Cuando desperté, me sentía renovada. El sueño me había sentado bien y mi cuerpo parecía haber recargado energías. Bajé a la cocina, me preparé un desayuno cargado -café fuerte, huevos y pan tostado- y salí de la casa con buen ánimo, lista para enfrentar el día.
Al llegar a la cafetería, encontré a Sara y Daniel ya dentro, organizando las cosas. Poco a poco fueron llegando los demás empleados y la jornada laboral comenzó.
-¡Oh, por Dios! Me duele todo el cuerpo - se quejó Melissa, una de las chicas antiguas, mientras se apoyaba en el mostrador.
-¿Gimnasio? - pregunté, mirándola con una sonrisa.
-Sí. Creo que me están matando.
-Tranquila, en unos días se te pasará - le aseguré.
-Eso espero - respondió, haciendo una mueca de dolor.
Melissa volvió a sus labores, y yo me dejé caer en una de las sillas detrás de la barra. La mañana había sido intensa, con una afluencia constante de clientes. Sara y Daniel también habían estado ocupados ayudando con los pedidos.
-Oye, ¿son ideas mías o Melissa está caminando como si tuviera una varilla en la espalda? - comentó Daniel con una sonrisa burlona.
-Empezó a ir al gimnasio - respondí.
-Con razón.
-No la tortures tanto - le advertí, mirándolo de reojo.
-¡Pero si yo soy un angelito! - dijo, poniendo cara de inocencia.
-Sí, claro.
Daniel se rió y se apoyó contra la pared con las manos detrás de la cabeza.
-Hablando de cosas importantes… ¿cómo van los planes?
-Bien. Ya sabes cómo es mi padre - respondí, suspirando-. Los tiene a todos como locos.
-Sí, tu padre nunca cambia.
-Y no creo que lo haga.
-¿De qué hablan? - preguntó Sara mientras se acercaba y se dejaba caer en la silla junto a mí.
-De nada importante - dije, quitándole importancia.
-Oh, vamos - protestó ella-. Me están dejando fuera otra vez.
-Si tú no estabas aquí -se defendió Daniel.
-Ajá - Sara entornó los ojos-. Por cierto, me invitaron a una fiesta este fin de semana.
-No puedo ir - dije rápidamente-. Ve con Daniel.
-¿Qué? - Daniel se irguió en la silla-. Ella te está invitando a ti, no a mí.
-¡Oh, vamos! Hazme el favor - insistí, sonriendo de lado.
-Chicos - interrumpió Sara, señalando a Daniel-. ¡Invité a los dos! Si este se hace el confundido, no es mi culpa.
-La próxima vez sé más específica - replicó Daniel con una sonrisa.
-¿Tú no cambias, verdad? -Sara lo miró con una mezcla de irritación y diversión.
-Basta ya, los dos - intervine, antes de que la conversación escalara.
-Si no puedes ir, está bien - dijo Sara-. Iré sola.
Le lancé a Daniel una mirada de ayuda. Ambos sabíamos que cuando Sara iba sola a una fiesta, terminaba metida en algún problema. Daniel suspiró, bajó las manos y dijo:
-Está bien. Te acompañaré.
-Te vas a divertir mucho - le dije con una sonrisa.
Al final del día, todo había marchado bien en la cafetería. Después de cerrar, nos dirigimos a la bodega para entrenar. La “bodega” era en realidad una instalación de cuatro pisos: uno subterráneo donde estaban los laboratorios, en el primer piso estaba casi todo a excepción de sistemas que estaba en el segundo piso junto con la placita para la comida y en el tercero estaba administración.
El segundo y tercer piso a diferencia del primero solo ocupaba una pequeña porción para darle toda la altura al primer piso y poder hacer a todas las maniobras que se quisieran hacer.
Daniel practicaba con el armamento, y Sara y yo practicábamos con nuestros respectivos compañero de lucha. Al salir me dirigí a mi casa, que estaba a unos veinte minutos de la cafetería y a cuarenta minutos de la bodega de entrenamiento.
Al día siguiente comencé mi rutina para ir al trabajo. En mi mente tenía muchos pensamientos sobre todo el de mi cumpleaños, estaba cerca y sabía que Sara organizaría algo aunque yo no se lo pidiera.
Al llegar al trabajo, observé que todo estuviera en su lugar, a la hora del almuerzo, como de costumbre, fui a la parte trasera del local, donde había un espacio reservado para que los empleados pudieran comer y descansar.
Mientras me acercaba, escuché una discusión entre Sara y Daniel. No era nada nuevo. Discutir entre ellos parecía ser su pasatiempo favorito.
-¿Y ahora qué les pasa a ustedes? - pregunté, cruzándome de brazos.
-Estábamos hablando sobre la fiesta —dijo Sara, girando los ojos.
-¿Y?
-Estábamos decidiendo qué atuendo usar. No quiero desentonar - añadió Sara, encogiéndose de hombros.
Ustedes dos discuten por cualquier cosa últimamente - comenté, divertida.
-Yo tengo mis motivos - se defendió Sara, mirándome con una sonrisa ladeada.
Daniel se levantó y estiró los brazos.
-Bueno, chicas, las dejo. Voy a llamar a Sandra. Hablen de lo que sea que hablan las mujeres cuando no hay un hombre cerca - dijo con una sonrisa burlona.
-¡Humm, mijito! Ya quisieras tú ser una mujer para saber —replicó Sara, levantando una ceja.
—¡Oh, venga ya! ¡Dejen de pelear! —intervine, rodando los ojos.
—¡Pero si ella fue la que empezó! —se defendió Daniel antes de salir de la habitación.
Me quedé a solas con Sara, que suspiró y miró hacia el suelo.
—Hace un buen día —comentó, cambiando de tema.
—Sara…
—¿Qué?
—Tú sabes qué.
Ella hizo una mueca y empezó a hacer movimientos con las manos, como si estuviera imaginando que ahorcaba a alguien.
-Me ha sacado de quicio.
-Tampoco es que tú seas muy mansa que digamos -dije, sonriendo.
-Lo sé, pero… él… -Sara suspiró, bajando las manos.
-¿El qué?
-Él no quiere ir conmigo -dijo, mirándome con el ceño fruncido-. Va a ir porque tú se lo pediste. Si no, estaría ese día con su Sandra -dijo haciendo comillas con los dedos.
-¿Su Sandra? ¿Me parece o tienes celos? -le lancé una mirada traviesa.
-¡Celos yo! Pfff… ¿pero qué dices? -Sara agitó las manos-. ¿Estás escuchando lo que dices?
-Sé exactamente lo que dije. Y ya sabes lo que dicen… del odio al amor hay un solo paso.
-No digas tonterías. Además, no estoy celosa -replicó Sara, cruzándose de brazos-. Solo me molesta que vaya por obligación. Eso me incomoda… mucho. Parece un perro guardián.
-Sara, sabes por qué lo hacemos -dije suavemente.
-Sí, lo sé. —Sara suspiró-. Pero mejor déjalo así. Que vaya si quiere.
-Hay amiga, ¿quién te entiende? -dije, haciendo un gesto dramático con las manos.
-Ni yo me entiendo a veces -respondió Sara con una sonrisa cansada. Ambas reímos y terminamos de comer.
Terminé de comer y salí a supervisar como estaban las cosas adentro del local.
Me acerque a una de las vendedoras nuevas y note que tenía la mirada fija en lo que supongo que era la puerta de entrada, voltee también para mirar lo que ella veía, y me quede impactada de la imagen del hombre que apareció por la puerta, era alto, de tez blanca, cabello negro y lo que más me llamo la atención fueron sus ojos, unos ojos de color azul extraño. Mire otra vez hacia la joven pero esta se veía confundida, le puse una de mis manos en hombro para llamar su atención, la cual la saco de sus pensamientos.
-¿Qué pasa? –Le pregunte.
-Lo siento, es un familiar el que acaba de llegar, la verdad no lo esperaba acá.
-Toma un pequeño descanso y habla con él.
-Gracias.
Empecé a trabajar junto con las demás. Como ya había pasado el mediodía, la cafetería estaba más tranquila. La chica tuvo suerte de que no fuera la hora del almuerzo, porque de otra manera no habría podido darle permiso.
Sara apareció poco después, acomodándose detrás del mostrador.
—¿Y Daniel? —pregunte mientras llenaba una bandeja con pasteles.
—No sé —respondió, concentrándose en limpiar una taza.
—¿Todavía sigues enfadada con él?
—No.
—¿Quién los entiende, ah?
—¡Humm! Ni idea —dijo Sara con una media sonrisa. Luego, miró hacia el fondo de la cafetería y frunció el ceño—. Por cierto, ¿quién es el que está con Andrea? ¿Ese es el novio? Porque si lo es, está…
—Solo sé que es un familiar de ella —respondí, sin darle mucha importancia.
—¡Guau! Pero está… buenísimo —dijo Sara, alzando las cejas con admiración.
—Sí, es atractivo. Pero volvamos al trabajo —dije, intentando mantener el enfoque.
—Aguafiestas.
—Sí, sí, lo que tú digas —respondí, rodando los ojos.
—En serio, amiga, necesitas un novio. Uno de verdad, no esos de ficción.
—¡Oye! —exclamé, mirándola con incredulidad.
—¿Qué? Yo solo digo la verdad —dijo Sara, encogiéndose de hombros.
—Pues entonces resérvate la verdad para otro momento. No ves que estamos trabajando y los clientes pueden escucharte.
—Aguafiestas —murmuró Sara, dándome una sonrisa traviesa antes de seguir con su tarea.
Después de la leve conversación con Sara, y terminar de ayudar a las demás en el trabajo, me fui a mi pequeña oficina y me puse a revisar las facturas. Todo estaba en orden y marchaba mejor de lo esperado. Como de costumbre al finalizar la jornada de trabajo en el café, Sara, Daniel y yo nos íbamos a entrenar o a patrullar.
Entramos a la bodega y nos fuimos a cambiar, me quite las sandalias que tenía y después los jeans largos, me coloque una sudadera junto con una camisa de tiras del mismo color, negro. Enserio parecía una gótica usando tanto negro y de pesar que lo mío era el blanco. Me alisté y encontré a los demás esperándome en la plataforma de entrenamiento.
La última vez que había peleado le había ganado a Sara y está ahora tenía mucho empeño en desquitárselas. La vi y con una sonrisa en la cara me le acerqué, toda la ropa de entrenamiento era del mismo tono, así que todo el mundo estaba vestido de negro, parecíamos estar de luto, en fin. Teníamos un combate cuerpo a cuerpo, sabía que Sara había entrenado mucho y se lo iba a ser un poco más difícil que la vez anterior.
-¿Lista?
-Desde hace rato. La pelea inicio.
Estire mi brazo izquierdo para iniciar la pelea y ella me lo esquivo con rapidez, me tomo y me levanto por el abdomen y caímos las dos.
-Buen inicio, Sara.
-Gracias, Ana.
Por cierto mi nombre es Adriana.
Nos levantamos y cada una tomo su posición, ella ataco primero mandándome su puño izquierdo, con rapidez le tome la mano cerrada, me di la vuelta, tire de ella y cayó al piso. Se levantó con mucha rapidez y empezó a atacar me otra vez. Me hizo un ataque de defensa al que respondí bloqueándolo, me volvió a atacar lanzándome su pierna derecha. Sabía cuál era ese movimiento.
Le agarre la pierna inmovilizándola y con mi pierna izquierda le golpee la otra haciéndola caer en el piso. Rápidamente se levantó y me volvió a atacar, esta vez me coloco sus manos en mis hombros y coloque las mías en las suyas, rápidamente las quito y las paso por dentro de ambas y las coloco por fuera sujetándome, me dio un leve golpe en la cabeza y después me tiro al suelo.
Me levante y corrí hacia ella, me agache para esquivar el golpe de su mano derecha y me levante lo más rápido que pude y desde atrás le tome por uno de sus hombros y le inmovilice la muñeca, le pase una de mis piernas por entre las suyas para desestabilizarla y la tire al suelo apoyando la otra mano en su pecho.
Me levante con la intención de seguir la pelea pero nuestro combate fue interrumpido por uno de los ayudantes de mi padre.
-Disculpe me señorita Adriana, pero su padre la necesita.
-Gracias Jared, enseguida voy -el joven se dio media vuelta y se fue.
-Me asombras cuanto haz mejorado –le dije mientras la ayudaba a levantarse.
-He trabajado muy duro, además tengo una buena maestra.
Con una sonrisa en mi cara, le di un abrazo a Sara –Has sido salvada por que mi padre me llamo, pero espero con ansias a que llegue la próxima ocasión.
-Eso, tenlo por seguro.
Fui a la oficina de mi padre, entre y me senté en el sofá.
-Veo que cada vez más estas progresando con tu negocio.
-Sí, así es.
-¿Sabes que ese trabajito tuyo te quita demasiado tiempo que podrías invertir aquí y así ahorrarnos más trabajo?
-Lo se padre, pero es algo que me gusta , ya hemos hablado de esto - dije, con calma..
-¿Acaso no te das cuenta de que tus amiguitos y tu son los únicos que patrullan tres de las cinco veces a la semana?
-Si lo sé, pero lo compensamos cuando nos toca patrullar.
-¿Sabes lo que piensan los demás guardianes?
-No
-Pues piensan que te crees superior a ellos.
-¿Enserio?
-¿Crees que jugaría con eso?
-No.
-Sabes lo importante de esto –dijo señalando con el dedo a su alrededor-. Como para que las personas decidan irse.
-Lo importante es que rindo y cumplo con mis objetivos cada vez que se me pide.
-Y dime ¿qué piensas hacer con el puesto como líder de esta organización?
-Ya le he dicho una y otra vez padre, que no puedo aceptarlo.
-Adriana.
-No me puedes obligar a hacer algo que no quiero.
-Pero este cargo siempre lo han tenido los primogénitos de la familia.
-Y respeto eso, pero usted sabes que ese cargo no es para mí, muchas veces le he dicho que no tengo “madera” para este tipo de cargo.
-Pero si lo tienes para ese trabajo tuyo -Dijo exasperado
-Padre por favor, respeta mis decisiones, yo estaré a cargo hasta que Benjamín regrese, eso es todo lo que voy a hacer, además piensa que Benjamín y yo no tenemos mucho de diferencia, el nació unos minutos después de mí.
-Pero Adri…
-No, por favor.
-Espero que sepas lo que haces… por que como van las cosas esto se pondrá difícil en la organización.
-¿Qué me quiere decir?
-Esperemos a que llegue Benjamín de Argentina, ya hablaremos en otra ocasión, ahora ya puedes retirarte.
Salí de la oficina de mi padre, baje rápido las escaleras que unían un piso con el otro y llegue al primer piso.
Camine hacia la puerta de salida y salí de la bodega, ya en el exterior, alce la vista al cielo, tenía muchas estrellas, cerré mis ojos y empecé a imaginar cómo sería la vida sin las batallas que había entre los rads y los humanos.
En mi mente se me vino el recuerdo de aquel hombre, el familiar de Andrea, tenía un aura misteriosa y atrayente a la vez, sus ojos, que por un momento se encontraron con los míos, me daban la sensación de querer saber más de él. Abrí mis ojos cuando escuche la voz de Sara.
-¿Todo anda bien?
-Sí.
-Me entere que Ben regresa.
-Caramba las noticias vuelan.
Estaba impresionada por la velocidad con la que había propagado la noticia.
-¿Cuando?
-En dos semanas, he hablado con él y hemos dejado todo claro.
-¿No aceptaste el puesto, verdad?
-Esperaremos hasta que Ben llegue.
-¿Cómo se lo tomo Ben?
-Bien, él siempre quiso este puesto.
-Ya me imagino.
-¿Cuánto crees que durara esto?
-No sé.
-Espero que todo esto acabe rápido, no quiero ver cómo van cayendo nuestros amigos.
-Yo tampoco.
Cuando llegué a casa después del entrenamiento y bajé del auto, una brisa suave pasó sobre mí, levantando mi cabello y despeinándome por completo. Me di media vuelta y dirigí la mirada hacia el parque que estaba justo enfrente de mi casa.
Una hilera de árboles oscuros y altos bordeaba el parque, proyectando sombras alargadas bajo la tenue luz de las farolas. Entonces lo sentí: esa incomodidad sutil, como si alguien me estuviera observando desde la oscuridad. La sensación me recorrió la nuca, haciendo que los vellos se me erizaran. No podía ver a nadie, pero la sensación era demasiado fuerte para ser solo paranoia.
Sentí una punzada de curiosidad por descubrir qué o quién se escondía entre esos árboles. Pero el cansancio del día pesaba demasiado en mi cuerpo. Suspiré y me obligué a dar media vuelta hacia la casa. Había sido un día largo y no tenía energía para ir detrás de sombras.
"Persona precavida vale por dos" —me repetí mentalmente. Si alguien realmente me estaba observando, tarde o temprano descubriría quién era.
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Editado: 12.03.2025