Los Guardianes de la Piedra Mágica

Cuarta parte

Elanor y los Cinco se prepararon para salir de Bree y dirigirse al Reino de las Sombras. Antes de partir, compraron algunos suministros y armas en el mercado. Elanor se puso una espada corta y una daga, por si tenía que defenderse en algún momento. También se compró un sombrero de ala ancha, para ocultar sus orejas puntiagudas y no llamar la atención. Aran le dijo que era una buena idea, ya que los elfos no eran muy bien vistos en algunas partes del mundo.

- ¿Estás lista, Elanor? -le preguntó Rolf, mientras montaba su caballo.

- Sí, estoy lista -respondió Elanor, mientras subía al suyo.

- Bien, entonces vámonos -dijo Rolf, dando la señal de partida.

Los Cinco y Elanor salieron de Bree y tomaron el camino hacia el sur. Tenían que atravesar varias regiones antes de llegar al Reino de las Sombras. Tenían que pasar por el Valle de los Ríos, donde había muchas granjas y pueblos; por el Bosque Negro, donde había muchas criaturas salvajes y peligrosas; por el Desierto Rojo, donde había mucho calor y poca agua; y por el Monte del Dragón, donde había un antiguo volcán y una leyenda sobre una bestia alada.

El viaje sería largo y difícil, pero también lleno de sorpresas y descubrimientos. Elanor estaba emocionada por ver el mundo y aprender más sobre la magia y los Antiguos. También estaba contenta por estar con sus nuevos amigos, que le hacían sentir parte de una familia. Aran le hablaba desde la piedra, dándole información y consejos sobre los lugares que visitaban. Le decía que estaba orgulloso de ella y que tenía un gran futuro por delante.

Elanor sonrió y miró al horizonte. Se preguntó qué le esperaba en el Reino de las Sombras y si encontraría a los Guardianes. Se preguntó qué haría cuando llegara el momento de cumplir la profecía. Se preguntó si estaba lista para asumir su destino.

Después de varios días de viaje, Elanor y los Cinco llegaron al Monte del Dragón, el último obstáculo antes de entrar en el Reino de las Sombras. Era un enorme volcán que humeaba y rugía, rodeado de rocas y cenizas. Según la leyenda, en lo alto del monte vivía un dragón llamado Fafnir, que custodiaba un gran tesoro de los Antiguos. Muchos aventureros habían intentado escalar el monte y robar el tesoro, pero ninguno había vuelto con vida.

- ¿Están seguros de que quieren hacer esto? -preguntó Elanor, mirando el monte con temor.

- Por supuesto que sí -respondió Rolf, con determinación-. Es una oportunidad única. Si conseguimos el tesoro, seremos ricos y famosos.

- Y si no lo conseguimos, seremos cenizas -añadió Pippin, con sarcasmo.

- No seas pesimista, Pippin -dijo Lila, con optimismo-. Tenemos la ventaja de tener a Elanor con nosotros. Ella tiene la piedra azul, que es una reliquia de los Antiguos. Tal vez pueda comunicarse con el dragón o usar su magia para calmarlo.

- O tal vez pueda enfurecerlo más -dijo Gimli, con realismo.

- No importa, nosotros podemos con todo -dijo Grok, con confianza-. Somos los Cinco, los mejores aventureros del mundo.

Elanor no estaba tan segura de eso. Aran le dijo que el dragón era una criatura muy poderosa y antigua, que podía escupir fuego y volar. Le dijo que era muy codicioso y orgulloso, y que no toleraba a los intrusos. Le dijo que tenía que tener mucho cuidado y no provocarlo.

- Elanor, escúchame bien -le dijo Aran con seriedad-. El dragón es muy peligroso. No debes subestimarlo ni enfrentarte a él directamente. Debes intentar negociar con él o evitarlo. Si te ataca, usa la piedra para protegerte o escapar. No arriesgues tu vida por el tesoro. Recuerda que tu misión es más importante que el oro.

- Lo sé, Aran -le respondió Elanor con respeto-. Gracias por tu consejo. Haré lo que pueda.




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