Cuando Jules, Albert y Edward ingresaron al salón, las conversaciones se detuvieron por un momento. Todos los miraban con mucha atención, especialmente a Jules. Seguro se preguntaban: ¿qué está haciendo la hija de un barón con los príncipes? Le pareció extraño a Jacques, pues Jules no era amante de la atención. Se lo comentó a Elise, esperando que ella dé sus siempre largas explicaciones, pero no fue el caso.
—Sí —respondió secamente.
Jacques la miró, desconcertado.
—¿Qué ocurre? Porque no estás bien.
—No es nada, Jacques
—Es sobre Oshrit Temple, ¿no?
Elise pareció muy sorprendida con la respuesta de Jacques. Había sido obvio para él: la discusión entre Elise y su hermana, la mirada fija de Jules mientras le presentaban a Oshrit. Ambas habían estado hablando de él.
—Puedes pensar que soy lento en ver las cosas, pero también puedo ser perspicaz —continuó Jacques—. Oshrit es muy bueno y sé que será un gran amigo de Camil. No debes basarte en prejuicios para juzgarlo, Elise. Realmente no conoces cuántas personas hacen lo mismo con él, cuánto odio debe soportar cada día.
Elise parecía culpable, las palabras de Jacques habían tenido efecto, pero antes que pudiera hablar, Jacques sintió una mano sobre su cabeza, la cual le hizo girar con dirección hacia su plato.
—¿Jules?
—Estamos en una cena, Jacques. Termina de comer y luego podrás hablar.
Jules se sentó en el lugar indicado y esperó a que trajeran su plato. Jacques no perdió el tiempo en obedecer. Elise aún no comía y miraba fijamente a Jules, a pesar de que Jacques estaba en el medio de las dos.
—Jules —Elise comenzó—, yo quería decirte-
—Hola de nuevo, Elise.
Jacques dejó de comer para ver a su hermana. Él estaba sorprendido, pues Jules sonreía genuinamente —como si nada hubiera ocurrido— y Elise también le correspondía..
—Conversaremos luego, Elise. Ahora hay que dedicarnos a terminar este plato.
—¡Jules! —Camil dijo muy emocionado—. ¿Sabías que si tía Victoria termina de comer, debemos dejar de hacerlo? La señora Beauclerk me lo explicó.
—Lady Beauclerk, Camil —trató de corregir Jacques, pero fue ignorado.
—Así que has estado entretenido mientras no estuve. Me alegra.
—Sí, Jules. La señora Beauclerk sabe muchísimo. También me ayudó con los cubiertos que tenía que usar en los platos. ¡No te distraigas más! La tía ya terminó la sopa. ¡Come! ¡Come!
Después de la sopa, siguió un plato de fondo y para finalizar, un rico postre. Jacques no era de comer tanto en las noches, pero no quería dar una impresión de mal agradecimiento. Además, Jules lo miraba de reojo. La cena transcurrió lentamente y todos hablaban al mismo tiempo, por lo que al final parecía un gran mercado. Jacques se dio cuenta de que tía Victoria hablaba con los príncipes extranjeros, tratando de incluir a Louise en las conversaciones; sin embargo, su prima parecía cansada y solo miraba su plato.
Camil seguía hablando con lady Beauclerk y ambos se reían de la señorita sentada en frente, quien, a juzgar por su apariencia, debía ser una hermana menor. Jules le dijo que se trataba de Dora Grey, la que quería casarse lo más pronto posible. También le advirtió que no se acercara a ella.
Finalmente, la cena terminó y tía Victoria se puso de pie. Con una copa en mano, Jacques supuso que era la hora del brindis.
—A todos los presentes de esta noche. Les agradezco su presencia en la cacería anual de Windsor. Mañana nuestros caballeros y nuestros jóvenes hijos participarán en este evento. Será grandioso y le pido a Dios que todo se dé acorde a lo organizado.
Todos estuvieron de acuerdo y brindaron por una buena cacería. Jacques observó que Camil se llevaba su copa a la boca, pero Jules lo detuvo en un instante y le dio una mirada enojada. A veces Camil tenía ideas revolucionarias.
—Ahora, para amenizar esta noche, les pido que nos acomodemos en el salón contiguo. Podremos escuchar una interpretación musical y luego conversar sin interrupciones.
Con las órdenes de su tía, todos marcharon hacia el salón, el cual tenía el nombre de Salón Escarlata. No estaba tan decorado como los salones del palacio de Buckingham, pero eso no quitaba que seguía siendo hermoso.
—¿Qué tocarán, Jules?
—Vivaldi. Fue lo único en lo que estuvimos de acuerdo los tres.
—¿Los tres o solo Edward y tú? —preguntó Camil
Jacques rio junto a su hermano, mientras que Jules negaba con la cabeza, pero también sonreía.
Edward apareció en ese momento para llevar a Jules al lugar preparado para tocar y su hermana solo pudo dar una rápida despedida. Jacques ni siquiera pudo responder, pero seguro su hermana ya sabía de sus deseos de un buen concierto.
***
El salón Escarlata era diferente a su homónimo en el palacio de Buckingham. Era más pequeño, pero acogedor.
Se habían preparado los asientos para los tres músicos, quienes ya estaban tomando posiciones, mientras que para el público se tenían contados asientos. Obviamente la reina se sentaría al centro de la primera fila, seguida de la realeza extranjera. Los siguieron algunas señoras, pero en realidad había pocos asientos, por lo que muchos optaron por estar de pie.