—Usted a mí no, en cambio yo sí.
Paula inmediatamente se estremeció, pero a la misma vez pensó que era un señor con gran falta de atención.
—¿Me puedes decir donde lo puedo encontrar? Me debo de ir. —Dijo un tanto desesperada, pero este se le rió, sacando una peste de su boca que hizo que ella contuviera de inmediato su respiración.
—Te puedo llevar hacia él, necesito descansar. Estoy aquí sin necesidad alguna, este no es mi habitad y pocos lo saben, mientras otros sé que lo imaginan. —Soltó, declinando aún más su sombrero de guano, para no mostrar su quijada ni boca, que por poco iban a quedar al descubierto.