Los Guardianes de los Elementos: El Guardián del Rayo

La Calma Después de la Tormenta

Blanco. Que raro; Frank podía jurar que lo último que vio fue la negrura de la noche. Sus ojos se enfocaron; estaba mirando el techo, un techo blanco. Se movió un poco; se encontraba sobre algo mullido, ¿una cama tal vez? El olor a desinfectante le inundó las fosas nasales. Se enderezó de golpe. Un pequeño pinchazo en el antebrazo y una mirada rápida a su alrededor confirmaron sus sospechas: se encontraba en una habitación de hospital. Se arrancó la intravenosa y desconectó el monitor de su índice izquierdo. En eso, unas voces provenientes del pasillo llamaron su atención hacia la puerta.

- ... tranquila, estará bien, no es la primera vez que recibe una descarga de mi parte - era Raymond, hablando de él supondría, pero ¿con quién?

- Si, ya me lo dijiste diez veces - ¡Aileen!, reconocería ese molesto acento británico donde fuera.

- Pero tu sigues igual de preocupada que la primera vez - otra voz femenina, ¿sería Breeze? Claro, no hubiera dejado que su amiga viniera sola.

- Tienen razón, relájate. Nosotros lo conocemos de antes que vos. Seguramente ya despertó - Eren, como no. Y si estaba Eren, eso significaba...

- Eso esperemos - ... Narel. Desde el momento en que la vio llegar a la guarida pegada al Guardián de la Vida, sabía que nunca se le iba a despegar.

Todos habían venido. Bueno, todos menos Aiden, quien básicamente se les había colado, y quien tampoco esperaba que viniera. Una sonrisa se empezaba a dibujar en el rostro, cuando fue golpeado por un fuerte dolor de cabeza. Escenas de la noche anterior pasaron por su mente, de como fue poseído por Oscuridad, como fue obligado a combatir a sus amigos, y como estos apenas si lograron vencerlo y vivir para contarlo. Una vez pasó, de encontró viendo al piso, con la respiración agitada. Un murmullo desvió su atención hacia un rincón a oscuras. Ahí la vio; la Espada del Apocalipsis se encontraba clavada en medio de las sombras.

- Toma la espada - dijo una voz que no lograba reconocer, proveniente del sable.

- No - se negó Frank tratando de alejarse sin bajarse de la cama - No volveré a sucumbir ante su poder.

- Si no lo haces tu, alguien más que lo haga - continuó la extraña voz - Y la historia volverá a repetirse.

En ese momento, fragmentos de su lucha conta el anterior grupo de guardianes brotaron de su memoria. Se espantó cuando un sentimiento de satisfacción lo invadió al recordar la muerte de cada uno de ellos. Volvió en sí. Su respiración se había vuelto a agitar y las manos le sudaban.

- Entonces, que harás, "Guardián" - esta última palabra se notaba cargada con desprecio y burla. Frank respiró hondo y se puso de pie.

- No dejaré que otra persona sufra lo que yo padezco todos los días - terminó diciendo mientras se acercaba al sable y lo tomaba por el mango con su mano derecha.

Un aura negra lo envolvió por unos instantes; su bata de hospital había sido reemplazada por su traje de combate.

- Bienvenido de vuelta, Guardián - la voz de Filo sonó igual de vacía que siempre.

Frank respiró hondo una última vez y se metió en la sombra frente a él. Raymond y los demás entraron en la habitación momentos después.

- Vacía - comentó Eren - ¿Seguro que esta era su habitación? -  cuestionó al Guardián del Rayo. Este último revisó el lugar con la mirada.

- Si, era - contestó Ray agachándose junto al rincón en sombras, donde una incisión en el suelo  y unas pocas partículas oscuras delataron la anterior presencia del sable oscuro - Se fue.

***

Everrest se encontraba parado junto al lecho donde reposaba su amo, Oscuridad. El pase al Lightverse y su consecuente derrota ante los guardianes habían dejado a este último muy escaso de energías, lo cual le obligó a sumirse en un prolongado descanso para, de este modo, recuperar las mismas. Su mano derecha se encontraba acompañado por la Sombra de cabellera rubia

- Deberías haberlo acompañado - le recriminó Erenira a la Sombra mayor, apareciendo a sus espaldas.

- Si, debería haberlo hecho - contestó este último sin voltear a ver a su interlocutora - Subestimamos a los guardines. Son muy poderosos en su dimensión.

- ¿Y que planeas hacer? - preguntó la mano izquierda de Oscuridad.

- Creo que ya es hora de traer esta guerra a casa - proclamó Everrest girando a ver a su compañera - Descanse, mi señor, yo le traeré la victoria que tanto anhela.

Tras decir esto, se retiró de la habitación, seguido por la Sombra de cortos cabellos rubios, a quien le había encomendado las Dagas de la Muerte. Erenira siguió a esta última con la mirada; una parte de su cara había adquirido una coloración rosada, con un ojo tomando un color azul.

***

Los guardianes se encontraban en las ruinas de la guarida; por algún motivo que desconocían, los pedestales seguían en pie, aunque los árboles que los adornaban habían perecido. Ya habían vuelto a colocar sus espadas los cinco elementos restantes de la luz, solo faltaba el Rayo. Raymond se acercó al pedestal que había correspondido a la Muerte, aquel que funcionó como puente para que Oscuridad lograra cruzar a esa dimensión. Se frenó un momento, respiró hondo e invocó a su espada. La miró.

- Es hora, Raymond - sonó la tersa voz de Finity.

El Guardián del Rayo asintió y colocó su espada de tres hojas en el hoyo iluminado de color morado. Los seis pedestales aumentaron su brillo al tiempo que nuevos árboles brotaban de la cima de los mismos. El frondoso sauce llorón volvió a alimentar el arrollo con el rocío de sus hojas. El bello cerezo volvió a iluminar el lugar con el brillo de sus flores semejantes a llamas. El enorme roble volvió a resaltar del resto del bosque, atrayendo a la gran diversidad animal que allí habita. Las blanca flores del árbol de magnolias volvieron a ser mecidas por el viento. Y el fuerte abeto volvió a crecer entre las rocas con sus hojas manteniendo eternamente su matiz otoñal. 

El pedestal de la Muerte cambió su apagado color violáceo por un brillante y vivo amarillo, y de el creció un majestuoso fresno dorado, el cual sufrió la ira de los cielos al recibir la caída de un rayo. Las raíces de los seis árboles se extendieron sobre el hueco que conformaba lo que quedaba de la anterior guarida, formando un cálido techo de madera. Los guardianes salieron a ver la escena: los seis árboles, único, cada uno representando a uno de los elementos, en una perfecta formación hexagonal. Lo habían logrado. Habían logrado vencer a Oscuridad y restauraron los sellos.




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