Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 47

Tan pronto como aparecieron al otro lado, Astra lanzó una onda de choque contra Dreiss. Este ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar y salió despedido mientras su sombrero volaba por los aires. La energía que invocaba Astra llevaba consigo una estela psíquica que no solo atacaba al cuerpo, sino también a la mente. Así, el mago rodó sobre la tierra, levantando una nube de polvo a su paso, mientras trataba de recuperarse de su estupor. En ese aprieto, invocó unas esferas luminosas que iluminaron los campos en que se encontraban.

Para entonces, Astra ya había aprovechado la ventaja, y se dividió en una decena de imágenes de sí misma que corrieron hacia donde se encontraba el mago. Cuando este quiso reaccionar, ya soportaba una lluvia de golpes sin saber por dónde le venía cada uno. Sin embargo, fue hábil al invocar un torbellino de viento a su alrededor, levantando una tormenta de arena que cegó a Astra. Con los ojos cerrados, utilizó su habilidad para detectar presencias, y le lanzó un golpe certero a la hechicera real. Después, hizo que la nube de polvo se disipara, revelando tras de sí a una rival que se apresuraba a ponerse en pie.

Dreiss extendió las manos, y la tierra comenzó a sacudirse bajo la guardiana. De repente, las rocas del subsuelo comenzaron a emerger, una tras otras, en forma de colmillos afilados que trataban de atravesarla. Astra corrió a toda velocidad, en una persecución que cada vez estaba más cerca del alcanzarla. Hasta que no le quedó más remedio que saltar para evitar que uno de esos dientes la partiera en dos. Invocando un potente remolino de viento, se mantuvo flotando en el aire para alejarse del ataque. Dreiss elevó la mano al cielo e hizo caer un rayo sobre ella. La descarga quedó atapada en el vórtice y, soltado chispas, amenazaba con impactar sobre su cuerpo de un momento a otro.

En un rápido reflejo, Astra se encogió sobre sí misma e hizo congelar el aire a su alrededor, formando una coraza que la resguardó de la electricidad. Y, tan pronto cayó al suelo, el gélido blindaje se resquebrajó ante una acometida de Dreiss. El cuerpo de Astra se deslizó con violencia por el suelo, pero pudo aprovechar la inercia para levantarse con rapidez, y, cuando el mago estaba a punto de volver a golpearla, puso los ojos en blanco, arrastrando su mente al interior de una ilusión.

—¿Dreiss? —dijo una voz melodiosa.

—¡Greta! —se sobrecogió el mago, que se giró para contemplar la figura de su esposa.

—Dreiss —susurró ella, en un gesto decepcionado—. ¿En qué te has convertido?

Sin embargo, este dibujó una media sonrisa en el rostro y dio un paso atrás.

—¡¿De verdad crees que voy a caer en una trampa tan fácil?! —gritó, con la voz rasgada.

Entonces, invocó una lluvia de cuchillas de energía oscura que se dispararon contra el espectro de su mujer. La ilusión se deshizo en el ataque, y la imagen de Greta se retorció para convertirse en la de Astra, que se apresuraba a formar un escudo bajo el cual guarecerse. Se protegió de las cuchillas, pero Dreiss fue rápido en apretar el puño con todas sus fuerzas, haciendo que el escudo de energía se cerrase sobre sí mismo, estrujando el cuerpo de Astra en su interior y haciendo que se asfixiara. La hechicera se llevó las manos a la garganta y se sacudió, buscando una forma desesperada de recuperar el aire. El tiempo pasaba, y la sensación que padecía era cada vez más angustiante. Se dio cuenta de que, pronto, su cuerpo se quedaría sin oxígeno. Así pues, cerró los ojos y entró en un estado de trance, aletargando su cuerpo y reduciendo el gasto de energía al mínimo. Entonces, dejó que su mente vagara por el viento hasta encontrarse con la de Dreiss. Y, de nuevo, lo arrastró a la ilusión.

Se vieron uno frente al otro, en mitad de una negrura en la que no podían respirar. Trataba de hacerle sufrir su misma sensación de ahogo. Ahora, solo podía jugar con la esperanza de que él se rindiese primero. Dreiss la miró desafiante, y trataba de mantener la compostura, a pesar del vaivén de su cuerpo en una lucha por respirar. Astra, mientras tanto, le devolvió una mirada tranquila.

El hechicero, en su intento de salir victorioso de la contienda, cerró los ojos para abstraer sus pensamientos de aquella tortura. Escuchar los latidos de su corazón, como si fueran campanadas al viento, le hizo estremecerse. Tuvo la sensación de que el tiempo se dilataba, de que los segundos se negaban a sucederse, y la expresión altiva de su rostro se deshizo en una mueca de tensión y sufrimiento. Comenzó a notar cómo el sudor le perlaba la frente y le temblaban las comisuras de los labios. Un calor repentino le invadió el cuerpo, como si la sangre le ardiese bajo la piel, y los músculos de su abdomen se tensaron encorvando su postura.

En ese momento, Astra se giró al notar una presencia cercana.

—¿Iris? —murmuró, entornando los ojos.

Sacudió la cabeza, asumiendo que aquello era imposible, y sufrió las consecuencias de la distracción. Una pérdida de energía que, por poco, no le costó desfallecer.

Enfocó su vista de nuevo en su adversario. Dreiss había sacado pecho, como si buscase hasta la última gota de aire que contenían sus pulmones. Para entonces, ya le temblaban todos los músculos de la cara. Comenzó a sentir un desagradable hormigueo que le recorría las piernas. Por un momento, pensó que sus rodillas se doblegarían para tirarlo al suelo. Su mente se debatía en el dilema de pelear o desistir. Entonces, los pulmones le ardieron, la cabeza comenzó a darle vueltas y la sombra de la muerte cruzó ante sus ojos. Dreiss se dio por vencido y, Astra, apunto ya de quedarse sin aliento, liberó sus mentes para devolverlas a la realidad. El escudo de energía que le cortaba la respiración se resquebrajó, como una coraza de cristal que se rompe en mil pedazos. Unos metros más allá, Dreiss jadeaba, víctima de lo que no había sido más que una ilusión para él.

La hechicera, en un intento de tomar ventaja, quiso abalanzarse contra Dreiss, pero aún estaba tan ahogada que sus piernas claudicaron. Tras dar unos cuantos pasos en falso, su cuerpo cayó a plomo, levantando una nube de polvo a su alrededor. Y, para cuando ya se hubo disipado la neblina, Dreiss estaba recuperado y la observaba con arrogancia. Se acercó a paso lento pero decidido y le dijo:



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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