Sábado 12 de agosto de 1870. Bosque de Windsor.
—En mi opinión, creo que este deporte es muy peligroso.
—Para alguien que lo ha practicado toda su vida, es como un paseo matutino —explicó Elise—. Pero imagina que Jacques o Camil participen. No sería tan fácil para ellos, Jules.
La caza de zorros de esa mañana estaba a pocos minutos de comenzar. Elise la invitó a un pequeño paseo para estirarse un poco antes de pasar todo el día sentadas. Jules no se quejó, aunque el sol brillaba con fuerza a pesar de la hora temprana. Era un poco incómodo, pero Elise había sido inteligente en advertirle días antes, por lo que estaba preparada con un vestido veraniego muy cómodo.
—Entonces espero que nunca se les ocurra querer participar, especialmente a Camil. —Jules apretó el mango de su sombrilla con más fuerza.
—Madre tampoco quería que mi tío Charles participara en un inicio. Ella quería que esperara hasta los veinte.
—Pero tu tío está en el ejército. Habría tenido la experiencia necesaria.
—No hay duda, pero el corazón de una madre siempre es sobreprotector. —Jules no sabía qué responder—. Sin embargo, todo salió bien al final. Mi tío fue el ganador de esa mañana y desde entonces se habla de su talento en la equitación y la caza.
—Parece que todo le va muy bien.
—Y pronto tendrá una bella esposa. —Los ojos de Elise parecían brillar con emoción—. Estamos muy emocionados con Jane Campbell. ¿Sabías que su hermano, Lord Lorne, también ha participado en cazas anteriores? No parece capaz ni de pisar una hormiga.
—Pues es mayor de dieciocho años, ¿no? Es obvio.
—Esa es la regla, aunque me pregunto —Elise detuvo su caminar y Jules hizo lo mismo. Ambas veían como algunos de los competidores aparecían a caballo—: ¿Cómo es que el príncipe Edward participará también, cuando tiene diecisiete años?
Jules entonces lo notó. Edward tenía ropa de caza: una chaqueta negra con botones dorados, un pantalón blanco y aún limpio, unas botas negras relucientes. Tenía un gorro en sus manos que aún no se ponía sobre la cabeza. Su atuendo lo hacía parecer lo que realmente era: un príncipe. A su lado también llegaba Albert, el agasajado; sin embargo, para Jules, era Edward quien sería el sol del día.
—Ocurre cuando talento —opinó Jules, distraída—. O simplemente él no quiere que Albert sufra solo.
—O tal vez es solo el príncipe Edward queriendo que el príncipe de Gales no tenga toda la gloria.
Elise rio cuando Jules la empujó. Su comentario había estado fuera de lugar, algo grosero y poco típico de Elise, pero Jules entendió que solo era su amiga tratando de provocarla. Cuando Jules quiso replicar, vio a sus hermanos corriendo detrás de Oshrit Temple y Carol Grey. Los cuatro se dirigían hacia el interior del bosque.
—¡Jacques! ¡Camil!
Sus hermanos se detuvieron al instante y Jules caminó con rapidez hacia ellos.
—¿Ocurre algo? —preguntó Camil.
—¡Yo debería preguntar! ¿A dónde van? —Jules señaló a los hombres montados en caballo. Algunos salían del bosque—. Para allá solo están los participantes de la caza
—Estamos siguiendo a Walter y a Cissy. Entraron al bosque para despedir a su hermano. Le desearán suerte. Así que decidimos acompañarlos.
Camil ni siquiera conocía a Lord Lorne, el hermano mayor de los niños Campbell, pero al ver los rostros impacientes de Oshrit y Carol Grey, Jules decidió no interrumpir la reciente amistad de sus hermanos.
—Bien, pero vayan con cuidado y no demoren mucho. No sabemos qué animales puede haber allí.
—Ninguno que pueda hacernos daño. Te lo aseguro, Jules —respondió Jacques.
—¡Pero, Jacques, te olvidas de los osos! —exclamó Oshrit.
—¡Los tigres! —continuó Carol.
—¡¿Tigres?!
Pero antes de que Jules pudiera decir algo más, Camil apresuró a sus amigos para que entraran al bosque. Jules quedó boquiabierta.
—Que traviesos —rio Elise—. No recuerdo haber sido así cuando era niña.
Elise miraba atentamente a Oshrit Temple; era demasiado obvio.
—Tienes razón; son niños siendo niños —mencionó—. Traviesos, pero también inocentes, como cualquier otro niño.
—Tienes razón. —Elise suspiró—. Me equivoqué al juzgar al joven Temple sin conocerlo.
—No hay persona libre de errores. Lo que sí podemos hacer es reconocerlos y cambiar.
—Has nacido con el corazón de una madre. —Elise le dijo con una pequeña sonrisa.
Jules también sonrió. El comentario de su amiga era, en realidad, correcto. Vivir gran parte de su vida cuidando a sus hermanos le había enseñado mucho.
—Y es bueno que Camil esté haciendo amigos —continuó Elise—; así será más fácil para él cuando empiece la escuela. Por cierto, ¿cómo lo estás tomando?
—Tengo miedo —Jules cortó a Elise, aprovechando el interés de su amiga—. No tanto por Camil, porque él siempre ha sido un niño amistoso; sin embargo, Jacques es tan… diferente.