Los Guardianes de los Elementos: El Guardián del Rayo

GdlE Story: Penumbra

No habría lugar más inhóspito que el Limbo, un pseudo-plano que separaba a las dimensiones de Luz y Oscuridad, una porción de la realidad que no estaba destinada a ser ocupada por nada ni nadie. Y, aun así, ahí estaba ella. Con sus ojos negros y piel de porcelana, y su cabellera grisácea, que se confundía con el lugar. Había estado sola por tanto tiempo, que este ya no tenía importancia para ella.

De pronto algo llamó su atención, un objeto que aparecía y desaparecía en a distancia. Deambuló sin rumbo por ese páramo infinito durante tanto tiempo que ya había perdido toda esperanza de volver a ver algo proveniente de las otras dimensiones.

- Hola, ¿hay alguien ahí? – dijo mientras se acercaba al extraño objeto. No obtuvo respuesta. Casi se había olvidado del sonido de su propia voz.

Siguió acercándose hasta encontrarse en el último lugar donde había desaparecido el objeto de su curiosidad. Se sentó a esperar que pasara de vuelta; no supo cuánto, hasta que volvió a aparecer. Sin pensarlo, se sujetó de él, de un pedazo de tela que llegó a manotear.

Con los ojos cerrados, pudo sentir como era arrastrada fuera del Limbo. Cuando volvió a abrirlos, una luz segadora le hizo doler los ojos, los cuales tardaron unos segundos en acostumbrarse. Vio a su alrededor. Vio árboles, edificios, un cielo azul como solo habría podido fantasear, y un muchacho. Un joven de cabello azabache y tez pálida que la miraba de vuelta. Bajó la vista a su mano; estaba agarrada de su chaqueta negra, la soltó de golpe y se alejó un par de pasos. Parada a pleno rayaso del Sol, sintió como su piel se quemaba. Adolorida, corrió a la sombra, donde el frío la hizo estornudar. El joven se acercó y le tendió su abrigo, el cual ella tomó algo desconfiada.

- Me llamo Frank – dijo el desconocido. Portaba un sable que le resultaba algo familiar. El pavor invadió su rostro cuando recordó al antiguo dueño de esa catana.

- Aqliva(8), aqliva... - dijo la chica en un idioma que el Guardián Oscuro no pudo comprender.

- Parece que ella habla el idioma de los antiguos arquitectos. Tal vez yo pueda ayudar – sugirió Filo. Un escalofrío atravesó el cuerpo de Frank, proveniente de la altura de su funda.

- Que te alejes dije – las palabras de la joven cobraron sentido ante los oídos del guardián.

- Tranquila, no te haré daño – trató de calmarla tomándola de los brazos. Sus miradas se cruzaron. Un rubor negro invadió las mejillas blancas de la chica, quien dejó de forcejear - ¿Cómo te llamás?

La pregunta la desconcertó. Nombre, ¿tenía un nombre? Claro que tenía, recordaba que su padre se lo había dicho una vez... antes de terminar en el Limbo. Si, tenía uno. Su nombre era...

- Penumbra – terminó diciendo con un hilo de voz. ¿Qué más no recordaba? No podía recordar lo que no recordaba.

- Bien, Penumbra, ¿de dónde sos?

Esa pregunta generó otra maraña en su mente, aunque le extrañó que esta no fuera tan grande como saber su propio nombre.

- Es complicado de explicar – terminó excusándose al ver que ni ella podía unir del todo las piezas.

- Pues inténtalo, tengo tiempo – Frank la llevó hasta una banca cercana, bajo la sombra de un Tilo.

Penumbra ordenó un poco las cosas en su cabeza y empezó.

- Yo habito en el Limbo que existe entre las dimensiones de la Luz y la Oscuridad. Terminé allí luego de que se produjera la separación de estas por culpa de mi padre... - se detuvo.

- ¿La separación? ¿Tu padre? ¿No estarás hablando de...? – el rostro ya blanco de Frank empalideció aun más al tiempo que su interlocutora asentía con la vergüenza clavada en su mirada.

- Así es, mi padre es Oscuridad – dijo tras un tenso silencio -, y mi madre era Luz – estas últimas palabras cargaban una pena enorme.

- Tranquila – la calmó Frank al ver la tristeza reflejada en sus profundos ojos negros – No eres la única a la que tu padre le ha hecho daño – agregó volviéndole a mostrar su sable – Actualmente puedo controlarlo, pero es un peso que llevo sobre mi – una punzada en el pecho le recordó las muertes que causó – Muchas vidas he cobrado cuando estaba bajo el mando de tu padre, pero ya no más – forzó una sonrisa para su acompañante.

La chica de cabellos grisáceos le devolvió la sonrisa. Sus bellos y carnosos labios eran negros igual que la noche. Luego de eso, siguieron hablando por un buen rato. Brotaron risas y llantos, pero ambos seguían disfrutando de la compañía del otro. De pronto, Penumbra cayó agotada. Frank la detuvo antes de que llegara al suelo. Su respiración era débil, y su piel estaba fría, a pesar de llevar el abrigo del guardián.

- Filo, ¿Qué sucede? – este último demandó una respuesta de la voz de su espada.

- Ha permanecido mucho tiempo fuera del Limbo – argumentó la voz del sable – Tal parece que el vivir tantos años allí la ha ligado a ese plano de una forma muy profunda.

- ¿Y qué debó hacer? – la preocupación de Frank solo aumentaba con el paso de los segundos.

- Tienes que llevarla de vuelta al Limbo.

- ¿Y cómo hago eso?

- De la misma forma en que se vio arrastrada aquí en primer lugar, tu Shadow Travel.

El guardián aceptó sin estar del todo convencido. Tomó a la chica en sus brazos y se sumergió en las sombras. Una vez en el Limbo, un tropiezo lo hizo caer, haciéndolo soltar a Penumbra antes de golpear contra el suelo. Se levantó rápidamente y se acercó a la joven, quien ya estaba empezando a recuperarse.

- ¿Te encuentras bien? – le preguntó con un dejo de inquietud.

- Si, bien – le respondió la otra, quien había logrado enderezarse.

- Bien – la mirada del guardián adquirió un matiz de alivio, que se fue borrando a medida que un extraño dolor le crecía en el pecho – Bueno, creo que tengo que irme. No creo que pueda quedarme aquí mucho más tiempo, así que... - Frank se puso de pie y se alejó un par de pasos para poder utilizar de nuevo su Shadow Travel.

- ¡Espera! – gritó Penumbra llamando la atención de aquel, al tiempo que corría hacia él.




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