Los herederos del eco

Lucien: el origen del eco

El valle estaba cubierto por una niebla densa, como si la misma historia quisiera ocultarse.

Amara y Elías habían logrado reunir a las nuevas almas despertadas, guiándolas para contener el eco, pero la sensación de peligro nunca desaparecía.

La joven que despertó primero caminaba junto a ellos, sus ojos dorados reflejando el eco en expansión, mientras susurros antiguos llenaban el aire.

De pronto, Lucien apareció en el centro del círculo, con la calma que siempre lo caracterizaba, pero con un brillo intenso en los ojos.

—Han trabajado bien —dijo, con voz profunda—. Pero aún no comprenden la magnitud de lo que enfrentan.

Amara dio un paso adelante, firme.

—Lucien… necesitamos respuestas. ¿Por qué? ¿Por qué el eco?

Lucien los observó, dejando que cada palabra de ellos se hundiera en el silencio que lo rodeaba.

—Hace siglos, fui la primera alma en amar más allá del tiempo —dijo finalmente—.

—Amar más allá del tiempo… —susurró Amara, entendiendo por primera vez el peso de sus palabras.

Elías frunció el ceño.

—Entonces… ¿tú creaste el eco?

Lucien asintió lentamente.

—Sí. Yo lo inicié. Pero no fue por poder ni venganza. Fue por amor.

Amor que nadie entendió, amor que trascendió vidas y memorias, que nunca murió.

—Pero el eco… —interrumpió Amara—. Ha causado sufrimiento. Ha despertado a personas confundidas, algunas peligrosas…

—Porque el amor nunca es sencillo —dijo él—. El eco no solo es recuerdo; es prueba. Prueba de que el amor puede sostener el tiempo y la vida misma.

La joven de ojos dorados se acercó a Amara y Elías, temblando.

—Yo… siento que lo conozco —susurró—. Como si siempre hubiera estado esperándome…

Lucien alzó la mirada, y por primera vez, su expresión no era fría ni calculadora.

—Porque lo estuviste. Todas ustedes, todas las almas que despiertan, han estado unidas por este amor.

Yo fui el primero que lo sintió… y por eso, soy el origen.

Elías tomó la mano de Amara.

—Entonces todo esto… no es solo un ataque. Es una prueba.

Lucien sonrió levemente, como quien acepta una verdad incómoda.

—Sí. Y ahora deben decidir: ¿seguirán siendo guiados por el eco… o aprenderán a dominarlo?

El aire vibró.

El eco envolvió a todos, iluminando sus cuerpos y proyectando fragmentos de vidas pasadas en las paredes, mezclando dolor, pasión y recuerdos antiguos.

Amara sintió que cada fibra de su ser estaba conectada a todo lo que Lucien había amado, perdido y creado.

—Esto… es más grande de lo que imaginamos —murmuró ella, aferrándose a Elías.

Lucien se desvaneció lentamente en la luz dorada del eco, dejando una última advertencia:

—Recuerden… el eco no olvida. Y el amor verdadero nunca muere.

Amara y Elías quedaron en silencio, mirando a las nuevas almas y comprendiendo por primera vez la verdadera magnitud de lo que enfrentaban.

El eco ya no era solo un misterio: era la fuerza que definiría sus vidas y las de todos los que despertaran.




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