Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 10

Las chicas tuvieron la sensación de que se tambaleaban por unos segundos hasta que pudieron recuperar el equilibrio. Y, para cuando el vértigo desapareció, Dreiss ya se había perdido por los pasillos de la orden, mientras que tres chicos las observaban con expectación.

—¿Estáis bien? —dijo uno de ellos.

—La primera vez marea un poco —terció una chica—, pero te acabas acostumbrando.

Iris echó un vistazo alrededor y, por algún motivo, tuvo la sensación de que no era la primera vez que visitaba aquel lugar. Tras ella, se erigía una enorme puerta de roble tallado que parecía conducir al exterior del edificio. Al otro lado, un interminable corredor se internaba en las entrañas de la orden, como una sucesión de arcos que se perdían a lo largo de su distancia. Por un momento, alzó la vista, y admiró un inmenso candelabro que pendía de la bóveda, iluminándolos con un resplandor cálido que danzaba sobre sus cabezas. Aunque lo que más llamó su atención fue un enigmático mecanismo que se situaba en una de las esquinas. Se trataba de un intrincado laberinto de bobinas y engranajes, a través de los cuales fluía una corriente azulada, y esta se transmitía en forma de pulsos hasta una plataforma circular que había en el suelo.

—¿Cómo os llamáis? —preguntó el que quedaba por hablar de los tres, sacándola de su fascinación.

Iris intentó responderle, pero volvió a experimentar un pequeño mareo al coger el aire que necesitaba para hablar. De modo que su amiga se apresuró a hacerlo por ella.

—Somos Iris y Luna.

—Encantado —dijo uno de ellos, llevándose la mano al corazón en un gesto caballeroso—. Mi nombre es Álex.

Álex era un joven alto y delgado, dos o tres años mayor que ellas. Vestía una camisa de algodón blanca, perfectamente planchada y ajustada a su cuerpo, y la llevaba remangada hasta los codos, confiriéndole un aspecto aún más atractivo. Sus pantalones, unos jeans oscuros e impolutos, parecían tan cómodos como elegantes. Tenía el pelo castaño, liso y fino, pero parecía poner mucho esmero en darle un toque salvaje. También debía ser un tanto presumido, a juzgar por su reloj caro y la cadena de plata que llevaba colgada al cuello. Álex estaba de pie frente a las chicas, con una pose que parecía casi ensayada, con las manos en la cintura y una pierna echada hacia delante. Las miraba con el rostro ladeado y una media sonrisa que se antojaba irresistible.

—Yo me llamo Gael —se limitó a decir el otro con lentitud, como si le pesara decir cada palabra.

Si Álex adoptaba esa pose erguida y con los hombros abiertos, Gael resultó ser todo lo contrario. Con la postura encorvada y los brazos abatidos. Era como un muerto viviente, aunque su rostro parecía despierto y enérgico. Tendría más o menos la edad de Álex, aunque el don de la juventud no parecía tratarle tan bien como a él. Tenía un cabello rizado y greñudo, a media melena, denso y rojizo. Vestía una vieja sudadera holgada y las roturas de sus jeans no parecían ser precisamente de fábrica. Los botines que llevaba debían resultarle muy cómodos para justificar que los siguiera usando con tal nivel de desgaste. No llevaba joyas ni complemento alguno, salvo un pañuelo gris con estampados discretos y los bordes deshilachados. Aunque parecía amable, sus ojos denotaban una cierta suspicacia hacia ellas.

—Ya era hora de que hubiera más chicas que chicos —dijo la que faltaba—. Soy Lira, por cierto.

Lira sí podía ser más o menos de su misma edad. Era una chica menuda, aunque no especialmente baja, y su belleza era llamativa. Sus ojos negros le conferían una mirada segura y profunda, que a veces llegaba a resultar intimidante.

Vestía una fina blusa blanca de seda y una falda lápiz de color oscuro, que dejaba a la vista unas pantorrillas contorneadas y suaves. Superaba por poco la altura de Iris gracias al tacón de sus botines de cuero. Sobre la blusa, llevaba una chaqueta blazer también oscura, y un brazalete plateado abrazaba una de sus muñecas. Sus pendientes, también plateados, eran una sucesión de cuatro estrellas en fila que le caían hasta mitad del cuello. A pesar de que la temperatura era agradable en el interior, dejaba asomar un par de guantes de piel por el bolsillo de su chaqueta.

Iris pudo darse cuenta de que lo único que parecían tener en común todos ellos era una pulsera, idéntica y misteriosa, que llevaban los tres.

—Habéis llegado justo a tiempo para la cena —anunció Álex, con esa sonrisa cautivadora suya—. Venid, acompañadnos al comedor.

—Sí —terció Gael, que no tardó en ponerse de camino—, estoy que me muero de hambre.

—No es muy cortés que digamos —trató de disculparle su compañero—, pero es un buen tío. Ya veréis cómo os cae genial.

—Seguro que sí —ironizó Luna.

Álex se limitó a sonreír y les hizo un gesto con la cabeza a las chicas para que los siguieran.

—¿Qué demonios le pasa a ese tipo? —masculló Luna—. ¿Es que vive en la calle o algo así?

—¿Gael? —Iris soltó una carcajada—. Solo está un poco despeinado, nada más.

—A saber desde qué año no se ducha.

—¡Hala! No seas exagerada —la reprendió Iris—. Fíjate en que sí está bien afeitado. Es solo que debe gustarle ese estilo bohemio.

—Eso sí que es cierto, no tiene barba. —Luna se quedó pensativa por un instante—. ¿Y si es que no le salen pelos? A lo mejor la mugre le obstruye los poros.

—¡Venga, Luna! ¡Pobre Gael! —Iris le dio un pequeño empujón—. No seas mala con el chico.

—Por cierto, ¿te has fijado en cómo olía el otro?

—Era vainilla, ¿verdad? —cuchicheó Iris.

—¡Sí, tía! —rio Luna—. ¿Ves cómo esta gente es rarísima?

—¿En serio te parece raro por eso?

—¿De verdad, Iris? ¡Vainilla! ¿Qué clase de tío se echa perfume de vainilla?

—Pues sí... —suspiró la otra.

—¡Así que te gusta!

—¿Qué? —replicó Iris tras unos segundos de bloqueo—. ¡Venga ya! ¿Qué dices?



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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