Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 38

Lira lanzó un pulso de energía con el que reventó la puerta de las dependencias de Dreiss. Después de que Álex muriese a manos del propio hechicero, la joven había abandonado el Salón de los Tres Tronos a la carrera, y huyó campo a través, hasta llegar tan lejos como el aliento se lo permitió. Allí, se dejó caer al suelo y lloró durante horas retorciéndose entre el pasto. Sin embargo, la desolación que sentía se fue transformando en rabia a medida que pasaba el tiempo, y cuando no pudo soportarla más, regresó a la orden en busca del asesino. Dreiss se sobresaltó en el interior. Esperaba la llegada de Lira, pero no la manera en que lo hizo. Y, nada más entrar, la chica lanzó un disco de energía oscura y cortante contra él. Iba tan cargado de ira que ni siquiera pudo contenerlo. Lo único que consiguió fue desviarlo, y este acabó cortando la mesa por la mitad.

—Debes calmarte —le dijo, con tono severo.

—¡Tú lo has matado! —le gritó ella.

Lira volvió a atacar. Esta vez, lanzándole una punta afilada de hielo, que voló directa hacia su corazón. El mago invocó una lengua de fuego frente a sí, y todo lo que llegó a tocar su piel fue la salpicadura del agua derretida.

—¿Cómo has podido hacerme esto? —replicó la joven, que, de nuevo, se dejó sucumbir al llanto.

—Entiendo muy bien cómo te sientes, Lira. Sé cuánto amabas a Álex, y no puedes asumir qué el prefiriese dar la vida por otra chica que no fueras tú. Pero eso es exactamente lo que ha pasado. Eligió a Iris en lugar de a ti. —Dreiss arrugó el rostro y escupió—: Traicionó a la que un día fue su familia. Igual que ha hecho Gael.

—Álex no es un traidor como esa rata miserable de Gael. Él solo dudó por el influjo de Iris. ¡Ella lo corrompió!

—Sí —afirmó el mago, con voz calmada y profunda—. Y eso me da la razón. Sabes bien que mi ataque iba dirigido contra ella. Jamás pude prever que Álex se interpondría entre los dos. Pero lo hizo porque se dejó seducir. Iris es la única responsable de todo lo que ha pasado.

—¿Y qué hay de tu responsabilidad? —le reprochó Lira, apretando los dientes—. Eres tú quién los ha manejado a todos a tu antojo. Tú eres el responsable de haberlos puesto en esa situación.

—Que yo haya marcado el camino no significa que sea responsable de cada obstáculo que nos encontremos en él.

—Eres un manipulador. —La chica soltó una risotada amarga—. Es lo que siempre has hecho. Pero te recuerdo que hace mucho tiempo que eso dejó de funcionar conmigo.

—Creo recordar que contigo jamás funcionó —le dijo él, y se podía apreciar un cierto matiz nostálgico en su voz.

—¿Ves? —volvió a reír la chica—. Sigues haciéndolo. Manipulas a todo el que tienes a tu alrededor para conseguir tus objetivos. Lo único que te ha importado siempre ha sido el poder.

—No hay nada que me importe más en este mundo que tú, Lira.

—Ya. Igual que Álex y Gael. —El mago frunció el ceño, molesto por el comentario—. Uno ha muerto, y el otro se ha revelado contra ti. Y tú ni siquiera has pestañeado. Te da igual lo que les pase, ¡lo único que te importa eres tú mismo!

—¡Porque ellos no llevan mi sangre! —explotó él.

—Pues actúas como sí yo tampoco la llevase —le reprochó, entristecida.

—Lira —le dijo, agarrándola por los hombros y esforzándose por alcanzar un tono de voz conciliador—, ¿cómo comprendes que puedo querer el mal para mi propia hija? Me hiere profundamente saber que eso es lo que piensas de mí.

—Entonces, ¿por qué te avergüenzas? —Dreiss entornó los ojos—. Hace muchos años que Álex y Gael llegaron a la orden, cuando sus familias los repudiaron por tener poderes. Tú los convenciste de que esta podría ser una familia de verdad para ellos.

—Y esa era mi intención.

—Sin embargo, jamás les dijiste que yo era tu hija. Y siempre me obligaste a guardar el secreto. —La chica le dio un empujón para quitárselo de encima—. ¡Yo también tuve que decirles que era una repudiada!

—Lo hice por tu propia seguridad.

—O porque, tal vez, nunca me consideraste digna de ser tu hija. —La chica se dio media vuelta y cruzó los brazos—. Me arrepiento de haberte obedecido. Debí matar a Iris en alguna de esas tres veces que tuve la ocasión. De haberlo hecho, Álex aún estaría con nosotros.

—Álex se había enamorado de esa chica, Lira. ¿Crees que matarla le hubiera hecho caer rendido a tus pies? Lo único que hubieras conseguido es alejarlo aún más de ti.

—¡Mentira! —gritó ella, volviendo a girarse hacia Dreiss—. Eso le hubiera demostrado lo grande que era el amor que sentía hacia él.

—Eres una mujer valiente y apasionada, hija. Y estoy muy orgulloso de ti. Pero aún te queda mucho por aprender. —Dreiss se acercó a uno de los sillones y se sentó cómodamente en él, antes de seguir hablando—. Eres mi vivo reflejo cuando tenía tu edad. Tenía muy claros mis objetivos, y siempre estuve dispuesto a hacer lo que fuera necesario por alcanzarlos. Pero la impulsividad era un lastre que siempre me frenó. —Lira, aún con el rostro engullido por la rabia, se sentó en otro de los sillones frente a él—. Tienes que ser más fría y calculadora. Las grandes batallas no se ganan con fuerza, sino con inteligencia.

—Entonces, ¿fue culpa mía? —Dreiss la miró sin saber a qué se estaba refiriendo—. Que Álex se alejara de mí. —La joven agachó la mirada—. Actué sin pensar al enfrentarme a Iris. Y conseguí alejarlo de ella por un tiempo, pero, al final, acabé poniéndoselo en bandeja.

—Álex se había dejado encandilar por Iris desde el momento en que llegó. Lo que hiciste resultó ser un buen movimiento para ponerlo a tu favor, tal y como quedó demostrado. Pero solo fue fruto del azar. —El mago se inclinó hacia su hija—. El error no es que te enfrentaras a Iris, sino que lo hicieras sin tener un plan que seguir después.

—Y por eso, acabó ganándome la partida. Por mi culpa nos ha vencido a los dos. —Lira sacudió la cabeza—. Lo he arruinado todo.



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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