía en su frente (a los alrededores su cabello es bajo). Él llegó al Audi rojo que sobresalía de la acera, se inclinó para coger una caja del suelo y se irguió cuando la tuvo en sus manos.
Después, iba caminando hacia la entrada del edificio y echó una ojeada otra vez hacia los coches.
-¡¿Pietro deja la maldita flojera y ven a ayudarnos?!-. Su voz era gruesa y un poco intimidante. Entró al edificio.
De pronto, apareció otro chico, era como si hubiese estado allí todo el tiempo, pero detrás de la sombras. Este chico no estaba medio desnudo, pero aún así podía impresionar igual que el anterior. Llevaba una camisa negra sin mangas, se podían notar sus brazos. No eran como el de los tatuajes, así de fuertes, más bien, pero eran algo delgados y musculosos. Tenía una tatuaje en el brazo derecho que acababa en el codo. Tenía el cabello negro a abundante y rebelde. Era alto, usaba pantalones negros al igual que sus zapatos. Sostenía un cigarrillo en la mano derecha.
Su expresión era de fastidio, con unas cejas espesas y unos ojos entornados por la luz del sol. Este era parecido al anterior solo que no tenía barba.
Se acercó a las cajas y se quedó allí parado esperando.
-¡Hey! ¡La tierra llamando a Stella!-. Exclamó Larissa mientras me zarandeaba.
Parpadeé un par de veces.
-Lo siento, es que...
La risa de Larissa hizo que las palabras murieran en mi boca. Fruncí el ceño y le miré extrañada.