Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 33

Luna había intentado en varias ocasiones volver a la meditación. Sin embargo, la visita de Gael la había dejado tan descolocada, que no había podido concentrarse en todo el día. Se había tumbado en la cama, salido a pasear por los alrededores de la orden y escuchado música relajante. Pero no le sirvió de nada. Las palabras misteriosas del joven seguían resonando en su cabeza. Así pues, la chica decidió echarse a dormir a media tarde, con la esperanza de que el sueño pusiese en orden su cabeza. Y lo consiguió. Solo que ya era demasiado tarde y decidió esperar la visita de Iris, antes de volver a intentarlo. Por algún motivo, su amiga se retrasaba aquella noche. Pero estaba tranquila, sabiendo que Dreiss no volvería hasta cerca del amanecer.

Por fin, Iris llamó a la puerta, tan solo para darle las buenas noches, antes de meterse en la cama. La chica estaba agotada después de una dura sesión en la biblioteca de Dreiss. Luna la vio entrar en su cuarto, con los hombros caídos y arrastrando los pies. Sin duda, necesitaba el descanso tanto como un trago de agua aquel que lleva días vagando por el desierto.

Con la esperanza de que nadie la molestaría ya, se aseguró de echar el pestillo y encajó la silla en la puerta. A continuación, se sentó en el suelo y repitió el proceso que había llevado a cabo por la mañana. Al fin, sintió la ligereza de su cuerpo, y su estado de profunda relajación la condujo al trance. Había dejado de oír el murmullo de las hojas que se colaba por la ventana, de sentir el frescor que traía consigo la noche. Su mente se transformó en un inmenso vacío. Entonces, una sensación vibrante le recorrió la piel. Se hizo más y más intensa con cada segundo que pasaba. Y su figura se descompuso en miles de fragmentos que se fundieron en el aire. No quedó ni rastro de la chica en la habitación.

Cuando volvió a abrir los ojos, todo cuanto la rodeaba era una tenue luz blanquecina que parecía no tener fin. Se movió hacia ninguna parte, y sus pies caminaban sobre el vacío, como si un suelo espectral la sostuviese. Podría decirse que aquel sitio era su hogar, y, sin embargo, no podía evitar que le produjese escalofríos cada vez que lo visitaba. La sensación de infinita soledad que flotaba en el ambiente le resultaba fría y aterradora.

Divisó una figura humana a lo lejos, cobijada bajo una túnica vieja y raída. Estaba de pie, dándole la espalda en mitad de la perpetua blancura, y se acercó a ella con paso vacilante.

—Mi señora —le dijo, con voz trémula.

—¿Por qué has tardado tanto? —replicó Astra, girándose hacia ella con expresión dura—. Ya empezaba a pensar que no vendrías.

Luna se impresionó al contemplar a la hechicera. Su aspecto ya era demacrado la última vez que la vio. Pero, ahora, tenía los pómulos marcados en un semblante huesudo, y su piel había adquirido un tono grisáceo que se antojaba enfermizo.

—He debido esperar a que Dreiss se marchase, hace algún tiempo que me vigila de cerca —explicó Luna—. Pero yo jamás te abandonaría.

—Bien, bien —sonrió Astra, satisfecha—. Y, ahora, dime, ¿has conseguido que la chica busque a su padre?

—Como sabes, siempre se ha negado a hacerlo. Pero eso ya da igual. En realidad, nunca ha importado. —Astra clavó una mirada inquisitiva en el rostro de la joven, que tuvo que tragar saliva antes de continuar hablando—. Escuché una conversación que mantuvo con Dreiss. Cassius murió el día que te encerró.

—¿Estás segura? —quiso saber Astra, impactada por la noticia.

—Eso fue lo que dijo. Al parecer, estaba demasiado débil, y murió tras el esfuerzo de encerrarte aquí.

—Sí —terció la mujer, pensativa—, eso explica por qué pude encontrar a Iris, pero no a él. —Astra se echó a reír y, llevando la vista a un lado, añadió—: ¿Has oído eso? Debe ser justicia poética. —Luna miró en busca de aquel a quien se dirigían sus palabras, pero no había nadie más allí que ellas dos—. ¿Y qué es lo que planea hacer Dreiss? —prosiguió la hechicera.

—Está enseñando a Iris a manipular la realidad, igual que hacía su padre.

—Sí, era muy bueno en eso. He aquí la prueba.

—Dice que la prisión está a punto de romperse, y quiere que Iris la cierre.

—¿Eso quiere Dreiss? —Astra sonrió—. Entonces, dejemos que lo haga.

Luna frunció el ceño, sin entender en un principio a qué se refería, pero pronto dedujo lo que estaba pensando la hechicera.

—Hay una cosa más —le informó la chica—. He descubierto que tenías razón en tus sospechas. —Astra la miró condescendiente—. Encontré tu cuerpo en el Salón de los Tres Tronos.

—Cuando se abrió ese pequeño hilo hacia la realidad, supe que había sido obra de Dreiss. Pero fracasó en su plan, como de costumbre, y lo único que consiguió fue materializar mi cuerpo. Ahora, lo único que queda es devolverle mi alma. Entonces, estará completo. —La mujer se acercó a Luna y le preguntó—: ¿Crees que la chica será capaz de hacerlo?

—Estoy segura —respondió ella, con total confianza—. Iris es una mujer muy fuerte.

Astra sonrió, pero su mueca parecía esconder cierta decepción hacia la joven.

—Pobre Luna. Le has cogido cariño a la chica, ¿no es así?

—La única devoción que siento es hacia ti, mi señora —aseguró, inclinándose ante Astra.

La hechicera la miró con gesto compasivo y le acarició el rostro. La joven se estremeció bajo un escalofrío que le recorrió la espalda.

—Sé que tienes miedo, Luna. Tu misión está a punto de llegar a su fin.

—Ese es mi único propósito —dijo, con aparente convicción.

—Eso me temo —apuntó Astra—. Pero ya sabes cuál es la recompensa. Si cumples con tu deber, te prometo que no morirás, sino que vivirás por siempre en mí.

—No te fallaré.

—Me complace oír eso —respondió Astra, con una sonrisa—. Ahora, cumple con tu cometido, asegúrate de que la chica lleva a cabo los designios de Dreiss. Y mantente alerta, porque, cuando llegue el momento, solo tendremos una única oportunidad. Hemos de ser rápidas.



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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