Los Guardianes de los Elementos: El Guardián del Rayo

La Guarida de los Guardianes

Había pasado un tiempo desde que los tres Guardianes se unieron en aquel callejón. Desde entonces, los enfrentamientos contra las Sombras habían sido escasos; no más de uno a la semana, lo cual no era poco, pero no representaba gran amenaza.

Eren se encontraba patrullando, como era rutina, por un bosque a las afueras de la ciudad. Le encantaba pasar el día allí. La tranquilidad del lugar y la floreciente vida que lo dominaba, hacían de aquel sitio un paraíso para el Guardián de la Vida. Ya se había recorrido cada metro de aquel bosque y se lo conocía a la perfección. Sabía cuantos árboles había, todas las especies que allí habitaban, hasta todos los caminos para llegar al lago que se ubicaba en el centro de ese laberinto de robles y abetos.

Aquel día, perseguía a una Sombra, mientras se internaban en bosque; aunque aquella no parecía estar escapando. La estuvo siguiendo un largo rato, hasta que esta se frenó. Él se preparó para un ataque que nunca llegó. Vio que la Sombra tanteaba el aire enfrente de sí, como si un muro invisible le impidiera avanzar más de allí. Eren debió haber pisado una rama, o haber hecho algún ruido, porque la Sombra se alarmó; pero antes de que esta pudiera notar su presencia, corrió hacia ella y la mató. 

Se estaba por marchar cuando decidió ver que era lo que detuvo a la Sombra. Trató de sentir aquella "pared invisible" que la había detenido, pero no había nada. Se adelantó un poco. En eso, su espada empezó a brillar con una luz verde.

- Es aquí - dijo Tami, la voz de la espada.

- ¿Qué es aquí? - preguntó desconcertado Eren.

No obtuvo respuesta y el brillo de su espada se apagó. Quiso irse, pero algo lo obligó a continuar. Más adelante se encontró con algo extraño. Era la entrada a una cueva, que había sido esculpida, pero ahora se encontraba en ruinas. Esta se encontraba rodeada por seis árboles distintos, formando  un hexágono perfecto. Frente a ella se erguía un gigantesco roble, cubierto en enredaderas, y al cual se le acercaban todo tipo de animales. A la derecha de este, se encontraba un cerezo, cuyas flores parecían llamas de fuego, un fuego que nunca se extinguiría, y a su izquierda, había un árbol de magnolias, al cual el viento no dejaba de agitar sus hermosas flores blancas. Al otro lado de la entrada, se encontraban un sauce de hojas azules, cuyas ramas se extendían hasta un arrollo, alimentándolo con el rocío que caía por ellas, y un abeto, que había crecido alrededor de una roca y cuyas hojas anaranjadas parecían haberse detenido a principios del otoño; y entre ellos, se encontraba un único árbol seco, cuya corteza se había caído, revelando su madera grisácea.

Eren se acercó a la entrada en ruinas. En el borde superior de esta, se podían ver seis símbolos, en la misma formación que los árboles que la rodeaban. De pronto uno de ellos empezó a brillar con el mismo tono verde con el cual antes se había iluminado su espada.

- Es aquí - volvió a repetir Tami -. La guarida de los Guardianes.

- ¿La guarida de los Guardianes? - repitió preguntando Eren.

- Hace mucho tiempo, cuando las espadas fuimos creadas, la primera generación de Guardianes construyó este lugar, para poder refugiarse de las Sombras y los Demonios de Oscuridad en caso de ser necesario - explicó la voz de la espada -. Ya han pasado muchas generaciones de Guardianes desde la última vez que estuve aquí.

- Pero, ¿por qué no trajiste a alguno de tus anteriores Guardianes aquí?

- Las espadas no poseemos sentido de la orientación, solo podemos sentir la energía de nuestro elemento y la de los Guardianes - respondió Tami -. Pero creo que deberías traer a los demás aquí.

- Tienes razón, los llamaré.

Eren llamó a los otros dos Guardianes y estos se pusieron en camino. Un par de minutos después, aquel pudo ver un rayo caer en las cercanías del lugar.

- Entonces, ¿que encontraste? - preguntó Raymond emergiendo del bosque desde la dirección en la que cayó el relámpago.

- Más te vale que valga la pena - agregó Frank apareciendo de entre las sombras, al otro lado del Guardián de la Vida.

- Solo síganme

Eren los guió al interior del bosque, a donde se encontraba la entrada en ruinas. Los primeros dos llegaron sin problemas, pero luego se dieron cuenta de que Frank no podía acceder al claro. Parecía como si una pared invisible lo detuviera.

- Eh... chicos -dijo Frank, golpeando lo que parecía un campo de fuerza que envolvía al claro.

- Tal como pasó con la Sombra - murmuró Eren sorprendido.

- ¿Qué? - preguntó el Guardián del Rayo.

- Encontré este lugar cunado estaba persiguiendo una Sombra. En un momento ella se detuvo, como si se hubiera topado con una pared - se explicó el Guardián de la Vida -. Parece haber una barrera que impide el paso de cualquier ser relacionado con Oscuridad.

- Así es - confirmó Tami -. La barrera fue creada para mantener fuera a cualquier ser oscuro. Pensé que, al Frank haber nacido como un ser luminico, no tendría problemas de entrar; pero parece que su exposición al poder de Oscuridad lo ha  transformado.

- Y entonces, ¿que hacemos? - preguntó Ray.

 - Voy a probar algo - respondió Eren acercándose a Frank, se colocó detrás suyo, se agarró de él y se empujó hacia el claro. Ambos lograron pasar -. Parece que si pasas agarrado a un Guardián la barrera lo detecta a él y no a vos - le dijo al Guardián Oscuro.

- O te toma como un prisionero - se burló Ray. Ninguno se rió.

- Bueno, resuelto eso, sigamos - dijo Frank ignorando el comentario de Raymond - ¿Hacia donde, Eren?

- Justo entre esos seis árboles. Esas ruinas conducen a una cueva en la que se encuentra la guarida de los Guardianes - Eren se frenó en la entrada de la cueva - Según Tami, este lugar fue construido por el primer grupo de Guardianes hace siglos.

Una escalera tallada en la piedra conducía hacia abajo, al interior de la guarida. Antes de que entraran, uno de los símbolos tallado en la parte superior de la entrada se iluminó de color verde, al igual que lo hizo la espada de Eren mientras este entraba en la cueva. Los otros dos se sorprendieron al ver esto, dudaron un poco, pero luego siguieron al Guardián de la Vida al interior de aquel lugar. Una vez bajaron, se encontraron en una habitación redonda, que, lejos de parecer una formación natural, parecía haber sido excavada; conformaba un circulo casi perfecto. La guarida irradiaba, de cierto modo, la misma vibra que en el exterior: una combinación de energía elemental que generaba una sensación de conexión y armonía con todo lo que los rodeaba. Las raíces de los árboles que rodeaban la entrada se colaban por las paredes, formando una suerte de pedestales, iluminados con el color del elemento al que representaban; y en el centro de la habitación se erguía una mesa de piedra redonda, con un círculo de cristal en el centro, que ocupaba la mitad de su superficie. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.