Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 31

Iris se había pasado horas leyendo aquellos manuscritos, pasando de las hojas de su padre a las de Dreiss. Llegó un momento en el que comenzó a desesperarse. Los documentos estaban llenos de tachones que, en lugar de tapar errores de escritura, daba la sensación de que pretendían ocultar información relevante. También había encontrado más de doscientas referencias a libros que no estaban en la biblioteca. La chica resopló con una indignación profunda, empezando a temer que no conseguiría el más mínimo progreso.

Contempló una vela que había en un rincón de la mesa. La mecha estaba blanca, revelando que jamás había sido prendida. Iris suspiró, pensando que, al igual que la vela, aquella habilidad que debía tener en su interior tampoco se encendería jamás. Entonces, se dejó caer sobre el respaldo y perdió la vista en el techo. Acabó fijándose en las lámparas. Hasta entonces, no se había dado cuenta de que las bombillas no producían una luz constante, sino que generaban pequeños pulsos que contribuían al misticismo de la habitación.

«¿Y si pudiera plegar el espacio en el que se encuentra la luz para llevarlo hasta la vela y encender su mecha? —Pensó Iris.»

La joven volvió a recolocarse en el sillón, puso la vela en el centro del escritorio y se concentró en aplicar los conocimientos que había encontrado en los pergaminos. Un halo de distorsión comenzó a flotar alrededor de la luz, y su resplandor empezó a entrecortarse. Entonces, Iris sintió que ambos puntos de la realidad estaban a punto de tocarse. Apretó los dientes, en un último esfuerzo por canalizar su energía, y «¡pum!», el estallido de la bombilla en el techo la hizo sobrecogerse. Un centenar de cristales minúsculos tintinearon al caer al suelo. Y, frente a ella, el cálido resplandor de la llama, danzando sobre la vela, la iluminó el rostro con el calor de una esperanza reavivada.

Vibrante por lo que acaba de conseguir, no dudó en volver a zambullirse de lleno en los manuscritos. No tardó en comprender que la realidad era como un folio: aunque los extremos estén alejados, pueden llegar a tocarse si se dobla. Sin embargo, sus experimentos posteriores la llevaron a darse cuenta de que el tiempo también podía alterarse en la doblez. Así que puso las manos a ambos lados de la vela, distorsionando la realidad a su alrededor. La cera empezó a consumirse a toda velocidad y, en cuestión de segundos, todo lo que quedó de ella fue un pequeño charco de aceite en el fondo del plato.

Iris, entusiasmada por lo increíble de sus progresos, se levantó de la silla con las piernas temblorosas. Deambuló de un lado para otro, intentando calmar la emoción que sentía, antes de poder volver a concentrarse. Pero, en ese rato, alguien llamó a la puerta. Iris no tardó en abrir, movida por la ligereza que le confería la agitación.

—Siento interrumpirte, pero es un asunto de vida o muerte —le informó Álex.

—¿Qué pasa? —quiso saber ella, preocupada de repente.

—Sé que estás ocupada, pero no podía seguir viviendo sin ver tu sonrisa.

Iris soltó una carcajada y le dio una bofetada en el hombro.

—¡Serás idiota! —La chica tuvo de pronto una idea—. Oye, ¿crees que podrías conseguirme una planta seca?

—No creo que sea difícil encontrar algo en los alrededores. El jardinero solo se ocupa de las plantas del interior. —Álex entornó los ojos y dijo—: ¿Para qué quieres una planta muerta?

—Te lo enseñaré cuando me la consigas. Me vale con algún arbusto pequeño o algo parecido.

El chico se encogió de hombros.

—Está bien, voy a ver qué encuentro.

—¡Gracias! —canturreó Iris con una sonrisa.

Mientras Álex llevaba a cabo su tarea, la chica decidió probar a transportarse. Supuso que el intento de Dreiss, aunque fallido en su propósito, era lo que le había dado esa habilidad. Así pues, con la palma de la mano al frente, creó una pequeña distorsión en el aire. Intentaba conectar ese punto con otro, al extremo de la habitación. Y, cuando creyó haberlo conseguido, estiró el brazo hacia la ruptura. Vio como la extremidad se deformaba al atravesarla, y se quedó perpleja al ver aparecer su mano a unos metros de distancia. Impresionada, retiró el brazo para atraerlo de nuevo hasta ella, y se inspeccionó la mano para comprobar que estaba en su sitio. Entonces, respiró hondo en un intento de llenarse de valor, e hizo que la distorsión abrazara por completo su cuerpo. La biblioteca se retorció ante sus ojos por un instante, y, luego, apareció al otro lado de la habitación.

«Así es como lo haces, Dreiss —pensó, satisfecha.»

No mucho tiempo después, Álex regresó con el encargo que le hizo. Había cogido un pequeño arbusto seco y lo había metido en un viejo macetero. La chica se apartó de la puerta y le hizo un gesto con la mano para invitarle a pasar. El joven así lo hizo. Entonces, ella salió de la habitación y le dijo desde fuera:

—Atiende a esto.

Iris cerró la puerta, mientras que Álex, maceta en mano, la miraba confundido. En cuestión de unos segundos, se transportó al interior de la biblioteca, y se acercó al joven por la espalda.

—¡Bu! —exclamó, metiéndole los dedos en los costados.

Álex dio un respingo hacia atrás, levantando los brazos y lanzando la maceta por los aires. En un rápido movimiento, Iris extendió la mano y distorsionó la realidad, haciendo que el tiempo se ralentizara alrededor de la planta. Álex miró atónito el tiesto, que apenas caía a unos milímetros por segundo frente a sus ojos. En un momento dado, dispuso las manos bajo la maceta, e Iris disolvió el hechizo para que cayera sobre sus dedos.

—¡Eso ha sido impresionante! —reconoció el joven, emocionado por lo que acababa de suceder.

—Mola, ¿verdad? —dijo Iris—. Anda, ven. Pon la maceta sobre la mesa.

Álex llevó la planta hasta donde le había indicado. Luego, Iris se colocó frente a ella, mientras que el joven se echó a un lado para no estorbar. La chica impuso sus manos alrededor de la maceta, irguió su postura y se concentró para canalizar su energía. Una perturbación comenzó a formarse alrededor de la planta, que aparecía y se desvanecía, como si sufriese los vaivenes del tiempo. Entonces, las ramas secas y quebradas del arbusto se volvieron verdes y comenzaron a tupirse de hojas y de flores.



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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