El mismo redujo la velocidad al quedar cerca de ella, notando Paula que esa camioneta vieja que estaba a su lado era la de aquel Señor del bar. Ella casi se detuvo y este, bajó su cristal que sonaba irritante para sus oídos, estando él con el sombrero aun encima de su cabeza.
—Casi hay luna llena y falta muy poco para las tres de la madrugada; el peligro acecha y las leyendas de ultratumba que se escuchan por este pueblo se deben de respetar, te lo dije. Súbete y llegarás más rápido de lo que piensas, donde quieras que vayas. ¡Te lo aseguro! —Le dijo desde su asiento de conducción con su cuello un tanto inclinado.
Paula se subió solo con el objetivo de que la llevase a la carretera principal y así llegar a su casa lo antes posible. Este señor aceleró lo más que le permitió el viejo y ahogante vehículo, brincando entre las piedras que existían en lo que ni siquiera se podía llamar carretera.