14 de noviembre de 1870
Eton College
A Anne Juliette Wilford,
Mi querida Jules, mi carta llega a ti como todas las que te he enviado hasta ahora: sin tardanza y con detalles. Sin embargo, no puedo empezar sin recordarte cuanto te amo: siempre serás mi amada hermana y deseo que sepas que nunca dejaré de amarte, a pesar de lo separados que estemos.
Esta semana ha tenido un comienzo tranquilo. Mis compañeros de casa son amables y entusiastas; me siento agradecido de su amistad. Las clases no han tenido mucha novedad, pero, oh, los conocimientos nuevos que estoy obteniendo. Jules, realmente te verás asombrada con lo mucho que te explicaré cuando nos veamos. Es una injusticia que tú no puedas estar aquí con nosotros, cuando sé que eres talentosa no solo en la música.
En mis cartas nunca pueden faltar mis reseñas sobre el prefecto Grosvenor. Es un buen joven y siempre está dispuesto a ayudarme cuando tengo dudas. Creo que es lo que uno espera de un hermano mayor, en lo que él tiene amplia experiencia. Además, él está seguro de que, si me preparo y postulo, podré entrar al grupo de Los Especialistas, ya sabes, la élite de Eton. Me dijo que tengo muchas cualidades comunes con ellos y es casi un hecho de que me elijan. Tal vez, el próximo año también sea candidato para ser prefecto. Por otro lado, estoy pensando en postular al Club de Ciencias, del cual han surgido muchos investigadores y científicos de nuestro país. He hablado con algunos miembros y ellos me han animado a postular.
Sobre Camil, sabes que no nos podemos ver mucho, puesto que los programas preparatorios están aislados de nosotros. Sin embargo, eso no le impide visitarme. Oshrit y Camil pasan muchas noches con Walter y conmigo. Me alegra que tengamos un hermano tan filial.
Finalmente, querida Jules, espero que tus estudios estén floreciendo al igual que lo míos. Y pide a Dios para que nuestras vidas sigan siendo intensas, exuberantes e infinitas.
Tu amado hermano,
Jacques Wilford.
***
Cuando Jacques abrió los ojos, no tuvo ganas de salir de su cama. Se sentía cansado, aunque no físicamente, sino que se trataba de un agotamiento emocional. Miró hacia la ventana y observó un infrecuente sol que emana luz sobre su rostro.
Cerró los ojos sin querer pensar más y fingió dormir, cuando escuchó que su compañero de habitación ingresaba. No escuchó sus pasos, por lo que tampoco supo en qué dirección caminaba. Así que, cuando el joven Sholto Douglas tiró una cubeta de agua maloliente sobre su rostro, Jacques no estaba preparado.
—¡Mírate, Wilford! ¿Tan temprano y ya lloras?
El joven Douglas empezó a reír, seguido de burlas de algunos chismosos en la puerta. Jacques salió de inmediato de su cama y se alejó de sus groseros compañeros.
Se aguantó las ganas de llorar y suplicó a Dios que ninguna lágrima rodara por sus mejillas. Pero intentarlo hizo que recordara las duras palabras del señor Valliere —”Lloras hasta por lo más trivial. Que patético”— y sintió aún más pesado su corazón.
Así que, sí, terminó llorando. Las burlas de sus compañeros continuaron hasta que resonó una campana en toda la residencia. Era el aviso de que el desayuno estaba a quince minutos de terminar. Sin dirigirle más palabras, sus compañeros se retiraron con paso apresurado hacia el gran comedor de Eton.
Ahora solo, Jacques se sintió desesperado. Se tocó el rostro con dedos temblorosos; olía muy mal, y no sabía qué era el agua que le habían lanzado. Tenía también mechones mojados. Lentamente, se deslizó hacia el suelo y empezó a llorar sin que nadie lo detuviera.
Se preguntó por qué ningún prefecto había intervenido, aunque Jacques supuso que a ninguno le había importado. Cada uno tenía sus tareas y agregar un altercado a ellas debía ser una gran carga para sus ya agendas atareadas.
En ese momento, Jacques extrañó más que nunca a sus hermanos. Jules lo habría abrazado, a pesar de que olía mal y Camil hubiera profesado amenazas hacia los que lo habían molestado. Sin embargo, eran sueños imposibles. Solo había pasado un mes en Eton College y Jacques ya no tenía más dedos para contar las veces que Sholto Douglas lo atormentaba.
En realidad, era culpa de Jacques que todo esto hubiera empezado.
Se conocieron incluso antes de que comenzaran las clases, debido a que ambos eran compañeros de habitación. Al verse, ambos se sonrieron algo nerviosos y compartieron algunos comentarios con respecto a sus viajes. Toda incomodidad desapareció mientras más hablaban: tenían mucho en común. Extrañaban a sus hermanos, no habían estado del todo a favor de asistir a Eton, pero habían aceptado por el bien de la familia. Luego, fueron a la ceremonia de inauguración juntos, y Jacques brillaba de felicidad al meditar en lo fácil que había sido conseguir un amigo.
Sin embargo, la floreciente amistad decayó durante las clases. Solo bastó que no estuvieran juntos en la última del primer día: lenguas. Douglas había elegido alemán; mientras que Jacques, chino mandarín. No sabía la razón tan extravagante por la que eligió ese idioma; así que, lo derivó a su interés por aprender más sobre las colonias inglesas en el imperio asiático.
Mientras se dirigía hacia su salón, el pasillo se empezó a inundar de murmullos. Jacques pudo identificar después que se trataban de advertencias sobre su nuevo compañero.