Los primeros rayos del sol comenzaban a iluminar la ciudad de Colmar, en donde los habitantes comenzaban su rutina para realizar sus actividades diarias y en la casa de la familia más importante del lugar no era la excepción; Maru, que es como todos llamaban a María Quiroga, se encontraba en la cocina de la gran mansión preparando el desayuno para sus hijos y su esposo. Ella felizmente cocinaba huevos revueltos con tocino, el rico olor que rápido captó uno de sus seis hijos y el único varón, Josué, quien únicamente salía de su habitación cuando había comida y cuando era absolutamente necesario.
El joven se levantó de su cama, se colocó sus pantuflas y salió de inmediato de la habitación, apresurándose por llegar al comedor, al hacerlo, tomó asiento alrededor del comedor y miró con atención la puerta de la cocina, por donde Maru salía sosteniendo los utensilios que se usarían para el desayuno. Josué se levantó de su lugar y corrió a ayudarle a su madre, pese a tener una actitud rebelde hacia todos los integrantes de la familia, era amable con ellos cuando la situación lo ameritaba.
—Gracias hijo, por poco se me caen los platos —sonrió Maru, mirando con orgullo a su hijo.
Josué tan sólo formó una pequeña sonrisa con sus labios y regresó a su lugar, Maru se encontraba sirviéndole su porción de desayuno, de pronto, ambos desviaron su mirada a las escaleras de la mansión; Juan bajaba por ellas con prisa, se detuvo a la mitad, miró atentamente el comedor, rodó los ojos y dio vuelta para comenzar a subir nuevamente.
—¡Niñas, es hora de levantarse! —gritó Juan, abriendo cada una de las habitaciones de sus cinco hijas.
Para suerte de él, Jazmín, la mayor de las hijas ya se encontraba lista para la universidad, cuando Juan abrió la puerta de su habitación, la chica tomaba su mochila y se disponía a salir, saludando a su padre, caminó a las escaleras con prisa, para desayunar con su familia como acostumbrada antes de irse.
—Me llenas de orgullo, hija mía.
Juan limpió algunas lágrimas de su rostro, después de despertar a cada una de sus cuatro hijas, bajó las escaleras, dirigiéndose al comedor donde Maru, Jazmín y Josué ya se encontraban desayunando, mientras hablaban sobre lo que harían en el día que recién comenzaba.
—Decidimos comenzar a desayunar sin mis hermanas, siempre tardan mucho y no quiero perder el autobús de nuevo —añadió Josué molesto, ya que el día anterior, por culpa de sus hermanas perdió el autobús.
—Conmigo nunca tendrás ese problema y lo sabes —sonrió Jazmín dándole un sorbo a su vaso de jugo de naranja.
—Anda Juan, siéntate, ¿O no desayunarás de nuevo con nosotros? —preguntó Maru frunciendo el ceño.
Su esposo se limitó a responder, llenó una taza de café y tomó asiento junto a Maru, a veces, el empleo de Juan consumió mucho de su tiempo, por lo cual era raro verlo desayunando en casa y no de camino a su trabajo. La familia ya estaba acostumbrada a que Juan no estuviera tanto tiempo en casa y todos lo entendían a la perfección.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de los cuatro integrantes de la familia presentes al ver a Karime llegar medio dormida al comedor, confundida seguramente al no haber escuchado su alarma ni el llamado de su padre para que se levantara de la cama.
—¿Qué hora es? —preguntó llena de confusión.
—Hermana, son casi las siete, se te hace tarde —le dijo Jazmín sin evitar reír un poco.
—¡Maldición, todo por desvelarme estudiando para el estúpido examen de geografía! —gritó Karime abriendo grandemente los ojos.
Sin decir nada más, dio vuelta y se alejó del comedor corriendo, apurada para alistarse para la escuela, tenía un examen importante y no podía perdérselo por nada del mundo. Cristina y Dani llegaron al comedor confundidas al ver a su hermana subir las escaleras como loca, tomaron asiento en la mesa y fijaron sus miradas en sus respectivos platos con su desayuno.
—¿Qué sucede con Karime?, ¿Han pensado llevarla a algún psicólogo? —interrogó Dani a su familia.
—No digas eso de tu hermana, simplemente se desveló anoche —dijo Juan, poniéndose de pie.
Dani asintió con la cabeza y siguió con su desayuno, mientras veía como su padre se alejaba del comedor hacia su oficina. De donde pocos minutos después salió con un maletín en sus manos, caminó hasta Maru, le dio un beso en los labios y se despidió de ella.
—Adiós niños, nos vemos por la tarde, tengan un buen día —se despidió Juan, saliendo de la mansión.
Todos los presentes se despidieron de su padre con un grito y siguieron en lo que estaban, terminar su desayuno. Uno a uno, se iban levantando para irse a preparar para la escuela, mientras Maru levantaba los platos de la mesa para llevarlos al lavavajillas que se encontraba en la cocina. Jazmín le ayudaba con los platos.
—Ya me voy mamá, recuerda que llegaré tarde hoy —sonrió Jazmín dándole un abrazo a su madre, para luego alejarse del lavavajillas
—Cuídate hija —dijo Maru al ver a su hija salir de la cocina.
Jazmín se dirigió a su auto que se encontraba estacionado junto al de su madre, subió sus cosas en la parte trasera y luego subió ella para comenzar a alejarse de la casa, con una gran sonrisa en su rostro.
El claxon del camión escolar se escuchó y Josué rápido corrió a tomar su mochila y a salir corriendo de casa, no permitiría que el camión lo dejará como el día anterior, también Leslie bajaba apresuradamente las escaleras, pues ella debería tomar el mismo camión que su hermano Josué.
—¡Dile a Abel que me espere, voy enseguida! —gritó Leslie por la ventana.
Maru le entregó la mochila a Less y ella de inmediato salió de casa, corriendo al autobús escolar que ya estaba a punto de irse, pues Josué no había indicado que faltaba su melliza, cuando subió al camión, vio cómo su hermano reía sin parar en la parte trasera del camión, acompañado de su amigo Joaquín.
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Editado: 21.10.2020