Los grandiosos Wilford

12. La talentosa Wilford

 

El invierno siempre era descrito como frío, distante y, sobre todo, triste. Los niños no tenían permitido jugar mucho fuera de casa, ya que podían enfermarse y sus padres estarían preocupados por ellos. Sin embargo, los padres de Jules nunca le negaron tal capricho. Cada invierno, la familia y las criadas salían al patio de su hogar y jugaban. Hacían bolas de nieve, pequeños muñecos o se enterraban entre ellos. Después, su madre les daría un jarabe con el que ellos se recuperarían inmediatamente. Era una hermosa tradición que Jules ansiaba seguir cada año. Sin embargo, cuando sus padres murieron, los tres hermanos no veían el invierno como antes. Jules podía sentir en su corazón un gran dolor al ver la nieve caer en su gran jardín. Entonces, empezó a crear pequeñas canciones para sus hermanos. Canciones sobre cómo ansiaban que llegara la primavera, sobre cómo ellos jugarían en los grandes árboles, verían flores de muchos colores y podrían estar fuera todo el día. Aquellas promesas les dieron esperanza, una esperanza de seguir adelante.

Y esos sentimientos, tan puros y cándidos, fueron representados en la pieza de Jules. “Le jardin du Printemps” tenía un comienzo triste y nostálgico; sin embargo, mientras más avanzaba la música, la pieza iba adquiriendo un color alegre, vivaz y sonriente. Jules no pudo evitar que algunas lágrimas recorrieran sus mejillas.

Esperaba que sus hermanos sintieran lo mismo que ella, porque esta composición les estaba dedicada e inspirada en su amor. Ellos siempre serían su mayor esperanza.

***

¿El público se deleitaba con la música como lo hacía él? ¿Entendían la profundidad que se transmitía? Porque no era música ordinaria, sino la creación de una de las mejores compositoras de Inglaterra. De eso estaba seguro.

Sus composiciones, aunque ella aún era joven, tenían un gran prestigio en todo el Reino Unido y, por tal razón, tan solo era cuestión de tiempo para que la joven se volviera una fama para toda Europa. Muchos cazatalentos y músicos habían visto en aquella jovencita una oportunidad para hacerse famosos; esa era una noticia repetitiva. ¿Dieciséis años y con tanta influencia en la sociedad? ¡Era lo mejor que encontrarían! Y la joven tenía gran talento y la capacidad de ser historia. Estaba al nivel de grandes compositoras como Clara Schumann.

Sin embargo, todos parecían coincidir en que había un obstáculo: Sir William Bennett.

El director Bennett siempre estaba al lado de la joven. Si algún músico quería conversar con la señorita Wilford, el director Bennett estaría ahí para presentarlos. Aunque uno lo intentara, ninguno convencía al director para ofrecer sus propuestas a la señorita Wilford. Ninguno tenía oportunidad de asombrarlo.

Sin embargo, llegó uno. Para sorpresa de todos, alguien pudo conseguirlo.

Johann Strauss había dejado Austria y llegó a Inglaterra como una oportunidad de hacer su música más famosa. Casarse con una gran cantante como Hetty Trefz fue una buena estrategia, pero él quería más y, para su buena suerte, la invitación del director Bennett llegó.

Había tenido todo un gran plan preparado. En la gala del príncipe heredero, él presentaría sus mejores piezas musicales y en el concierto final de la Real Academia de Música, dirigiría su última obra, “En el bello Danubio azul”, por primera vez en Reino Unido.

Pero, al final, el plan no salió como esperaba.

El joven príncipe Edward se acercó a él y le pidió, no, le suplicó que estrenara aquella obra. Le contó que había una joven seguidora de su música y que ella estaría muy encantada de conocerlo. Strauss no se pudo negar, no por deber sino por compasión. Accedió y todo su plan se vio arruinado. Así que, esta noche, él no tenía nada nuevo para presentar. Al menos había una muy buena reputación ya formada.

—Es asombrosa —susurró Johann para sí. Toda la orquesta de la academia estaba preparándose, puesto que tocarían poco tiempo después que la joven. Johann se posicionó al lado de su amigo.

—Es mi alumna, ¿crees que defraudaría a tantas personas? —respondió el director.

—Deja de mentir, Bennett —expresó— Para ti, es más que una simple estudiante. Podría decir que esta pequeña relación con tu alumna parece la de un abuelo con su nieta.

—Bueno, sí la considero como una… Espera, ¿abuelo?

Johann se rio por un corto tiempo, mientras que Bennett susurraba de manera enojada que se callara.

—Para tu información, parezco más su padre. Cualquier persona que no nos conociera pensaría que Jules es mi hija. Compartimos la misma adoración por la música y tenemos un gran talento.

—Como tu lo digas, Bennett.

Siguieron viendo a la grandiosa joven en escena. La música parecía estar en su clímax, con una transición de lentitud a un compás vivaz.

—Strauss, supongo que ya sabrás por qué te invité a Inglaterra —dijo Bennett, sin despegar su mirada de la joven intérprete.

—Un favor viene con otro favor. ¿No es ese el lema de nosotros, los músicos? —Johann se acercó a Bennett y, con una mano posada en su hombro, siguió hablando—: Me diste la oportunidad de presentar mi música y ser reconocido en tu país; así que, con mucho gusto te ayudaré en lo que me pidas, mi amigo.

Bennett le dedicó una sonrisa y prosiguió.




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